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¿La fiesta en paz?

Ponce el bueno, lo que faltó decir // La riesgosa tentación de figurar

E

ntre las muchas cosas que quedaron pendientes de decir en la columna anterior en torno a la personalidad del matador capitalino Raúl Ponce de León, está su gusto por realizar con inusitada frecuencia, en aquella gloriosa temporada de novilladas de 1969 en la Plaza México, la difícil suerte de recibir lo que a la postre le permitió ganar el Estoque de Plata de ese año, cuando el entonces empresario del coso, el doctor Alfonso Gaona, supo dar sólo 28 novilladas, muchas con el numerado lleno, no 12 desairados festejos para cubrir el requisito, como ocurre en décadas recientes. Ese 1969 Ponce de León hizo el paseíllo en la monumental de Insurgentes ocho tardes, saliendo a hombros de la enardecida multitud en varias de ellas, hubiera corte de orejas o no, pues la entrega recíproca es otra cosa, hasta convertirse en auténtico ídolo de la afición.

Pero como los artistas auténticos traen el arte a flor de piel, luego de deficientes administraciones y peores valoraciones por parte del imprevisor sistema taurino mexicano, Raúl, lejos de amargarse o darse a las lamentaciones comenzó a incursionar en otros campos, como la pintura y el canto, donde su sensibilidad y privilegiada expresión encontraron fluido cauce.

“Reynaldo Torres, mi amigo –evoca Raúl– quiso hacerme un óleo en el que doy un muletazo y mi petición fue que me permitiera ver cómo realizaba el cuadro. Aquello me subyugó y adquirí mis primeros pinceles y un viejo caballete. Y tuve que darme prisa, sobre todo después de que en el periódico leí el anuncio: ‘Se solicitan toreros’, cuando en realidad decía ‘Se solicitan torneros’. Luego, en mi primera visita al Museo del Prado tuve mi segunda ‘lección’, ahora a cargo de unos estudiantes de arte que realizaban copias de autores clásicos. Me pasé una tarde viéndolos.

“Concluí mi formación técnica en charlas con dos entrañables pintores taurinos, Antonio Ximénez, con una vocación que le permitió superar una parálisis en la mano diestra y seguir pintando igual o mejor con la izquierda, y Rodolfo Francisco, fino acuarelista que gustaba de plasmar escenas de toros con charros ‘vestidos de su paisaje’. El resto ha sido mi afición y la práctica diaria, lo que me ha permitido exponer y vender obra no sólo taurina en México y Estados Unidos. Lo de la cantada se dio por la bohemia. Conversar de toros y cantar es una combinación estupenda. Con el matador Jorge Blando, magnífico guitarrista, cantaba en la peña El Payador, no folklore latinoamericano, sino rancheras de José Alfredo y algunas rumbas flamencas para contrariedad de la paciente propietaria”. Matador, pintor, cantor y criador de reses bravas, Raúl Ponce de León puede confesar satisfecho que, al igual que Neruda, también ha vivido.

No han sido imaginativos ni propositivos los senadores de Morena metidos a taurinos, Armando Guadiana Tijerina y Pedro Haces Barba, quien debió dejar el cargo cuando el antiguo panista Germán Martínez renunció a la dirección del IMSS en mayo de 2019 y regresó al Congreso. Inquieto, Haces decidió anunciar con motivo de su cumpleaños el Primer Torotón Por la Unidad Taurina Nacional (sic) del 16 al 19 de julio en su Cortijo Santa Martha, en el Ajusco de la Ciudad de México, con la participación de 40 toreros y otras tantas ganaderías y observando las normas sanitarias. Pero más que unidad, lo que Haces logró fue ponerse de pechito para que a la 4T le tupieran bien y bonito. En el fondo, ¿qué andará buscando Haces?, tan asesorado como desubicado en materia taurina.