Martes 25 de agosto de 2020, p. 3
Durante la pandemia de la influenza A/H1N1 en 2009, la competencia de gobiernos y compañías farmacéuticas hizo imposible garantizar el acceso universal a la vacuna. La mayor parte de la población del mundo no tuvo acceso al inoculante, sino hasta después de que los países desarrollados hubieran cubierto sus propias necesidades. Lo mismo ocurrió el siglo pasado con las epidemias de la viruela o la poliomielitis, e incluso con el tratamiento para el VIH/sida.
En un artículo en la revista Science, David Fidler, experto en temas de bioseguridad y políticas de salud global en el Consejo de Relaciones Exteriores, advierte que con el Covid-19 la historia se repite. Los países con suficientes recursos para desarrollar y obtener la vacuna no han subordinado su propia necesidad al objetivo de un acceso global y equitativo.
Es lo que el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha llamado nacionalismo de vacunas
, la carrera frenética en los países con industrias más desarrolladas y compañías farmacéuticas con mayores recursos por llegar antes a la meta y acaparar el producto. Esto amenaza con poner la especulación y el ánimo de lucro por encima del interés general de las naciones
.
Desde hace algunas semanas en América Latina se perfiló una alternativa que tiene como meta lo opuesto: lograr el acceso a una vacuna de la mejor calidad para producirla y distribuirla masivamente a todos los países de la región, lo mas pronto posible y a un precio accesible. Y no sólo para México y Argentina, que firmaron el convenio con la farmacéutica suecobritánica AstraZeneca, una de las que tienen el desarrollo del medicamento en su última fase de experimentación junto con la Universidad de Oxford, sino para todos los países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) que estén interesados.
Hace una semana, 19 ministros de la Celac, reunidos en una sesión por Internet, escuchaban los detalles y el cronograma de esta gestión financiada por la Fundación Slim, que el secretario de Relaciones Exteriores mexicano, Marcelo Ebrard, definió así: Nunca antes se habían salvado tantas vidas en una sola decisión
. Y en el caso mexicano, explicó, estamos hablando de más de 100 mil personas que podrían perder la vida si siguen las tendencias actuales
.
Para los países latinoamericanos más alejados de los centros de desarrollo científico e industrial, este caso concreto de transferencia de tecnología es la única esperanza frente a la pandemia, una situación que una de las funcionarias llegó a describir como un tratar de detener un tsunami con las manos
.
A petición de Carlos Slim Domit, presidente de la Fundación Slim, Roberto Tapia expuso el cronograma de lo que pasó de ser un proyecto de dos países a ser un ejemplo inédito de colaboración regional y transferencia de tecnología a nivel latinoamericano. Explicó que la firma AstraZeneca evaluó durante dos meses a las empresas mAbxience, de Argentina, y Liomont, mexicana, para determinar su capacidad de producir y distribuir el producto.
Si los procesos de experimentación transcurren como se espera, la transferencia empezará el primero de septiembre en paralelo en ambas empresas. En la primera quincena de diciembre se tendrán los primeros lotes de la sustancia activa que se producirá en Argentina. Se trasladarán a México, donde se espera contar con un proceso de aduanas expedito, para llevarlos a los laboratorios de Liomont. Ahí se terminará el proceso de producción y envase, para dejar entre 150 millones y 250 millones de dosis, en principio.
Sin violentar ningún tiempo ni proceso, se calcula que la vacuna podría ser distrbuida en la primera quincena de abril. Ebrard informó que su costo será de 4 dólares y que el gobierno la comprará para aplicarla gratuitamente a la población.
Fidler expresa su escepticismo en la edición del 14 de agosto de Science: La capacidad de respuesta de la humanidad frente a una catástrofe epidémica como la del Covid requiere una política de cooperación global de la salud que ha no ocurrido. Por el contrario, ha predominado en los países hegemónicos un nacionalismo frente al cual la necesidad de una cooperación internacional es más retórica que real
.
Es necesario, concluye, que los líderes del mundo recapaciten y sean capaces de construir una política de salud global que permita tener una mejor respuesta cuando la próxima pandemia nos golpee.