a pandemia económica que golpea al planeta no afloja y los organismos financieros internacionales y regionales, lejos de visualizar una mejoría en el corto plazo, advierten sobre caídas más pronunciadas a las previstas tres meses atrás.

En el caso mexicano, las cifras más recientes divulgadas por el Inegi revelan que en mayo pasado el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE, que mide el comportamiento económico del país en el corto plazo) mostró una disminución de 2.6 por ciento en términos reales, para una caída a tasa anualizada de -21.6 por ciento.

Al respecto, el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC) advierte que la actividad económica nacional se encuentra en un momento álgido que definirá su rumbo por los próximos 5 años. La magnitud de la recesión no tiene precedente en la historia moderna de México, el confinamiento causado por el Covid-19 tuvo consecuencias considerables, pero todavía falta observar cuántas son temporales y cuáles serán estructurales.

La economía nacional, subraya el IDIC, llegó débil a esta coyuntura, razón por la cual se debería contar con una estrategia integral de política económica, industrial y laboral para enfrentar un entorno tan desafiante. El efecto de toda crisis es de precarización y erosión de la convivencia social y económica del país, México lo conoce por las recesiones recurrentes que han acontecido en los últimos 40 años: con causas diferentes tienen consecuencias similares, una afectación estructural al bienestar de las familias y a la capacidad de inversión y generación de empleo formal por parte de las empresas.

No es casual la realidad que México ha vivido durante las últimas cuatro décadas: Es el resultado lógico de programas de ajuste fiscal que se aplicaron para enfrentar las crisis pasadas; se sacrificó la inversión y, con ello, el futuro del país: aquello es hoy nuestro presente. Ahora se tiene la oportunidad de aplicar una estrategia con capacidad de vencer esa historia.

El IDIC propone dos elementos básicos: construir un acuerdo nacional que permita armar una agenda mínima para alcanzar una rápida reconstrucción del país, y un programa de desarrollo industrial integral que dé viabilidad a la reactivación económica y que tenga a la conservación y creación de empleo formal como elementos precursores del bienestar. La conformación del próximo presupuesto es la oportunidad para iniciar el proceso de planeación que culmine con una estrategia integral. De otra forma, el peso de la inercia puede comprometer el desarrollo social y económico de México en el siguiente lustro.

Al analizar el comportamiento económico y los datos continuos sobre el IGAE, es claro que la economía mexicana “ya se encontraba en un proceso recesivo antes del Covid-19: el confinamiento elevó el grado de afectación, pero no originó los desequilibrios que enfrenta el sistema económico. Tal indicador acumula 13 tasas negativas consecutivas en su medición anual.

Como resultado, detalla el IDIC, se tiene que el ciclo económico del país y la capacidad potencial del IGAE siguen mostrando una tendencia a la baja que aún no toca un nivel mínimo. La apertura parcial de las actividades sociales y económicas es un factor que permite estimar que durante junio y julio se alcanzará ese mínimo; sin embargo, también se tendrá que considerar que ello sólo implicará que la magnitud de las tasas negativas se atenuará, pero que ahora falta observar cuándo terminará ese periodo de resultados adversos.

No es óptimo el punto de partida para la reactivación, pero se deberá observar qué afectaciones estructurales tendrán el mercado laboral, las empresas y las propias finanzas públicas. De ahí dependerá la capacidad de gasto e inversión de la economía nacional durante los meses y años por venir”.

Las rebanadas del pastel

Atento mensaje presidencial para el comandante Borolas, el copetes Peña y mafia que los acompaña: en las corruptelas de Odebrecht, reforma energética y conexos, todos los involucrados tienen que comparecer ante la justicia.

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