Número 155 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
+COVID-19
En el primer semestre del 2019, México deportó a 130,985 migrantes provenientes de Honduras, El Salvador y Guatemala.

La pandemia y la migración: México se quedó corto

Sara Duque Sosa

La situación de crisis sanitaria afectó de diferentes maneras a millones de personas en todo el planeta; y la llamada “normalidad” no da cuenta de las situaciones anormales que también forman parte de ella, como las políticas de control migratorio que irregularizan a las personas en movimiento, quienes enfrentan permanentemente riesgos y vulnerabilidades, cuando se desplazan de manera forzosa dejando sus lugares de origen, en busca de oportunidades para una vida digna.

América es un continente caracterizado por su movilidad; es imposible entender su contexto histórico, económico, político, social y cultural sin considerar los movimientos que la recrean, componen y moldean. Tan solo en 2019, en Centroamérica se desplazaban de manera interna y fuera de sus fronteras 890,000 personas buscando protección ante la violencia y persecución. Entre los 10 principales países de origen de solicitantes de asilo se encontraban Honduras (78,100), Guatemala (56,100), El Salvador (54,300) y Nicaragua (52,000). Se hablaba de 318,000 desplazados internos (en Honduras y El Salvador), y 570,000 refugiados y solicitantes de asilo (470,000 del norte de Centroamérica y 100,000 de Nicaragua). Entre los 10 países que más solicitudes de asilo recibieron están Costa Rica y México.

Es imposible pensar que en el contexto de la pandemia las personas en movimiento puedan frenar sus trayectorias; lo que ha pasado es que se han complicado sus experiencias, los planes y tiempos, pero las realidades que definen sus desplazamientos siguen siendo las mismas y se prevé que empeoren: el desplazamiento es forzoso y es importante entenderlo en su intensidad, a veces visible, a veces velada, pero siempre constante.

Antes de la pandemia en México

Cuando en octubre del 2018, miles de hondureños, salvadoreños y guatemaltecos cruzaron en caravana las fronteras de Honduras, Guatemala y México, se visibilizó el éxodo centroamericano. El gobierno mexicano anunció una política humanitaria, respetuosa de los derechos de los migrantes, ofreció las Tarjetas de Visitante por Razones Humanitarias y habló de un programa regional que permitiría apoyar las economías de sus países y la posibilidad de ofrecer trabajo en México.

Sin embargo, estas acciones fueron limitadas y cambiaron drásticamente cuando el gobierno estadounidense en mayo del 2019 amenazó con cobrar el 5% en aranceles a los productos mexicanos, en caso de no frenar la migración. El gobierno mexicano respondió movilizando a 15,000 elementos de la Guardia Nacional y el Ejército a la frontera norte y 6 500 elementos a la frontera sur.

De acuerdo con la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) México rompió un récord de deportaciones, en comparación con el gobierno anterior, en el primer semestre del 2019, cuando deportó a 130,985 migrantes provenientes de Honduras, El Salvador y Guatemala. Por su parte, el gobierno estadounidense promovió la externalización de sus fronteras, y ofreció a los países del llamado Triángulo Norte Acuerdos de Cooperación de Asilo (ACA), una política para instalar Terceros Países Seguros.

Esta refronterización hizo las fronteras más anchas, multisituadas, reorganizó el espacio fronterizo y cambió el paisaje en los distintos países por donde los migrantes se han ido desplazando. Los actores migrantes también han movilizado sus recursos en estos escenarios, no son sujetos que se dejan controlar y cuando se define una acción de control, ellos se movilizan y se desplazan para seguir en la ruta y en movimiento.

El covid 19 y los migrantes en México

En marzo pasado, en diferentes países de América Latina, se dieron a conocer los primeros casos de contagio, así como las medidas tomadas por sus gobiernos: estado de excepción de facto, cierre de fronteras, militarización, aislamiento y apoyos para los desempleados o más necesitados fueron algunas de ellas. La medida más cuestionada: dejar en manos de los militares la seguridad ciudadana.

De las medidas de “excepción” el cierre de fronteras resulto ser una acción contundente para impedir el flujo de centroamericanos hacia la frontera de Estados Unidos. Además desde el 20 de marzo el gobierno estadounidense rechazo de forma inmediata y sin opción a pedir asilo a las personas sorprendidas cruzando irregularmente la frontera, las deportaciones exprés enviaron a México tanto a nacionales como a personas de Centroamérica.

Las acciones del gobierno mexicano para enfrentar al covid-19 se desplegaron en distintos ámbitos, sin embargo, entre la población más vulnerable: migrantes, indígenas, campesinos, jornaleros agrícolas, trabajadoras sexuales y trabajadores informales, su política de información y medidas sanitarias no ha estado a la altura de las necesidades.

En el caso de la población migrante, por ejemplo, las estaciones migratorias desalojaron tarde a las personas ahí retenidas, migrantes y sociedad civil hicieron presión para que esto ocurriera, hubo fugas y amotinamiento, un ciudadano guatemalteco murió de asfixia y otros resultaron heridos en algunos de estos incidentes. Cuando finalmente los migrantes pudieron regresar a sus países de origen se enfrentaron con la falta de coordinación entre dependencias, el abandono de parte de las autoridades y el cierre de fronteras.

Para los que decidieron continuar su viaje, haciendo una pausa, se encontraron con albergues cerrados por la contingencia sanitaria. Para los solicitantes de refugio los trámites se volvieron más lentos. Los refugiados reconocidos, y que ya habían conseguido empleo y formaban parte de un Programa de Integración del ACNUR, volvieron a situación de calle al quedarse sin empleo. Aunque en abril el gobierno mexicano declaró las solicitudes de asilo y refugio como actividad esencial, el proceso sigue siendo lento por la cantidad de solicitudes sin resolver del año anterior y esto ha generado mucha ansiedad. El representante de ACNUR en México reportaba que desde el mes de abril se redujeron en un 85% las solicitudes de asilo en México, lo que no significa que se tenga un repunte en los meses siguientes.

Dicen que la mayor vulnerabilidad para los migrantes en la pandemia es la xenofobia, esto cobra relevancia cuando se acentúan los miedos o las incertidumbres en las sociedades, y se fortalecen discursos como el del presidente de Estados Unidos que llama al coronavirus el “virus chino” o “extranjero”, o cuando declaró hace unos días que de no ser por el muro estarían “inundados de coronavirus”.

También la violencia de género, la “otra pandemia”, se disparó en este contexto.

Las manifestaciones de rechazo también las viven los migrantes al regresar a sus lugares de origen, se les señalaba como portadores del coronavirus y se manifiestan en su contra, impidiéndoles el acceso. Sin embargo, no hay cifras públicas respecto al número de migrantes contagiados, y los mecanismos empleados para mitigar el contagio, esto sería muy útil para impedir que se discrimine y señale a los migrantes como causantes del contagio.

Es importante mencionar la falta de acceso a los servicios de salud en México, pocas personas en movimiento pueden tener acceso al hospital, algunos por el temor de no tener papeles, otros, no tienen información suficiente y prefieren ir con los médicos de las farmacias, algunos han comprobado lo que los mexicanos sabemos, la salud pública en nuestro país es un servicio insuficiente y en crisis.

No quiero dejar de mencionar que la violencia de género, la “otra pandemia”, disparó sus cifras en el confinamiento, y aunque los gobiernos de México, El Salvador y Honduras no lo reconocen, es un hecho que un porcentaje significativo de mujeres huye de la violencia ejercida por sus parejas o pandillas y en el confinamiento exponen sus vidas.

La pandemia apenas nos deja ver escenarios que se irán reacomodando en los próximos meses, las políticas de control y militarización de los territorios y las causas estructurales que empujan a las personas a dejar sus países de origen tendrán nuevos impulsos una vez que se pretenda reactivar las economías en crisis. Es necesario estar atentos al desplazamiento forzado, las personas en movimiento, seguirán luchando por su vida aun cuando esto signifique enfrentarse a la muerte y al contagio. 12 de julio, 2020. •