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Un hoyo en la pared
E

n estos largos tiempos de contingencia sanitaria, en los que teatros y cines permanecen cerrados y las opciones de entretenimiento audiovisual favorecen la hegemonía de las plataformas digitales, el trabajo de reseñista de cine se ve amenazado, de igual manera que tantos otros, por la relativa escasez de propuestas fílmicas de calidad. De modo parecido a la vieja labor de destacar en la cartelera comercial o en el circuito independiente de cine de arte, una película susceptible de despertar el interés de los lectores, ahora es preciso revisar continuamente las plataformas o las propuestas de distribuidoras o instituciones culturales, para conseguir algo mínimamente parecido a la reseña oportuna de una película valiosa o al menos interesante, en espera siempre, por supuesto, de tiempos más venturosos.

La plataforma Netflix –no estrictamente la mejor, aunque sí la que mayor variedad de series y estrenos fílmicos ofrece ahora– presenta en su título original en afrikáans, Gat in die Muur (A Hole in the Wall/ Un hoyo en la pared), producción sudafricana independiente, dirigida y protagonizada en 2016 por el comediante y cineasta André Odendaal, incorporada este año a su catálogo. La película refiere, entre tonos festivos y melodramáticos, el itinerario crepuscular de Rian (el propio Odendaal), hombre de 50 años a quien se le ha diagnosticado un cáncer terminal de colon. Como es recurso narrativo habitual en este tipo de tramas, la experiencia del protagonista es la ocasión para un ajuste de cuentas afectivo con la familia directa (esposa y un hijo único) de la que siempre se ha mantenido distante. En realidad, lo que la cinta explora con mayor detenimiento es la relación conflictiva de Rian, descrito como hombre egoísta e insensible, detrás de su máscara de hedonista libertario, con su hijo de 20 años Ben (Nicholas Campbell), quien representa el lado opuesto de esa actitud paterna. La madre sólo aparece como la figura doliente y taciturna con una gran carga de resentimiento por el olvido conyugal impuesto. Rian ha decidido terminar sus días con la misma despreocupación y petulancia satisfecha con que ha llevado hasta el momento su vida.

El guión de Susan Coetzer se propone enmendar la plana a este personaje moralmente incómodo. El título Un hoyo en la pared alude no sólo a una fantasiosa leyenda local, según la cual los espíritus de los ancestros regresan a cuidar a las generaciones nuevas, sino, de modo más concreto, a la delicada transmisión paterna de una aleccionadora experiencia de dolor al hijo retraído e inmaduro que siempre se ha mantenido al margen de la complejidad de un compromiso afectivo. Al lado de ese hijo pródigo y de Ava (Tinarie van Wyk Loots), una contratada acompañante joven que hace las veces de enfermera, el caprichoso e irritante Rian emprende un road trip por la provincia sudafricana para encontrarse con viejas amigas, amoríos de paso, y efectuar una ceremonia de despedida. Hay en la vida íntima de Rian un secreto que para el joven Ben será una revelación capital, pero, de modo inexplicable o absurdo, la cinta elige no desarrollar cabalmente. El interés de la cinta decae un poco en una segunda parte volcada abiertamente al melodrama, con cápsulas de sabiduría instantánea al estilo Morir es fácil, vivir es el reto, pero en momentos más controlados y con el diseño de personajes atractivos que se completan muy bien entre sí en virtud o a pesar de sus contrastes dramáticos, la vinta de Odendaal gana en honestidad y en pertinencia.

Una película alemana, Alto en el camino (Halt au freier Strecke, Andreas Dresen, 2012), aborda un asunto parecido al referir, con enorme sobriedad, los últimos tres meses en la vida de un hombre aquejado por un tumor cerebral incurable. El drama era ahí oscuro, implacable, angustiosamente personal e intransferible. En Un hoyo en la pared la parábola moral es elemento central del relato: la muerte inminente de un padre pone de manifiesto la incapacidad de su hijo para vivir su propia vida. El título de la cinta permite también otra lectura. Las corazas de fortaleza del enfermo Rian o de su hijo sano, dos muros en apariencia infranqueables, revelan la enorme grieta de una vulnerabilidad para ambos salvadora.

Twitter: CarlosBonfil1