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Ayer se cumplieron 50 años de la trágica muerte de Janis Joplin, La bruja cósmica
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▲ La cantante en la portada de uno de sus discos.
 
Periódico La Jornada
Lunes 5 de octubre de 2020, p. a12

Hace 50 años, por severos desajustes con el alcohol y las drogas duras, y en la plenitud de vida y carrera, murió Janis Lyn Joplin, La bruja cósmica.

Habían pasado apenas dos semanas de la muerte de Jimi Hendrix y el rock sumaba otra pérdida, Janis murió también a los 27 años.

Debutó con toda su fuerza explosiva el 12 de junio de 1966. Desapareció a causa de una sobredosis de heroína el 4 de octubre de 1970.

Nadie en su natal Puerto Arturo, Texas (19 de enero de 1943), como escribió en estas páginas Raúl de la Rosa, apostaba por esa desgarbada joven, gordita, con acné (que le dejó marcas en la cara), y que a los 18 años se marcha de su casa para buscar su propio blues en California.

Bessie (Smith) me enseñó el aire, y cómo llenarlo. Ella fue la razón por la que yo empecé a cantar realmente, le dijo en alguna ocasión a un periodista... “Cuando empecé a cantar copiaba los discos de Bessie. Acostumbraba cantar exactamente como ella, y cuando comencé en Big Brother ésa era la única cosa que sabía hacer, y me preguntaba: ‘¿Es esto real, o es algo que he aprendido a hacer con mi voz?’”, expresó una vez Joplin.

Una sola canción

En sus inicios era la intérprete de una sola canción; esto es, los sábados en la noche se reunía una amalgama extraña de gente, jóvenes y viejos, en un bar, en el cual se interpretaba música country, Janis siempre preguntaba: ¿Puedo cantar sólo una? Todos respondían: Está bien, déjenla que cante una tonada, y ella pedía: Denme una de 12 barras en E, y cantaba el blues. Pero sólo uno, y lo hacía cada noche.

Días antes de su muerte, estaba grabando el mejor disco de su vida, Pearl. Su banda era nueva y La bruja cósmica venía de tomarse el verano de 1970 para hacer un viaje sanador por Río de Janeiro, contó el diario argentino Página 12, o que al menos la alejara de la heroína.

Las vacaciones habían empezado con una amiga, pero una vez entregada al sol de Río, se enamoró del estadunidense David Niehouse y ambos se internaron en la selva amazónica en busca de nuevas aventuras, de ese sabor que ella intentaba encontrarle a la vida, cada día, cada noche, para contrarrestar el peso de un pasado tortuoso.

El retorno rompió ese amor intenso, pero generó otro con el estudiante de la Berkeley Seth Morgan, que parecía contrastar a fuerza de caricias la heroína de las venas de la cantante. Eso, sumado al impulso vital de una muy buena banda, generaba una luz de esperanza y plenitud. Pero no. El 4 de octubre, satisfecha por haber grabado varias de esas canciones que eternizaría su voz en el imaginario rocker de occidente, decidió poner primera en su Porsche e irse de copas al bar Barney’s Beanery. Nada se supo, hasta que horas después la encontraron muerta en el Landmark Motor Hotel de Los Ángeles.