Lo más crítico en los casi cuatro meses que han transcurrido desde que en México se confirmó el primer caso de Covid-19 se vivió en Tijuana, Baja California. “Cuando llegamos con personal de relevo y equipos al Hospital General Regional número 1 (HGR1), el director llevaba una semana encerrado para sacar el trabajo y el personal presentaba una fatiga acumulada. Fue impresionante, y más todavía que no se quisieron ir a descansar. ‘No, doctor, no podemos, nos quedamos aquí’, fue la respuesta”.

Así recuerda Juan Carlos Sánchez, coordinador de Programas Médicos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), aquellos días de abril, cuando el país entraba a la fase 3 de la pandemia. La atención estaba concentrada en la zona metropolitana del valle de México, donde estaba en proceso el incremento de camas de hospital y el sistema informático del instituto alertó sobre el aumento de la ocupación en los hospitales en Tijuana.

No fue una sorpresa. Se preveía que en el norte la pandemia tendría un incremento importante, porque a pesar del cierre de la frontera hay un amplio tránsito de personas hacia y desde Estados Unidos. Nos dimos cuenta de que en el HGR1 no tenían suficiente personal ni equipos.

El HGR2 estaba en condiciones similares, así que se organizó un plan. Se enviaron equipos de respuesta rápida y alrededor de 50 trabajadores, médicos y enfermeras entrenados para atender a pacientes críticos. Durante varias semanas el reporte del coronavirus ha ubicado a Baja California en los primeros sitios en ocupación de camas con ventilador. El sábado estaba en segundo lugar y en quinto en cuanto a camas generales de hospitalización.

Los de abril fueron días complicados, porque se empezó a difundir a nivel nacional el riesgo de colapso de los nosocomios, la carencia de equipos de protección, así como el surgimiento de brotes de Covid-19 entre los trabajadores.

El doctor Sánchez reconoce que fue una situación crítica y más allá de las diversas noticias que circularon, nosotros encontramos a médicos, enfermeras, al personal de intendencia haciendo su trabajo, a pesar del cansancio y las horas que pasan –hasta 12 por turno– sin probar alimento. Quienes están ahí, en la primera línea de atención, tienen una alta resistencia y merecen todo nuestro reconocimiento.