Los 650: premisas falsas // Complacencia con el pasado // Promotores, antes beneficiados // Salinas de Gortari y subsecuentes
parecieron ayer en escena 650 firmas de intelectuales, académicos y periodistas para fijar una postura crítica respecto de políticas, actitudes y declaraciones del Presidente de la República Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Ha de decirse, de entrada, que siempre será valioso que los ciudadanos expresen de manera pública y organizada sus puntos de vista. Justamente el asumir de forma reiterada sus obligaciones cívicas llevó a decenas de millones de personas a dar su aprobación electoral al actual titular del Poder Ejecutivo federal, quien durante largos años encabezó y promovió batallas en busca de respeto al voto, en pro de la justicia social y en contra de la corrupción y los abusos. Una corriente política y social que durante el tiempo en que fue oposición sufrió mucho tiempo la exclusión y la estigmatización debería encuadrar sin desdén la oportunidad del debate ideológico que, a fin de cuentas, significa el desplegado de los 650.
En esa disposición al debate ideológico, ha de decirse aquí que las primeras líneas del texto en mención constituyen exageraciones que delatan un posicionamiento emparentado con otros grupos que desean acelerar el repudio y la eventual deposición del actual ocupante de la silla presidencial.
Esas 15 palabras iniciales parten de una contradictoria concepción complaciente de la realidad mexicana, de una caracterización idealizada: La libertad de expresión está bajo asedio en México. Con ello, está amenazada la democracia
. El tono de alarma pretende dar por sentado que en México ha habido libertad de expresión y democracia durante administraciones anteriores.
Esa visión contrasta con la opinión expresada en urnas de una mayoría ciudadana que ha considerado necesario un viraje a fondo para salir del reino de la simulación que durante décadas mantuvo en el poder a la peor clase política (en lo que va de este siglo, los deplorables gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto), con graves marrullerías mediáticas, políticas y presupuestales que beneficiaron a algunos de los principales promotores del desplegado en cita.
La desconfianza y rechazo a la forma convencional de la inmensa mayoría de los medios de comunicación, con periodismo y comentarios adosados al poder, y la desconfianza y el rechazo a la estructura electoral que permitió fraudes, imposiciones y despilfarro económico, están en la raíz del enojo popular que abrió la puerta del poder a un político de centroizquierda, con preocupantes ribetes conservadores y religiosos, que dedica diariamente cuando menos dos horas a hablar ante reporteros para no quedar sujeto a los usos y costumbres económicos que no constituyeron una libertad de expresión, sino una libertad de empresa
con oficiantes de diverso nivel que en el pasado quemaron incienso a un ejercicio expresivo que coadyuvó al hundimiento del país.
Las dos premisas iniciales, falaces como aquí se ha señalado, definen el resto del discurso que 650 firmaron. No hay un asedio a la libertad de expresión, pero sí un constante uso de la tribuna presidencial matutina para precisar o contravenir cierto ejercicio periodístico que de manera sistemática, facciosa e indefendible en términos profesionales, se dedica a hacer política contra un hombre de poder que, a juicio de quien teclea estas líneas, ha persistido en el error de darle más realce del debido a publicaciones, columnas y opiniones que deberían cumplir con su ciclo natural de exposición pública sin el aliciente de las destempladas reacciones presidenciales.
No es menor el dato de que algunos de los impulsores relevantes del documento en mención hayan puesto su intelecto al servicio de poderes sexenales como los que ahora han sido señalados en la solicitud de consulta popular en busca de enjuiciar a Carlos Salinas de Gortari y subsecuentes. Por lo demás, bienvenidas sean la definición y discusión públicas. ¡Hasta el próximo lunes!
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