Opinión
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España siempre eterna
A

principio de esta semana, en uno de los periódicos más leídos de España, que responde al pedagógico nombre de ABC, de conformidad con su tradición apareció el siguiente texto, que explica mejor que cualquier otra cosa el meollo de la idiosincrasia hegemónica en dicho país. Se refiere, claro, a la reciente difusión, ya no de pillerías y trapacerías de su majestad Juan Carlos Primero (y esperemos que el último), sino de una corrupción que suma muchos millones de euros en agravio, claro, de las finanzas de este país.

El texto es el siguiente:

“Los reyes, como los papas, no tienen que ver con los hombres, sino con Dios. Es estúpido juzgar a los monarcas con criterios terrenales… La monarquía es un don, una encarnación divina. Ni está sujeta a las leyes que los hombres nos hemos dado, ni queda a nuestro alcance comprender… su profundidad y significado. Un rey no nos representa a nosotros sino a Dios. Su idioma es el de la eternidad”.

Lo que resulta extraordinario aquí es que quien ungió y le dio legitimidad a Juan Carlos y, en consecuencia, al hijo de éste, fue ni más ni menos que el abominable dictador Francisco Franco. Así quedó establecido cuando el susodicho prófugo juró en las cortesanas cortes de entonces, en nombre de Dios y de los santos evangelios, lealtad al jefe del Estado Francisco Franco y a los principios del movimiento nacional… Asimismo, dijo con todas sus letras, aunque con una pésima lectura, que recibía del jefe del Estado y generalísimo Franco la legitimidad política surgida el 18 de julio de 1936. Es decir, según el ideario esgrimido en el párrafo transcrito y por muchos miles de españoles que votan a favor del Partido Popular o, peor aún, por Vox, el sustento divino proviene de un golpe de Estado de naturaleza claramente fascista que se sustentó en la dictadura más sanguinaria que ha padecido ese país en su historia. Tal es el sustento divino. A eso se le llama, como se diría vulgarmente, usar a Dios para un fregado y para un barrido.

Debería suponerse que los buenos católicos españoles no podrían avalar este discurso, pero al parecer resultan ser más fascistas que cristianos.

No puede olvidarse tampoco que Franco se decantó por la sucesión de Juan Carlos, a quien tenía comiendo de su mano cuando el verdadero sucesor –el esbirro mayor del franquismo– el tal Carrero Blanco, fue enviado directamente al cielo por un operativo de la ETA… ¡Cómo le cuesta reconocer a los españoles que su semidemocracia le sea debida a los independentistas vascos!

Los republicanos españoles de verdad tienen ahora una oportunidad de mandar a la monarquía mucho a… freír espárragos, en virtud de que se ha puesto en claro lo ridícula que resulta y, sobre todo, lo cara que sale, más por lo que se roba que por lo que se le asigna…

Porque viene a cuento, con ésta me despido: ¿estarán contentos Peña Nieto y Videgaray de haber lambisconeado tanto a ese gobierno? ¿O es que también llevaron moche en algunas de las soberanas trapacerías?