espués de seis largos meses de estar sitiados por la pandemia del Covid-19 que azota al mundo, los mexicanos estamos viviendo una transformación que, sin lugar a duda, dejará una huella positiva importante en la historia de nuestra nación, no sólo por la transformación tecnológica que estamos viviendo para hacerle frente a la enfermedad, sino por las nuevas formas de trabajo y colaboración que un buen número de empresas y organizaciones ha desarrollado con la finalidad de seguir operando, muchas de las cuales se han comenzado a dar cuenta de sus ventajas en comparación con sus formas tradicionales de operación.
En el caso de la educación, igualmente, maestros y autoridades se han percatado de las ventajas que tiene la educación a distancia, utilizada en estos meses para actualizar a los docentes, con costos de operación significativamente menores, constituyendo una solución real para asegurar educación a corto plazo, la secundaria y la media superior, a cientos de miles de jóvenes que hoy en día no han tenido ni tienen acceso a la educación.
Al mismo tiempo, la epidemia ha llevado a la quiebra a diversas empresas, ante la falta de recursos propios, así como a usuarios que compren o puedan adquirir los bienes y servicios que ellas producen; como resultado, no es difícil visualizar que al término de la misma, la estructura económica del país habrá cambiado de manera significativa, dejando una estela de compañías y empresarios sin capital ni trabajo, siendo una parte de éstos, los disgustados que prevén un futuro próximo con pesimismo, pensando que el gobierno no ha actuado correctamente, negándose a comprender que éste ha tenido como prioridad reducir en lo posible el número de contagiados y muertes, y que es relativamente poco lo que ha podido hacer para apoyar a las empresas medianas y pequeñas, incluyendo a las informales, en virtud del elevado endeudamiento que dejaron los gobiernos anteriores, siendo lamentable y vergonzoso que uno de ellos y los líderes de su partido sean ahora los principales críticos de las acciones del gobierno actual, aprovechándose del descontento de los empresarios mencionados, todo ello con el claro propósito de impedir la transformación que está en marcha siguiendo los lineamientos del presidente López Obrador.
Por ahora, estas críticas han recaído en el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, pero claramente dirigidas al Presidente, exigiendo la renuncia del subsecretario, no obstante, la certera coordinación que éste ha dado al personal encargado de enfrentar la pandemia, revelando con ello que es poco lo que les importa la salud y la vida de los mexicanos, pues de darse tal dimisión, el efecto directo no sería otro que el descontrol de la campaña contra el virus. ¿Es acaso esto lo que desean? En estas difíciles condiciones han surgido dos acontecimientos que incidirán positivamente en el futuro de nuestro país. Uno de ellos es el juicio que se le sigue en Estados Unidos a Genaro García Luna, secretario de Seguridad durante el sexenio de Felipe Calderón y el otro es el proceso que ha iniciado la Fiscalía General de la República a Emilio Lozoya, director de Pemex en la administración de Enrique Peña Nieto. En ambos casos, el nombre del ex presidente panista aparecerá como figura central de la descomposición social y la violencia con la que ha vivido la nación, en virtud de sus múltiples actos de corrupción, los cuales trató de ocultar con la complicidad de Peña Nieto. Más temprano que tarde, los delitos cometidos por ambos tendrán como resultado su juicio y encarcelamiento, siendo parte del proceso de cambio que estaremos viendo seguramente durante los próximos meses y como muestra importante de la transformación, que estamos viviendo en nuestro país.
Para comprender las dimensiones de esta transformación es necesario retroceder a los tiempos en que Felipe Calderón y Peña Nieto gobernaban México; del primero fueron emblemáticos los niveles de violencia que vivimos como resultado criminal de su imposición, mientras del segundo lo fue su célebre Pacto por México
, cuyos fines no fueron otros que la enajenación de los recursos energéticos de nuestra nación y la privatización de la educación pública, actos que al igual que los del panista, se cocinaron a espaldas del pueblo, cuyo notorio empobrecimiento, iniciado en el gobierno de Salinas y seguido por Zedillo y Fox, llegaba a niveles trágicos. ¿Qué fue lo que hizo posible que, durante el gobierno de Peña Nieto, el país llegara a condiciones similares a las que hicieron necesaria la Revolución Mexicana de 1910? ¿Fue su ineptitud, su nivel de corrupción o ambas?
Termino este artículo señalando la importancia internacional del cambio que estamos viviendo, por una parte fortaleciendo nuestras relaciones con los países de gobiernos progresistas de Centro y Sudamérica y, por otra, tomando en cuenta las posibles consecuencias del tratado de libre comercio de México con Estados Unidos y Canadá, establecido al final del gobierno de Salinas de Gortari, que de alguna manera puso en riesgo la soberanía nacional al ligar nuestro futuro al incierto comportamiento de la economía estadunidense, misma que hoy se tambalea ante la absurda política de su presidente Donald Trump, repudiado por la mayor parte de su población, incluso por personajes importantes de sus fuerzas armadas y de su propio partido, buscando así el camino para aligerar el yugo que el tratado original nos ha impuesto y, simultáneamente, estableciendo nuevas relaciones internacionales basadas en nuestras propias posibilidades de crecimiento.
* Director general del ILCE