yudar a estudiantes que tienen interés en calificarse en el extranjero y apoyarlos a través de becas con recursos públicos, ha sido uno de los grandes aciertos que México ha llevado a cabo desde la creación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología a partir de la década de los 70. Estos jóvenes son un valor para el país, muestran arrestos, empeño y la fuerza para salir y enfrentar los enormes retos que suponen estudios de altísimo nivel en naciones a las que en muchos casos no es fácil adaptarse, por el idioma, la cultura, los climas, etcétera, esfuerzo que debe continuar. No todos regresan, pero esto tiene una clara explicación, México no ha creado las condiciones ni ha invertido lo necesario para crear la infraestructura que permita incorporar a estos talentos, esta enorme masa crítica, para que desarrollen lo aprendido. Es triste constatar que, en ocasiones, ni siquiera pueden obtener un puesto de profesor en alguna universidad a pesar de sus posgrados. Esa fue la experiencia de muchos estudiantes que fueron repatriados por el gobierno de Fox, pero que acabaron regresándose a la nación que los acogió, pues no tuvieron la más mínima condición para quedarse aquí.
Vale la pena destacar el caso de Corea del Sur que llegó un poco más tarde a la economía del conocimiento. Fue un país de emigración indocumentada importante, cuyo destino principal fue Japón, país en el que los trabajadores coreanos sufrieron explotación y discriminación, realizando tareas que los nativos evitaban. Sin embargo, a partir de finales de los años 70, los gobiernos decidieron cambiar el rumbo y, a diferenciade la mayoría de las naciones que sucumbieron al Consenso de Washington, la estrategia fue la puesta en marcha de un fenomenal proyecto educativo, de desarrollo de la ciencia, la tecnología, las innovaciones, uno de cuyos programas clave fue enviar a sus estudiantes a calificarse al exterior, con la seguridad de que al volver podrían incorporarse a universidades, a los nuevos centros de investigación, laboratorios, y lo más importante, las empresas se comprometieron con el proyecto y dedicaron sus inversiones a la investigación y a la producción de las innovaciones generadas por esos talentosos jóvenes. Se satisfizo primero la demanda interna para luego ser competitivos en la exportación mundial y de esta forma están liderando importantes cadenas de valor. Se produjo crecimiento económico y pudo generarse el Estado benefactor.
México optó por el Consenso de Washington, por la firma del TLCAN que lo convirtió en un país maquilador, sin incorporación a la economía del conocimiento, con consecuencias nefastas para una parte sustancial de su sociedad, sustrato de los enormes flujos migratorios que lo han caracterizado. La mayoría de los talentos mexicanos que están fuera del país tomaron esa decisión por no haber encontrado ni el apoyo ni el interés de las instituciones para desarrollar su conocimiento y creatividad en la nación, además de graves limitaciones para obtener los satisfactores necesarios y suficientes para una vida digna que ha situado a México como el primer exportador de trabajadores en América Latina y el sexto a escala mundial de migrantes altamente calificado en los países de la OCDE. Situación que no debe mantenerse por más tiempo.
México puede y debe revertir esa tendencia, entrar de lleno a la economía del conocimiento por ser una herramienta de inclusión social y de igualdad, siempre y cuando, como señala la Cepal, se superen los factores críticos que, en el caso mexicano, han llevado a una profunda polarización económica de la población. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador lo tiene claro, por ello su estrategia de primero los pobres
, a los que está apoyando con programas de gobierno, becas para que los estudiantes se mantengan en las escuelas, apoyos a las empresas para que otorguen capacitación a los jóvenes, pensiones a los adultos mayores y a las madres solteras, un esfuerzo extraordinario para recomponer al destruido sector salud y buscar por todos los medios alcanzar lo que es uno de los derechos fundamentales para cualquier sociedad, la salud universal. Falta el compromiso de los empresarios para que se decidan a invertir en ciencia, tecnología, apoyando innovaciones de factura mexicana producto de los talentos mexicanos. De esta forma, será posible exportar y competir en el mundo global y ser líderes de nuevas cadenas de valor. Las inversiones extranjeras tienen sus propios intereses, las empresas trasnacionales instaladas en el país por la calificación de los trabajadores mexicanos, pero también porque se les paga por debajo de sus pares internacionales, y producen lo que yo llamo maquila tecnológica
. Esto debe y puede cambiar.
Es cierto que, igual que el resto del mundo, México está enfrentando la terrible pandemia del Covid-19, y la situación económica es grave, sin embargo, precisamente debido a ello, es importante generar propuestas de salida. Seguir enviando a los jóvenes a capacitarse, pero darles seguridad de que el país podrá incorporarlos una vez obtenidos sus grados y, lo más importante, hacer un enorme esfuerzo por convocar a los talentos que se encuentran por el mundo para que sean parte de estos cambios.
Sólo habría que añadir, ante lo afirmado por AMLO en el sentido de que el padre de la desigualdad moderna en México fue un ex presidente que estudió en Harvard, pero, una mala golondrina no hace verano
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