Cultura
Ver día anteriorMartes 1º de septiembre de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
Fotorreporteros del mundo han aprendido a capturar con su lente al enemigo invisible

El festival francés Visa pour L’image dedica una exposición colectiva a su trabajo sobre la pandemia

Foto
▲ Últimos preparativos de la exposición Pandemia(s), que se monta como parte del encuentro internacional.Foto Afp
 
Periódico La Jornada
Martes 1º de septiembre de 2020, p. 6

Perpiñán . Saben muy bien lo que es una línea de frente, un puesto de control y un chaleco antibalas. Pero cuando la pandemia golpeó a escala mundial, los fotoperiodistas descubrieron, a veces incluso en la esquina de la calle, un enemigo invisible hacedor de un nuevo universo.

En la exposición colectiva Pandemia(s), presentada este año en el festival internacional Visa pour L’Image, de Perpiñán (sur de Francia), los clichés son elocuentes: la explanada de la Gran Mezquita de La Meca está desierta durante el peregrinaje anual, Venecia aparece como una ciudad fantasma, en Hong Kong las estanterías de los supermercados están vacías y en Nueva Delhi un conductor de autobús se viste de cirujano de pies cabeza.

Bloqueado en Nueva York debido al confinamiento, el fotógrafo francoestadunidense Peter Turnley se dio cuenta en seguida de que este enemigo invisible iba a trastornar la vida de millones de personas: “No había líneas de frente, pero esto no minimizaba el peligro, que parecía mortal.

El primer día en el Metro, las miradas de las pocas personas presentes estaban cargadas de angustia, explica este fotógrafo independiente de 65 años.

Sin encargos previos, Turnley recorrió la ciudad documentando instantes de vida de los indigentes, basureros, enfermeros, policías, repartidores...

Sus instantáneas en blanco y negro son ahora objeto de una exposición que le consagra Visa pour L’image, principal festival de fotoperiodismo del mundo.

Una foto en todas partes

Estaba frente a uno de los momentos visualmente más interesantes de mi carrera: en todas partes había fotos, cada persona se convertía en una historia, afirma Turnley. Lo que compensó de sobra el freno brutal a su vida de nómada.

Las mascarillas que ahora lleva todo el mundo permiten destacar más que nunca los ojos de la gente y, por tanto, su emoción, subraya.

Del otro lado del océano, la fotoperiodista francesa Laurence Geai se impacientaba en su apartamento parisino en los primeros días de confinamiento.

Me contagié con el coronavirus, no me sentía nada en forma y tuve que anular todos los pedidos del principio de la epidemia, confía, frustrada por haber perdido el tren de este momento histórico y mundial que sucedía también en la puerta de (su) casa.

Nada más curarse, la fotoperiodista, de 36 años, acostumbrada a los terrenos bélicos, recorrió París, al principio sin encargos, para inmortalizar el ambiente en las residencias de ancianos, las pompas fúnebres... Finalmente, el diario Le Monde le pidió subirse a un tren de alta velocidad que transportaba enfermos de Covid-19 en reanimación de una ciudad a otra.

“Era irreal, ese ‘ballet’ de profesionales que lo gestionaban todo al milímetro para ocuparse de los pacientes se hacía en un silencio de catedral”, recuerda.

Geai quiso, ante todo, mostrar la dignidad de sus sujetos: Esos empleados de las pompas fúnebres completamente desbordados, esa madre asistiendo sola con su hijo al entierro de su otro hijo, esos pacientes en cuidados intensivos que se dormían llevándose una última imagen del médico intubándolos.

La epidemia también llamó la atención de los fotógrafos por la transformación visual del planeta: Johannesburgo, metrópoli superpoblada rebosante de gente y autos, se convirtió de golpe en una ciudad fantasma, afirma el jefe de fotografía de la Afp en África, Marco Longari.

Para reflejar lo mejor posible esta atmósfera surrealista, el fotógrafo rescató un viejo aparato muy particular de la mitad del siglo XX, perfecto para las fotos de arquitectura y adquirió el único tipo de película en venta en la ciudad, en blanco y negro.

Pero Longari también buscó ilustrar al ser humano en Sudáfrica con sus propias realidades en esta crisis mundial. Contamos, por ejemplo, la crisis alimentaria en el país porque la gente había dejado de trabajar y no tenía dinero para comprar comida, recuerda.