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Como válvula de escape, fiestas clandestinas de música electrónica reaparecen en París
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▲ Las free party se realizan con un entorno de cierta permisividad de las autoridades.Foto Afp
 
Periódico La Jornada
Miércoles 5 de agosto de 2020, p. 8

París. El cierre de las discotecas en París a causa del coronavirus y cierta permisividad de las autoridades han hecho reaparecer las free party, fiestas clandestinas de música electrónica que desde los años 1990 habían desaparecido de esta ciudad.

El epicentro del fenómeno es el Bosque de Vincennes, un parque al este de la capital, fácilmente accesible en Metro.

Hay que caminar más de 15 minutos y seguir el rastro de la música electrónica, antes de llegar a una de las 10 fiestas totalmente ilegales escondidas en medio del parque.

Algunas de estas reuniones, a las puertas de París, llegaron a tener en julio hasta mil participantes.

Nunca había visto algo así, es algo completamente increíble, dice el organizador Illa Gianotti, cofundador del grupo Soeurs Malsaines.

Empezó tímidamente. Poco a poco los colectivos empezaron a salir de casa en mayo, con las primeras fiestas discretas, no necesitamos gran cosa, sacar las bandejas para vinilos del salón, alquilar un generador y un amplificador e instalar luces audiorítmicas, relata, por su parte, Antoine Calvino.

Responsable del colectivo Microclimat, Calvino fue uno de los primeros en poner sus bandejas en el parque desde mayo, cuando terminaron las restricciones.

Con el término del confinamiento, la presión era muy fuerte, las discotecas e incluso los bares estaban siempre cerrados y no había muchas alternativas para volver a ver a sus amigos e ir de fiesta, explica.

Y la fiesta es vital, para algunos es una forma de vida paralela, el momento para desahogarse y encontrarse. Es una válvula de escape y una zona de tolerancia sin igual.

Pero la nueva vida secreta y nocturna del parque terminó siendo conocida. A mediados de julio la policía empezó a intervenir para dispersar las fiestas y confiscar el material de los organizadores.

El ayuntamiento de París, que gestiona los parques y jardines de la ciudad, reconoce que está sorprendido por el alcance del fenómeno y está intentando urgentemente encontrar una manera de controlarlo.

Problema social

Hay un verdadero problema cultural y social en este momento y nosotros, el ayuntamiento, no queremos enviar a la gendarmería, queremos que las cosas se puedan hacer, dijo Frédéric Hocquard, responsable de la vida nocturna de la capital.

En la otra punta de París, los adeptos de la free party, con experiencia desde los años 1990 de reuniones celebradas en terrenos enfangados y con grandes equipos de música, están en plena preparación de una velada clandestina llamada Transe ta Race.

Estos veteranos reciben a jóvenes que tienen fama de proponer música electrónica radical y de consumo de estupefacientes.

El público de las discotecas siempre venía, pero ahora, teniendo en cuenta que las fiestas tecno están detenidas, es la única alternativa, justifica la organizadora del encuentro, que usa el seudónimo Geutto Blaster One.

El lugar se anuncia de último momento a través de un mensaje vocal.

Para entrar, hay que escalar un pequeño muro, sacarse la mascarilla, desinfectarse las manos y pagar 10 euros por los gastos de organización y los de una posible multa.

Cinco policías llegan, lanzan advertencias y confiscan algunos cigarrillos de mariguana, pero luego se van. La fiesta puede empezar.