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▲ Imagen del filme Mozart y Mambo: A Cuban Journey with Sarah Willis.Foto
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Periódico La Jornada
Sábado 15 de agosto de 2020, p. a12

¿La música de Mozart se baila?

Por supuesto, responde el músico cubano Yuniet Lombida: Las melodías de Mozart son fuertes, se pueden bailar si se le ponen las bases adecuadas, por ejemplo: un, dos....

Chasquea con los dedos y dirige a la Sarahbanda: un grupo de percusionistas cubanos que sigue la dirección musical de Yuniet Lombida y hacen sonar el tema central de Eine Kleine Nachtmusik en forma de bolero, y entonces el músico que toca las tumbadoras propone: ¡ahora como cha cha chá!, y un, dos...

Entonces se arma la rebambaramba, dicho sea en honor de don Amadeo Roldán (1900-1939), tocayo de Volfi Mozart y autor del ballet La rebambaramba.

Y se arma la pelotera, dicho sea en sentido figurado y con hartísimo entusiasmo, porque el disco que hoy recomendamos se titula Mozart y mambo, y se baila, claro que sí.

Es el sueño realizado de Sarah Willis, nuestra heroína de hoy. Ella, británico-francesa nacida en Maryland con infancia en Tokio, Boston, Moscú y Londres, comenzó a tocar el corno francés cuando tenía cuatro años y hoy es una de las mejores alientistas del planeta.

Fue la primera mujer en la sección pesada de alientos-metales de la Filarmónica de Berlín, la mejor orquesta del mundo.

Realiza joviales entrevistas a los directores huéspedes y a los virtuosos solistas en los intermedios de las transmisiones en vivo de los conciertos de la Filarmónica de Berlín, a través de la Digital Concert Hall, la Sala de Conciertos Virtual que creó en 2008 sir Simon Rattle y que hoy día continúa a la vanguardia de la revolución cultural acentuada por la pandemia.

Mantiene un programa en la televisión alemana: Sarah’s Music, serie de la Deutsche Welle dedicada a la música de concierto.

En su página web, Sarah Willis nos regala manjares: muchos videos, entre ellos una serie titulada Hangouts, que consiste en entrevistas con grandes músicos, como una delicia que les recomiendo mucho: “Wynton Marsalis takes the Sarah’s Music Horn Challenge”: vemos a Marsalis en plena embocadura del corno francés perteneciente a Sarah Willis, quien le proporciona indicaciones básicas de posición de los dedos en el instrumento, y el maestro suelta amplia elaboración frente al asombro de Sarah, quien exclama, agradecida: Mi corno ha sido bendecido.

El corno francés es un instrumento muy peculiar. En muchos lados traducen su nombre al español como trompa. Ni que fuera taco de carnitas.

La belleza de su sonido, su arquitectura Fibonacci, su alma dorada. No hay melómano, y por supuesto no hay cornista, que no ame los cuatro Conciertos para Corno de Mozart y otras piezas que escribió el buen Volfi para tan preciado instrumento.

La cercanía de Mozart con el corno francés se debe a su gran camarada, el cornista Joseph Leutgeb, amigo de la infancia.

Y ya que hablamos de amigos de Mozart, a su carnalito Anton Stadler escribió partituras muy hermosas para un instrumento que añoro: el fabuloso corno di basseto, abuelito del actual clarinete.

Ah, y por cierto, a propósito de amigos y de amigas. A Mozart le encantaba la pachanga. Bailaba bien chido. Sus amigos pasaban por él para viajar a Praga, donde bailaban y bailaban. Ya en alguna ocasión el Disquero convidó un álbum que recoge esas fiestas.

El disco Mozart y mambo nació del amor. El amor de Sarah por la música de Mozart para corno. El amor de Sarah que le nació del asombro: descubrió que hay una estatua de Mozart en La Habana y un músico de allá le dijo, de manera natural: “Oye, chica, quélotuyo, peroeque el Mósal ése, debió ser cubano, chica. Cosamágrande”.

El amor de los músicos cubanos por Mozart. El amor por el baile. El amor, ay, el amor.

Sarah aceptó en 2017 dictar una clase magistral de corno a músicos cubanos. Jamás imaginó la cantidad y calidad de cornistas cubanos, qué balbalidá, mi niño, venacá.

Y de esa alegría nació este, así lo bautizó ella, proyecto bien loco, de combinar la amada música de Mozart con la amada música cubana.

Con los jóvenes integrantes de la Havana Lyceum Orchestra, dirigida por José Antonio Méndez Padrón, Sarah interpreta en este disco el Concierto para Corno Francés Número 3, K.447 y el movimiento incompleto (así lo dejó Mozart) del Concierto K.370b; en la cadenza, o momento de improvisación, suelta una andanada de mambo, y el track 2 del disco se titula, de plano: Qué rico el mambo, composición de don Dámaso Pérez Prado, mejor conocido como el Carefoca, sí, señor, y, bueno, la rebambaramba, el siguiente track se titula, en honor a Sarah, Sarahnade mambo, a partir de Eine Kleine NachtMusik y se baila y se canta aaasííí:

y ahora te traigo mambo,
mambo
yo quiero mambo, mambo
ay, cómo me gusta el
mambo, mambo
yo quiero mambo, mambo
aquí tú lo bailes mambo,
mambo
aquí tú lo goces, mambo,
mambo

Cosamágrande.

Tenemos, hermosa lectora, amable lector, un disco delicioso, bailable, súper alegre. Nos cambia la energía. Ideal para sobrellevar la cuarentena.

Por cierto, este es uno de los últimos discos que fueron grabados (enero de 2020) en la vieja normalidad.

Hoy, que la historia ya cambió para siempre, tenemos aquí la música de Mozart, que es pura alegría. ¿Había usted imaginado bailar Mozart? ¿Me concede esta pieza, hermosa dama, o nos esperamos a las calmaditas?

La sonrisa de Sarah Willis, su condición de una de las mejores alientistas del planeta, hacen posible todo sueño. En su página web y en YouTube podemos disfrutar el filme Mozart y Mambo: A Cuban Journey with Sarah Willis, dirigido por Magdalena Zieba-Schwind en La Habana, apenas en enero pasado.

Vemos en ese filme cómo la Sarah banda, integrada por percusionistas y el saxofonista Yuniet Lombida, explica con ejemplos palpables cómo es posible bailar a Mozart.

Vemos también en ese filme bailar de lo lindo a Sarah, ante el asombro de la joven cornista cubana Susana Venereo, quien le dice a su colega Lázara Santana: Sarah baila mejor que yo, mejor que muchas cubanas.

Sarah banda. Los juegos de palabras a partir del nombre de la maestra Willis permiten titular, por ejemplo, el track 4, como Sarahnade Mambo, a partir de la popularmente traducida como Una pequeña serenata nocturna, cuando el original quiere decir: Una Pequeña Música de Noche.

Música soleada, la de Mozart, desfila por las calles con los jóvenes músicos y arman un festival de corno francés en la plaza de la catedral, en la vieja Habana, y bailan y bailan y sonríen.

Así nosotros, cuando ponemos a sonar el disco. Bailamos. Sonreímos. Y exclamamos: ven acá, niña, peroeque ése Mósal, el Mósal ése, era cubano, chico.

Cosamágrande.

Gracias, querida Sarah, por tanta sarahmagia.

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