En México, los menores de uno a cuatro años se ubican entre los mayores consumidores de comida chatarra y bebidas azucaradas. Se estima que 83 por ciento ingieren con frecuencia líquidos endulzados; 64 por ciento consume con regularidad postres y botanas, y cerca de 50 por ciento son consumidores habituales de dulces, alertó Mauro Brero, jefe de nutrición de la Oficina de las Naciones Unidas para la Protección de la Infancia (Unicef) en México.

Al participar en el seminario virtual Generación pandemia: el futuro de la alimentación infantil, convocada por Ethos Laboratorios de Políticas Públicas y la Coalición Contrapeso, especialistas destacaron que hay un intenso marketing de publicidad dirigido a niños, pues representan un mercado enorme y las posibilidades de obtener grandes ganancias.

Otilia Perichart, del Instituto Nacional de Perinatología, destacó que los determinantes tempranos en la dieta de los menores son cada vez más relevantes en la probabilidad de desarrollar o no enfermedades crónicas degenerativas como la obesidad, en la que nuestro país ocupa el primer lugar en niños y adolescentes, pues más de 35 por ciento de quienes tienen menos de 12 años sufren sobrepeso u obesidad.

Los primeros mil días de vida –desde la gestación hasta los dos años de edad– son clave para determinar si se desarrollarán o no estos padecimientos crónicos en la vida adulta, por lo que es central que las familias, no sólo los niños, tengan acceso a dietas más sanas, apuntó.

Desnutrición y pobreza

Laura Montes de Oca, del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, destacó que el país enfrenta altos índices de pobreza alimentaria, por lo que no sólo tenemos niños con sobrepeso y obesos, sino infantes con desnutrición. La mitad de la población vive en pobreza, por lo que acceden a productos baratos y de bajo valor nutricional como botanas, refrescos y galletas.

Señaló que la regulación del mercado de productos alimenticios de bajo valor nutricional no ha funcionado porque no es una cuestión de buena voluntad, sino de establecer regulaciones claras que se cumplan, pues ahí está el fracaso de la regulación en la venta de alimentos chatarra en escuelas.

Los especialistas afirmaron que se deben consolidar las medidas de regulación, pero también la orientación y formación de los consumidores para que sepan qué están consumiendo y los riesgos que esto representa para su salud. Destacaron que no se trata sólo de mantener un no al consumo de los alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas, sino hacer accesibles a la población alimentos sanos, poco procesados y vinculados a las dietas tradicionales.