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La relación entre lo sagrado y la salud siempre ha estado presente en la historia: experta

Es un desatino calificar de ignorantes las expresiones religiosas exacerbadas por las pandemias, señala Fallena Montaño

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▲ En la imagen, ilustración del Malleus maleficarum.Foto tomada de Internet
 
Periódico La Jornada
Martes 21 de julio de 2020, p. 4

El miedo es parte de la humanidad, por eso resulta una falta de tino calificar de ignorantes las expresiones religiosas exacerbadas, que son una respuesta natural ante el temor que ocasionan, por ejemplo, las pandemias, considera la historiadora Denise Fallena Montaño.

En entrevista con La Jornada, la especialista explica que durante la Edad Media se convivía con la muerte en todo momento, pero cuando se desataron las grandes epidemias y las poblaciones se toparon con que no había manera de curarse, “regresaron a los dioses de la antigüedad clásica. Cuando hay algo que no puedes comprender y que está más allá de tus posibilidades resolver, le rezas a quien sea y haces lo que sea para tratar de sobrevivir.

Es así como surgieron santos especializados en curar pandemias, por ejemplo, San Sebastián, cuyo culto fue incluso traído a la Nueva España. En el oriente de Europa fue San Demetrio el protector de Grecia y el imperio Bizantino.

Alrededor del año 418, las reliquias de San Demetrio fueron depositadas en la iglesia de Tesalónica; desde entonces, esa ciudad griega se convirtió en el gran centro de su culto. Los creyentes acudían en grandes multitudes al santuario, pues, dicen las fuentes antiguas, de las reliquias fluía una aromática y milagrosa mirra, la cual, por su composición, no es agua, es más espesa y no se parece a ninguna sustancia conocida por nosotros. Es sumamente aromática, no sólo de lo que conocemos como artificial, sino en relación con todo lo creado por Dios.

El escritor estadunidense Harry Turtledove, estudioso de la historia bizantina, publicó en 1997 la novela fantástica Tesalónica, inspirada en los milagros de San Demetrio.

Mientras San Sebastián fue un oficial romano que sufrió martirio en tiempos del emperador Diocleciano por defender su fe cristiana. Se le condenó a morir flechado, pero sobrevivió al tormento, así que se le decapitó.

En el siglo VI, durante una epidemia, supuestamente de malaria, se hallaron unos restos en la ciudad italiana de Pavía que se atribuyeron al santo; los trasladaron a un templo y se dice que la enfermedad cesó milagrosamente en ese lugar en ese mismo instante. Desde entonces, San Sebastián gozó de gran popularidad en Italia (ampliamente representado en el arte) y, por extensión, en toda Europa, pues se le invocaba para terminar con las diversas plagas que siguieron ocurriendo.

Denise Fallena, doctora en historia del arte del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, narra que durante muchos siglos fue común que las reliquias de muchos otros santos, tanto huesos como telas de sus vestimentas o sandalias que se decía habían portado, se usaran para hacer tés curativos. Pulverizaban los huesos o cortaban pedacitos de otras piezas de las reliquias y se los tomaban, sobre todo los emperadores y los reyes; esas eran sus nanopartículas milagrosas, bromea la especialista.

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▲ En la imagen, San Sebastián intercede en una epidemia de peste, óleo sobre madera de Josee Lieferinxe, 1499, de la Walters Art Gallery, Baltimore, en Estados Unidos.Foto tomadas de Internet

Temor y violencia

Añade que esa fue una práctica frecuente hasta el siglo XVIII, hay registros que datan de esa fecha que indican que en la Nueva España los virreyes comían reliquias para curarse. Esa relación con lo sagrado, con los santos, la mística y la salud siempre ha estado presente en la historia; no era extraña la idea de ingerir a un santo para adquirir una protección.

Mientras tanto, continúa la investigadora, en el mundo musulmán “hubo interés por traducir los tratados de medicina en griego de Aristóteles y de Dioscórides, precisamente, para buscar sanar a las personas. Pero también hubo grupos muy religiosos que no querían contradecir los designios divinos, pensaban que las pestes eran castigos de Dios, entonces se oponían a las curas y aceptaban que la pandemia tenía el propósito de limpiar al mundo.

“Por eso hubo grupos cristianos que atentaron contra los judíos, exterminaron barrios completos en las ciudades al hacerlos responsables de las epidemias, no sólo a ellos sino a todos los grupos que fueran en contra de los dogmas cristianos.

“Las pandemias generan mucha violencia, además de la muerte por la enfermedad, debido a la necesidad de buscar culpables; es algo que, por desgracia, vemos también hoy día con la violencia que algunas personas ejercen contra médicos y enfermeras.

“La xenofobia brota en las crisis sanitarias, porque transferimos el miedo que tenemos a la enfermedad, al otro que no conocemos, y que creemos culpable de las tragedias. Nos volvemos violentos porque tenemos miedo.

“Lo estamos viviendo en carne propia; hay quienes dicen que no es cierto que existe el coronavirus, que es un invento, o que es algo creado para exterminar a los grupos indígenas, o que las personas que están sanitizando en realidad esparcen un veneno.

Se comienza a buscar explicaciones ante el temor tan grande de algo que no podemos combatir, así ha sido durante siglos, concluye la historiadora.