Cultura
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Esto no es un concierto
D

el mismo modo que (René Magritte dixit) aquello no era una pipa. El ejemplar Ensamble del Cepromusic, dirigido por José Luis Castillo, propone y ofrece su tercer concierto de temporada realizado, claro, de manera virtual, a través de una de tantas plataformas digitales a distancia.

1.- Harmonium # 1, del estadunidense James Tenney. Obra aparentemente sencilla, de instrumentación abierta, armada con largas notas tenidas que van construyendo (y luego deconstruyendo) acordes diversos, que a su vez van generando una interesante y sostenida tensión a partir del ir y venir entre la consonancia y la disonancia. Otro elemento importante aquí es el bien calibrado oleaje de gradaciones dinámicas, que por momentos ofrece la impresión de una respiración afinada. Finalmente, Harmonium # 1 se redondea con la variación continua de la textura sonora. En pantalla, la partitura de la obra, que avanza a medida que transcurre la música

2.- 10, 11, 12, del japonés Taku Sugimoto. Dotación: 15 músicos que tienen por todo instrumental sus manos, con las que baten palmas. Quince partes grabadas de manera doméstica e individual, lo que da lugar a uno de los escasos puntos de interés de esta pieza, logrado de manera probablemente involuntaria: las notables diferencias en la calidad técnica de las grabaciones, así como en la perspectiva y presencia sonora de cada una de ellas. (Asumo, sin saberlo de cierto, que esta obra de Sugimoto fue grabada con la ayuda de un click track u otra ayuda metronómica análoga). De transcurso dinámico y rítmico parsimonioso, 10, 11, 12 no ofrece mayores contrastes en ninguno de sus sencillos elementos constitutivos. En pantalla, un sencillo mosaico con las imágenes de los 15 aplaudidores músicos, que al inicio van apareciendo sucesivamente y al final desaparecen a medida que terminan su respectiva labor.

3.- Intersection # 1, del estadunidense Morton Feldman. Obra de alto contenido aleatorio, en la que el compositor plantea cuatro grupos instrumentales y escribe para cada uno de ellos, con una clara y sencilla notación gráfica que es más un esquema que una partitura, una serie de eventos sonoros en los cuales los parámetros básicos de la música permiten un amplio margen de libertad. El pulso y la división del tiempo, ambos controlados por Feldman en su esquema, son las anclas sobre las que se desarrolla la obra, cuyo resultado final es una sucesión de bloques sonoros que, separados o coincidentes, según el esquema, se articulan para producir una música tan seca y austera como la que es posible hallar en tantas otras obras de Feldman. Ciertamente, el efecto de Intersection # 1 en el oyente tiene mucho que ver con la posibilidad de ir siguiendo visualmente el desarrollo de la música a partir del esquema. En pantalla, el mencionado esquema que, carente de notación musical convencional, es relativamente fácil de seguir, incluso para los no iniciados. Cabe señalar que, aun en este extraño formato de concierto, las obras de Tenney y Feldman son capaces de producir un potente estado de concentración en el oyente/espectador.

Lo que queda después de asistir a este no-concierto es, una vez más, la convicción de que, en cualesquiera circunstancias, el Cepromusic sigue siendo una instancia propositiva, que siempre tiene algo bueno que ofrecer. En el caso específico de esta actividad, es probable que la desangelada impresión que deja la obra de Sugimoto pudiera cambiar ante una interpretación en vivo. Más allá de las satisfacciones musicales y las dudas por resolver, esta atractiva oferta sonora del Ensamble del Cepromusic y José Luis Castillo nos deja, a los paranoicos fatalistas, con un hipotético y aterrador panorama. No faltará el burócrata cuentachiles, neoliberal de clóset de algún rincón hacendario, que dentro de poco tiempo tome tribuna para decir: ¿Para qué quieren presupuesto de cultura si sus numeritos digitales les salieron tan monos, y todo mundo está tan contento? Tengan tres pesos para sus proyectos, y que les vaya bien. Y de esos tres pesos, como a Bartola, exigirán cambio.