Sábado 22 de agosto de 2020, p. a12
El compositor David Lang (Los Ángeles, 1957) toma la estafeta de Ludwig van Beethoven (1770-1827) en el estudio, reflexión y búsqueda de la naturaleza humana. Su ópera, con minúsculas, prisoner of the state, comienza donde termina Fidelio, la obra en la que Beethoven indaga sobre el concepto y anhelo de libertad.
El Año Beethoven, 2020, transcurre en el encierro y no es casual que su ópera Fidelio ocurra en el aislamiento. Fue escrita, estrenada y grabada en disco cinco meses antes de la pandemia que cambió el rumbo de la historia de la humanidad. Adquiere dimensiones coherentes con su cometido: dejar atrás las tramas ridículas de las óperas convencionales para abrir paso a la reflexión personal y colectiva.
David Lang es uno de los grandes, colosales compositores contemporáneos. Entre sus virtudes destaca, después del genio indiscutible de Arvo Pärt (Estonia, 1935) como quien mejor escribe para la voz humana.
Para confirmar el aserto, invito a usted, hermosa lectora y a usted, amable lector, a deleitarse con 12 minutos que demuestran el talento inusitado de David Lang: ponga a sonar, ya sea en Spotify, YouTube, Deezer, Apple Music o la plataforma de su preferencia, la composición titulada Just.
Esa pieza fue utilizada por el cineasta italiano Paolo Sorrentino (Nápoles, 1970) en su bello filme Youth, y es la puesta en música de El cantar de los cantares en voces femeninas.
Voces femeninas abundan en belleza en la discografía de David Lang, por ejemplo, la ópera The Little Match Girl Passion, basada en el cuento de Hans Christian Andersen, La pequeña cerillera y la Pasión según San Mateo de Bach.
Esas combinaciones dramáticas, en el doble sentido de la palabra, dramaturgia y fuerte choque emocional, son habituales en los conceptos que enarbola este compositor a quien el mundo comenzará a voltear a ver y escuchar, dado que su producción enlaza prosodia con escena, imágenes con sonidos, palabra y movimiento escénico.
David Lang vio la ópera Fidelio cuando tenía 20 años y recuerda haber salido de la sala con muchas preguntas que le han perseguido hasta la fecha; durante muchos años preparó su ópera prisoner of the state, al igual que Beethoven ocupó años muy intensos de su existencia para escribir su Fidelio.
Ambos, Lang y Beethoven, escribieron sus óperas respectivas a partir de formularse muchas preguntas. Ambas óperas, la de Beethoven y la de Lang, tienen el propósito de plantear preguntas a sus escuchas y espectadores.
Beethoven compuso, luego de muchos intentos, su ópera Fidelio oder die heliche Liebe (Fidelio o el amor conyugal) con un libreto que le escribió Joseph F. Sonneleithner basado en el texto original en francés de Jean-Nicolas Bouilly y que ya había dado para otras óperas: Leonora, ou l’amour conjugal, escrita en 1798 por Pierre Gaveux, y Leonora, de Ferdinando Paer, de 1804, partitura que Beethoven poseía en casa y fue uno de sus instrumentos de estudio.
Sabemos, gracias a musicólogos que se ubican más allá del lugar común y las leyendas rosas que abundan en las biografías, que Beethoven es uno de los grandes revolucionarios de la historia. No solamente hilvanó e hizo gozne entre el rococó, el romanticismo y el clasicismo y estableció nuevos modelos de escritura cuyos efectos siguen vigentes, sino que fue un gran luchador social, un romántico de las causas perdidas, un entusiasta defensor de los derechos humanos.
La ópera Fidelio, de Beethoven, poco conocida porque no es una obra fácil en el sentido de que no posee lo que el consumo comercial necesita: arias bonitas, memorizables y que cualquiera pudiera tararear, además de que para cantarla se necesitan voces muy poderosas.
El tema de Beethoven es la libertad, la dignidad de las personas.
David Lang, quien ha sido definido cabalmente en la publicación cultural suprema, The New Yorker, por Oussama Zahr, como un astuto arquitecto de la música contemporánea
, sabe que la filosofía consiste en plantear las preguntas correctas y en consecuencia montó su partitura sobre el esqueleto
de la de Beethoven.
Hizo de lado, decíamos, las ridiculeces de los convencionalismos de las óperas tradicionales, en los que los personajes terminan haciendo cosas inverosímiles como morir cantando. Ya ni la cigarra.
David Lang quitó el fardo de la subtrama de la ópera de Beethoven para concentrarse en el tema que a aquel le importaba: la libertad, la dignidad de las personas.
Echó mano, para escribir él mismo el libreto de su ópera prisoner of the state, de textos de Nicolás Maquiavelo, Jeremy Bentham, Jean-Jacques Rousseau y Hanna Arendt.
Vemos así, pues hay videos disponibles en YouTube, cantar a su personaje The Gobernor:
is better to be feared
than to be loved
y a su personaje The Prisoner:
we are born free
but everywhere we are in chains
Maquiavelo y Rousseu, abonados a la cuenta de Beethoven en una ópera contemporánea que plantea preguntas tan sólidamente que deja atrás el fardo de las ideologías para ubicarse en el territorio de la filosofía.
Las metáforas pueblan la ópera de Beethoven y también la ópera de Lang. Cuando al final de esta última, todos los cantantes encaran al público en las butacas para decirles: ustedes ven aquí una prisión, nosotros vemos allá una prisión, no es sino una de las metáforas del aislamiento, de la opresión, del sometimiento.
Reflexiona Elkhanah Pulitzer, la directora de escena de prisoner of the state: planteamos parábolas escénicas y parlamentos donde nos preguntamos si hemos dado demasiado poder al Estado por encima de los individuos. Y es ahí donde Beethoven, Lang y yo nos hacemos a un lado, porque lo siguiente ya es responsabilidad del escucha, pues en eso consiste el trabajo cultural: en plantear preguntas para que la gente, el concepto de persona, se ponga en movimiento.
Ese es el territorio del compositor David Lang: la música hermosa, la música escrita para la voz humana y los planteamientos humanos, profundamente humanos, como los que detalla, en el sentido carnicero de la palabra, en su obra Anatomy Theater, para cuyo estreno se colocó al público en los balcones laterales altos y les fueron servidos vino y viandas, para reproducir las disecciones públicas de criminales en el siglo XVIII.
En esa ópera espeluznantemente fascinante, David Lang dedica un aria de gran belleza para cantar al cuerpo humano, y la trama de la obra consiste en la disección con bisturí órgano por órgano, en busca del lugar donde yace el mal, la maldad. Esa ópera de David Lang es una honda disección, un estudio de la naturaleza del mal. Su nueva ópera, prisoner of the state, es una gran parábola de la actualidad.
El mundo se aprestaba, hace apenas unos meses, a celebrar todo el año a Beethoven, por los 250 años de su nacimiento.
Los temas de Beethoven, incluido el confinamiento que vive la sociedad entera en el planeta, están vigentes, más que nunca.
Y es que vivimos el año Beethoven, 2020.