l 8 de este mes, el Presidente de México iniciará una visita de trabajo a Estados Unidos (EU) para reunirse con su homólogo, Donald Trump, y posiblemente con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, quien al momento de redactar estas líneas no ha confirmado su asistencia. Será difícil que el canadiense asista, por el enojo que producen las pesquisas que el gobierno mexicano realiza sobre las mineras canadienses que explotan yacimientos en México. Pero dadas las circunstancias de crisis económica y sanitaria debido a la pandemia, los temas de la agenda bilateral y las explosivas protestas internas contra el racismo en EU, este encuentro será una prueba de fuego para la política internacional del régimen de la Cuarta Transformación, 4T.
En un mundo en que existiera respeto a las decisiones autónomas de cada nación, la visita no debiera verse como espectáculo de trucos y tretas, pero en las condiciones actuales de las dos naciones, resulta evidente prever que Trump intentará obtener una buena tajada de la visita de Andrés Manuel, con respecto al voto mexicoestadunidense. Nada del otro mundo, en el ajedrez político toda movida tiene consecuencias inmediatas o mediatas. Está claro que las maneras del estadunidense no entienden de fórmulas diplomáticas y que sus torpes manitas pueden echar abajo las piezas y el tablero, en medio de un episodio emocional al que tiene acostumbrado al personal de la Casa Blanca.
Lo más curioso del caso es la actitud de la derecha mexicana que ha producido planas enteras con las teorías más estrambóticas, asegurando que, a querer y no, con su presencia, el tabasqueño dará nuevo aliento a la campaña del magnate. Este razonamiento parte de considerar que los mexicanos votantes son como niños o de plano tontos. Con o sin visita, en gran medida el voto mexicano, parte del voto latino diversificado, está casi determinado y se divide entre republicanos y demócratas. La élite mexicoestadunidense, con ingresos por arriba de los 120 mil dólares mensuales y los empresarios de industrias pequeñas o medianas, tienden a orientar su voto hacia los republicanos. Con influencia en la comunidad, pero sin un proyecto claro como dirigentes de la nación mexicana en la estadunidense, los empresarios terminan acomodándose con quien accede al poder. Ahora mismo, su vocación de subordinados los mantiene neutrales frente a las protestas de los afroestadunidenses, aunque el racismo anglosajón barra parejo con negros y latinos. En resumen, el encuentro, si Justin Trudeau no concurriera a la cita, se producirá entre dos presidentes, Trump, quien enfrenta serios problemas por el manejo desastroso de la pandemia, con una rebelión popular en tránsito de convertirse en un posible enfrentamiento racial y social de gran escala, y Andrés Manuel, quien lidera una batida contra la corrupción en diversos frentes.
Es el mexicano quien tiene la mayor ventaja en este encuentro. Mantiene la idea de aplanar la pandemia y en eso ha sido más eficaz que el estadunidense. Además, tiene un plan para desarrollar el sureste, deprimido desde antes de la Revolución Mexicana. Pero su mayor ventaja consiste en que sus iniciativas cuentan con la aprobación de una mayoría de mexicanos y que ha construido una narrativa de corrupción sobre la derecha mexicana, con elementos de prueba incrementados casi a diario, manteniéndola a raya. Con una agenda llena de asuntos como corresponde a la relación compleja de México y EU, en el asunto de Venezuela, la Casa Blanca intentará presionar para que México apoye los planes de invasión a ese país latinoamericano. Por las declaraciones de Mike Pompeo, secretario de Estado, se conoce públicamente incluso la intención de pasarle la estafeta a Inglaterra, quien se haría cargo de organizar una intervención militar contra el país latinoamericano. Por décadas, presidentes de EU han intentado acabar con el experimento comunitario venezolano, que durante la presidencia de Hugo Chávez recuperó el petróleo para su país. En las más recientes intentonas de derribar a Nicolás Maduro, Trump contrató a Juan Guaidó para organizar a la oposición de la derecha venezolana, pero con resultados catastróficos para Washington y los países que se han hecho eco de esos despropósitos.
Ahora, en un intento por aprovechar las condiciones del confinamiento venezolano, Trump y Londres quieren relanzar la aventura intervencionista para hacerse del petróleo de la nación caribeña. En este asunto Andrés Manuel recibirá fuego de la artillería pesada del equipo trumpiano. A diferencia del gobierno de EU, que prácticamente se ha convertido en una dictadura contra las clases populares estadunidenses, el régimen de la 4T es portador de los siete principios de la política exterior mexicana, normados por la Constitución, entre los que sobresalen la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de controversias, la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales. Ésta será la carga de principios que le toca sostener a Andrés Manuel. Veremos si chapuzas, tretas y trucos de una política estadunidense, caída en los niveles más bajos, puede con eso.
* Investigador de El Colegio de Sonora