l consenso es que el primer debate presidencial entre los candidatos Donald Trump y Joseph Biden fue un desastre. El propio Chris Wallace lamentó el curso que tomaron esos caóticos 90 minutos en los que, tal vez por primera vez, la audiencia extrañó la interrupción de los anuncios comerciales.
Sin embargo, entre el ruido de las interrupciones y la ausencia absoluta de programas e ideas, hay un planteamiento que es síntoma inequívoco de nuestro tiempo.
Cuando Chris Wallace preguntó al presidente Trump sobre su ambigua posición respecto de los grupos blancos supremacistas, éste aclaró –para vergüenza histórica– su posición: Stand back, stand by
. Así, Donald Trump no solamente evitó condenar el supremacismo blanco, su retórica racista y creciente activismo, sino que los reconoció como grupo, les pidió retroceder actuando como su líder, al tiempo en que les pidió estar listos, alertas, pendientes, al acecho. En un año marcado por la violencia derivada de la brutalidad policiaca en contra de los afroestadunidenses, la declaración no es menor. Quedará marcada como una cicatriz de esta elección; será recordada como el ignominioso botón de muestra de la división social marcada por la raza y la incapacidad de Estados Unidos de superar ese ciclo histórico que los llevó a la guerra civil en el siglo XIX, y que los volvió a partir –de forma distinta– en los años 50 y 60 del siglo XX.
En 1956, años antes de la promulgación de la Ley de Derechos Civiles, William Faulkner dio una entrevista a Paris Review en la que se le preguntó por el caso de Emmett Till, joven de 14 años torturado y asesinado por dos adultos blancos, acusado de haber coqueteado
con una mujer blanca. Till era de Misisipi, estado natal de Faulkner, y sus asesinos fueron juzgados inocentes. Sobre el caso el Premio Nobel sentenció profético: Si los americanos habremos de sobrevivir, tendrá que ser porque elegimos ser los primeros de todos los americanos en presentar ante el mundo un frente homogéneo y unido, sin importar si somos americanos blancos, negros, morados, verdes o azules. Esta cuestión debe probar si merecemos o no sobrevivir. Porque, si en Estados Unidos hemos llegado al punto en nuestra desesperada cultura donde debemos asesinar niños, sin importar razones, importando el color, entonces no merecemos sobrevivir y probablemente no lo haremos
.
En una vuelta más del ciclo histórico de tensión racial, las palabras de Faulkner resuenan vigentes a unas horas del debate y a un mes de la elección. Si desde el podio del poder se lanza un stand back, stand by
a los supremacistas blancos, la supervivencia de un modelo cultural y social se confirman en riesgo.
De la estridencia y el desorden en el debate por la Presidencia, quedan esas cuatro palabras para el registro y la memoria: stand back, stand by
.
Faulkner murió en 1962, dos años antes de la promulgación de la Civil Rights Act, sin embargo, su advertencia sobre las condicionantes para la su-pervivencia del american dream mantiene vigencia.