Urge cambio de modelo // Ex legisladores, nerviosos
n la medida en que la pandemia no ceda y se logre achatar
la curva de contagios, la economía seguirá en pleno deterioro y los efectos sociales serán crecientes. Cómo estará la cosa, que hasta el siempre rígido Fondo Monetario Internacional insta a los gobiernos de aquí y allá a mantener y ampliar
la canalización de fondos en apoyo de los grupos vulnerables, algo impensable en un organismo (¿ahora populista?) que ha tenido mucho que ver, precisamente, en la pauperización de millones de seres humanos.
A escala global el panorama es ingrato, pues nadie encuentra la fórmula para domar al monstruo, pero ¿cuál es el horizonte inmediato para México? El Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico analiza el punto y de su resultado se toman los siguientes pasajes.
México enfrenta una recesión que provocará un cambio estructural sobre su economía y sociedad. La magnitud de la crisis ya se conoce: la mayor caída industrial desde 1934, situación que provocó una contracción de la economía en su conjunto que este año podría implicar un retroceso superior a 7 por ciento del producto interno bruto (PIB).
¿Cuál es el punto de partida? El freno aplicado entre marzo y julio a los motores de crecimiento y generación de empleo no sólo exacerbó la recesión, sino que ha generado incertidumbre sobre cuántas empresas (grandes, medianas y pequeñas) sobrevivirán y a partir de ello qué ocurrirá con el empleo, la inversión y el crecimiento del país durante el siguiente lustro.
De ese resultado dependerá la evolución de la pobreza y el bienestar de la sociedad mexicana: el gasto público asistencial no bastará para evitar la precarización; sólo el crecimiento económico lo puede lograr. Toda crisis es un depredador del bienestar social. Causa fragmentación y polarización, porque destruye empleo al erosionar la capacidad de inversión de las empresas y del propio gobierno.
Ninguna política social asistencial puede sobrevivir a crisis profundas o recurrentes: la caída de los ingresos tributarios provoca un ajuste restrictivo que lacera la inversión pública y se extiende a su gasto operativo. La austeridad sistémica es una consecuencia y obliga a que la población deba buscar alternativas de corto plazo para subsistir; la informalidad.
Es el fantasma que recorre el futuro, pero también el resumen del desempeño de México en los últimos 40 años: la informalidad, la falsa válvula de escape. ¿Cuál es la fragilidad de México en este momento? No contar con un programa de reactivación económica y una estrategia de desarrollo para la generación de empleo. Se requiere un acuerdo nacional que integre toda la cadena productiva: sólo la visión de un Estado desarrollador industrial podrá modificar la inercia del cambio estructural de precarización social y económica.
La recesión previa al Covid-19 y el cierre total de la economía se han combinado para afectar a un sistema productivo nacional que ya se encontraba enfermo. De igual forma se exacerbará la precarización del mercado laboral. Para enfrentar exitosamente ese entorno se requerirá contar con un plan contingente que haga a un lado algunos paradigmas que cierran la posibilidad de implementar estrategias pertinentes para el momento que México vive, en el entendido de que toda crisis erosiona los recursos humanos y físicos con que se contaba antes de ese tipo de evento.
¿Cuál es la realidad de la economía mexicana? De acuerdo con el Inegi, cuenta con 4.8 millones de unidades económicas, pero 54.7 por ciento del valor agregado censal bruto depende de menos de 11 mil de ellas, grandes empresas. Si se agregan las 17 mil unidades económicas de tamaño mediano, la proporción del valor agregado supera 66 por ciento del total nacional. En cambio, por número de unidades económicas y personas ocupadas, México es un país de micronegocios (94.9 por ciento del total).
Las rebanadas del pastel
Ante lo que se les avecina, los legisladores que aprobaron la reforma
energética en 2013 están al borde de un ataque de nervios… y con un pie en el reclusorio.