uitláhuac y Cuauhtémoc, últimos emperadores de Tenoch-titlan, murieron, el primero, víctima de la epidemia de viruela que le regalaron los españoles. El segundo, convertido en el único héroe a la altura del arte
, fallece ahorcado por Hernán Cortés en algún lugar incierto del sureste. El tercero, Claudia, no tiene antecedente histórico en el Anáhuac.
A 499 años de ese drama, como símbolos de su partido, que es Morena, los nuevos aztecas están en el escenario nacional: los gobernadores de Veracruz y Morelos. El primero de un estado que, por su dimensión, historia, riqueza y tradición en la política nacional, bien podría ser una nación. En su pasado le sobraron grandes personajes.
El segundo gobernador, el de una estado reducido en territorio que ha tenido gran presencia en la historia nacional, el de la astronómica cultura de Xochicalco, los días de Juárez en él, el crimen de Huitzilac; hasta la fortísima figura de Emiliano Zapata, ese gobernador tiene a su capital, Cuernavaca, devastada, arrasada.
Como suele ser en la historia de los pueblos, a diferencia de sus predecesores nominales, uno y otro gobernador son triste recuerdo de aquellos héroes. Son distintos en origen y formación, pero los atan dos nudos: su ruta al estrellato que fue empujada por López Obrador. La otra semejanza es su deficiente gobierno.
Llegaron al puesto sin proyecto, instinto ni mérito. Consecuentemente rinden pobres resultados. Cuitláhuac muestra esfuerzos personales, hace lo que puede e, inexplicablemente, aguanta malas segundas manos. Cuauhtémoc no percibe que es gobernador. No tiene gusto, ni olfato, ni interés, menos método. La levedad lo domina, pero AMLO lo puso ahí.
Los dos estados tienen una alta representación para el futuro electoral federal. Primero, porque sus gobernantes son relevantes por la confianza que personalmente les tuvo el Presidente. Segundo, porque representan casi 18 por ciento de las posibilidades de obtener o mantener las diputaciones federales en junio próximo, con 36 diputados Veracruz y cinco Morelos, y para que así se contribuya a la mayoría necesaria.
El triunfo de esos candidatos es esencial para el Presidente. Significa simplemente un sello para su prestigio por su relación personal con los mandantes, sustentar la deseable culminación de su gobierno y asegurar su 4T hacia los siguientes seis años. ¡Nada menos!
De esta conclusión brotan otras metas de interés presidencial, como la factibilidad de nuevas reformas constitucionales y legales. Algunas impulsadas por el mismo como afirmación de su proyecto. Otras, iniciativas de la oposición que él querría moderar.
Ante este previsible interés presidencial y el de decenas de morenistas que ya paladean su futuro, se advierten factores que unidos hacen levantar las cejas. Uno está referido a los tres aztecas y las consecuencias finales de su gestión. No importa sólo para 2021, sino también para 2024, año de relevo en las tres entidades hoy carentes de figuras confiables.
Los gobernadores deberían luchar contra la ruina heredada de mil expresiones, particularmente el abatido estado de ánimo social, ineficiencia, quiebra hacendaria y corrupción oficial. No lo hacen, ante la ausencia de una Secretaría de Gobernación actuante.
En Veracruz la podredumbre se persigue eficazmente con ayuda del gobierno federal. En Morelos simplemente no pasa nada, también por consigna divina que protege al paisano. Ni el medieval obispo con sus bravuconerías, sermones, amenazas de fuego eterno, marchas y rezanderas logra que se castigue a nadie.
A nueve meses de la elección, el panorama nacional favorece al partido en el poder. Ganará la mayoría de las gobernaturas, lo que arrastrará las candidaturas a diputados. En siete estados con gobernadores morenistas, sus resultados electorales fortalecerán al proyecto de nación. Las diputaciones de Veracruz y Morelos las ganará Morena no sus gobernantes.
Claudia y la Ciudad de México es un caso especial: la jefa de Gobierno también es azteca, por ser su sede Tenochtitlan, que es el segundo aportador de votos después de estado de México. La capital es especial por ser su cabeza una brillante señora, ser hija política de AMLO y su posible sucesora. Reflexión aparte.
Claudia, el tercer emperador azteca, lidia brillante y valerosa contra la Hidra que es su ciudad. Inútil reseñar sus complejidades. Mejor destacar que está haciendo un gobierno inteligente, imaginativo y en estos tiempos razonablemente eficaz. Atiende a lo estructural y recuerda al olvidado.
Su gobierno ofrece las garantías de una aportación comicial conveniente a Morena con posibles 24 diputados y Claudia legítimamente se percibe más allá de 2021. Y si se quiere algo reiterar, es hija predilecta.
Para AMLO, su segundo trienio será su huella en la historia. No lo dejará a la suerte. Obra a su favor que en las tres entidades comentadas la corriente morenista, aunque tormentosa, es vigorosa y eso equilibra la debilidad de los gobernadores y refuerza la atracción de Claudia. Tres emperadores aztecas: ¿Cómo sobrevivirá el imperio?