stamos cada vez más cerca de la cita electoral en Bolivia. Han pasado más de 300 días desde que Áñez asumió como presidenta de Bolivia sin haber sido electa para tal menester. En este tiempo, claramente se extralimitó en la mayoría de las decisiones y no respetó el espíritu transitorio
que debía marcar su gestión. Lo hizo en asuntos internacionales, justicia, sectores estratégicos, fuerzas armadas, etcétera. Y también tomó las riendas en los asuntos económicos y sociales.
No cabe duda de que la pandemia es un hecho global que ha afectado a la economía de todos los países. Pero también es verdad que buena parte de los gobiernos han reaccionado con políticas que amortiguan este impacto negativo. Si observamos el estudio de la Universidad de Columbia, Economic policy responses to a pandemic: Developing the Covid-19 economic stimulus index, queda absolutamente demostrado que Bolivia está en la cola de los países en América Latina con menor porcentaje de su PIB dedicado a políticas fiscales expansivas: apenas uno por ciento, mientras se prevé que la caída de su economía sea –en el caso más optimista– de 6 por ciento (según el Banco Mundial y muy similar al dato del Banco Central de Bolivia). Aunque seguramente la caída será mucho mayor si seguimos el ritmo de actualizaciones a la baja de la mayoría de organismos internacionales.
En economía, como sabemos, no hay milagros. Todo tiene su porqué. Si se hunde la economía por motivos externos y no se hace nada para solventarlo, entonces la ecuación se resuelve con una gran crisis empobrecedora. Es el caso de la Bolivia gobernada por Áñez.
Es importante no olvidar una cuestión obvia: cualquier contracción económica no afecta igual a todos. Unos salen peor que otros. No es lo mismo un choque económico adverso para la población que obtiene ingreso diario, respecto a otra que tiene empleo formal, con mayor capacidad económica, ahorros. Por tanto, es fundamental simular el impacto económico negativo, cualquiera que fuera, considerando que tal efecto se distribuye desigualmente por deciles.
Si microsimulamos la caída de 6 por ciento del PIB pronosticada por el Banco Mundial, siguiendo el patrón identificado en las encuestas continuas de empleo de Bolivia de los últimos años, y considerando la política de brazos caídos
de Áñez, entonces tendríamos que en Bolivia se habría generado algo más de un millón de nuevos pobres (un millón 59 mil 672) y casi medio millón más si lo medimos por pobreza extrema.
Si en vez de considerar ese escenario tan optimista, asumiéramos lo planteado en la investigación de Beatriz Muriel (Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo), que estima que la pandemia ocasionaría una pérdida de ingresos de entre 30 y 50 por ciento, según el cuantil, entonces tendríamos 2 millones 739 mil 826 nuevos pobres en Bolivia. De éstos, 2 millones vivirían en extrema pobreza.
En un nivel intermedio está nuestra predicción como Celag, que considera una caída del PIB boliviano de 7.9 por ciento, que generaría más de un millón de nuevos pobres, siempre que no se implementen medidas y acciones económicas diferentes a las que hoy lleva a cabo el gobierno de Áñez. Entre ellos, casi 800 mil personas entrarían a la pobreza extrema y 1.4 millones engrosarían la pobreza.
Luego del ciclo largo de políticas exitosas implementadas por el MAS para erradicar la pobreza, como así lo certifica la totalidad de los organismos internacionales, en estos pocos meses la ineficacia de la política económica y social del gobierno de Áñez ante la pandemia ha provocado un masivo empobrecimiento de los bolivianos; entre uno y 2 millones de nuevos pobres, según sea el escenario considerado. Lo más preocupante de esta situación es que se puede agravar más si no se hace nada.
Lo único esperanzador es que en pocos días habrá elecciones y se abrirá la posibilidad de que el pueblo boliviano elija una opción que le dé mejores condiciones de vida, en vez de empobrecerlo deliberadamente. El candidato Arce ya demostró que sí sabe crecer desempobreciendo; y al otro lado, está Mesa que es una incógnita en materia económica, porque apenas ha explicado qué haría para erradicar la pobreza. Veremos qué ocurre.
*Celag