Por qué los demás
l doctor Federico Rebolledo, autor de El trabajo de morir, dice: La vida humana, me dijo Victoria, es un monólogo y cada quien es protagonista del suyo. Cada quien vive resolviendo lo que necesita, haciendo lo que entiende y sobre todo creyendo. Creyendo en sus ideas derivadas de su cosmovisión y sus interpretaciones del mundo y de todo lo que le rodea. Creyendo, pues no cabe duda de que aun siendo un monólogo, se necesita de testigos. De alguien que dé fe de que existimos. El monólogo se enriquece de los testigos, porque, según mis creencias, uno no es sino en el otro, con el otro, por el otro, para el otro desde el otro, y con todo lo que monologamos juntos construimos un nosotros que llamamos vida humana.
“Otro asunto es que con el entendimiento del ser humano sobre la realidad y su maravillosa invención del tiempo podemos recordar lo pasado y soñar en el futuro, y eso nos hace regodearnos en nosotros mismos. Pues es en nuestra consciencia monologuista que construimos el antes y el después. Pero, en esencia, siempre es hoy. Hoy no es lunes ni jueves, tampoco viernes o domingo. No es miércoles, ni sábado o martes. Hoy es hoy. Como fue hoy cuando nacimos, cuando crecimos. También fue hoy cuando nos reprodujimos y no será ni más ni menos hoy cuando muramos. En este hoy que vivo han pasado cosas extrañas: amanece. Me dan ganas de orinar. Se me antoja un café y así se van sumando esa extrañas apetencias y sensaciones, emociones, sentimientos y razones que me van haciendo el día, pero nada como saber que a mi lado está ella para sentir que estoy vivo. Ella es mi tiempo, mi antes y después, pero sobre todo mi hoy. Ella es el referente obligado para saber de los demás. De mis hij@s, sus parejas y mis nietos. De las familias, los amigos y sus familias. De la gente en la calle. De los que están y los que no están del otro lado del mundo. Este extraño saber que estoy vivo me impele de anhelos con todos mis sentidos y, extrañamente, al mirarme en sus ojos mirado, a todo le encuentro sentido.
La parte más extraña ha sido comunicarle a los demás que estoy enfermo de la extraña enfermedad de estos tiempos extraños que me hacen pensar en el hoy de hace 100 años y en el hoy de hace mil años, cuando se pretendía ser discretos manteniendo en reserva muchas pequeñas cosas que sólo los propios debían saber. Teniendo cautela en el decir y sólo contar lo que bien se sabe, sin necesidad de decir más.