Boris Vian, jazz y literatura / III y última
espués del jazz y la literatura, la otra pasión de Boris Vian fue la canción, en la que se desempeñó como autor y cantante en un momento en que la chanson francesa adolecía de espíritu y originalidad
. Les Deus Magots fue una de esas boites del barrio bohemio de Saint-Germain-des-Près en la que el autor de La espuma de los días se dio a conocer en este otro quehacer con la ventura de ser aceptado. Salir a cantar era inevitable aunque no mi intención pimera
, expresó en su momento Vian, porque lo más importante para él no era tanto que le escucharan, sino que sus canciones fueran aceptadas por su valor literario.
Y lo logró, sus textos, los cuales expresaba con su quinteto o con su arpa-guitarra a tiempo de jazz, blues, vals o tangos, llamaron la atención desde el primer círculo de sus contertulios al de intérpretes de la talla de Lucien Ginsburg, Juliette Grecó, Serge Reggiani o del joven caribeño Henry Salvador, para quienes empezó a componer.
En la canción, al igual que en la literatura, Boris Vian buscaba respuestas y puertas a sus obsesiones, mismas que eran reflejos de las contradicciones y conflictos de su época. Con cierto humor e ironía reflejaba en sus letras esa crisis de conciencia que le generaba la visión de un mundo donde el progreso caminaba de la mano de la bomba atómica (La java des bombes atomiques); con las formas de un dandi escogía la ironía como arma de combate y el sarcasmo para replicar y contragolpear (Les joyeux bouchers); hasta se atrevía, en compañía de un Henri Salvador abierto a todo y un joven músico llamado Michel Legrand, a promover un rock made in france de acento extravagante (Rock-Hoquet).
Boris Vian cultivaba un estilo y unos textos animados por los juegos de palabras, las fantasías lingüísticas y otros antojos gramaticales, como lo denota en El último vals: Último diario/ último croissant/ Mañana trivial/ Los transeúntes/ y el final del problema. / Último sol/ último naipe/ último café./ Última perra./ Adiós, me voy de vosotros.
Su incomparable manera de escribir, desarticular el lenguaje y los instantes literarios casi surrealistas de sus cuentos y novelas se encontraban en la canción; al retomar algunos de los materiales de sus novelas o teatro, tuvo el acierto de darle una forma más asequible, más directa, en suma: más popular a la canción, en el más noble de los sentidos, en Arthur, dónde has metido el cuerpo (el alegato de un crimen perfecto) y en el Interminable tango de los perforadores de cajas fuertes (la divertida historia de una cuadrilla de ladrones de bancos) se ven más claramente las ligas, las cuales establece también por una vía radicalmente opuesta: la del argot que utilizó abundantemente en sus canciones, como en la Balada de la snouf, enteramente escrita en lengua verde
(caló gitano).
Su pasión por el jazz le hizo incorporar esas formas musicales en su obra cancionística. Para llevar el jazz a la canción, o más exactamente, para crear canciones en lengua francesa que asimilaran no sólo los ritmos de jazz, sino más bien el espítitu y la atmósfera de la música negroestadunidense fueron muchos los intentos y experimentos de los que salieron temas cono Blues pour Jean Martin o el Blues del dentista que son, tanto por su tono como por su filosofía, verdaderas transposiciones de lo que podría cantar un negro de Harlem o de Chicago.
Boris Vian logró cerca de 600 canciones, muchas, a pesar de los pesares, han sido versionadas por algunos de los intérpretes más representativos de la llamada Chanson Rive Gauche, como Magali Nöel –la exuberante y felliniana Gradisca de Amarcord–, los ya citados Juliette Greco, Henri Salvador y Serge Reggianni; Marcel Mouloudji, el primer inérprete de Le deserteur; Yves Montand, Petula Clark, Joan Baez y, ahora que es recordado por el centenario de su natalicio, los recientes homenajes de grupos como Têtes Raides, Zebda; el argentino Andy Chango con un espléndido álbum dedicado enteremante a su obra; creadores como Arthur H., Philippe Katerine, Olivia Ruiz, hasta el actor Jean-Louis Trintignant, interpretando el mítico Le deserteur o el emprendedor Benjamin Biolay poniéndose el disfraz de dandi insolente cantando Je suis snob.
En fin, Boris Vian al que para conocer más de lo que aquí hemos escrito basta echar un vistazo a la página http://www.borisvian.org [email protected]