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Escribir con la izquierda
H

ace una década, en junio, murieron con diferencia de días el gran cronista popular Carlos Monsiváis y el filósofo marxista crítico Bolívar Echeverría. En febrero había muerto el escritor de los movimientos armados, Carlos Montemayor. Con su partida, la so-ciedad mexicana, y en particular los movimientos sociales, queda-ron cimbrados.

El estilo y forma de estos escritores fue irrupción irónica e intransigencia inteligente. En todos, la polémica sobre la política de la estética y la estética de la política partía del nombrar lo inefable y dar cuenta de las formas de vida que a contrapelo retaban al relato del Estado, que en aquel 2010 mutaba hacia el terrorismo mafioso que todavía persiste.

Montemayor fue el escritor de la resonancia de las lenguas de abajo. En su poesía, ensayos y novelas, en especial las dedicadas a la guerra sucia y a la lucha guerrillera de Chihuahua, la palabra es tomada por asalto por quienes decidieron que el camino para transformar el del país era el de las armas, por las mujeres que buscan a sus familiares, por los pueblos indígenas. Así, en Situación y perspectivas de la literatura indígena (1993) anota: el náhuatl es un sistema lingüístico tan completo como el alemán; el maya es un sistema tan completo como el francés. El trabajo de edición y difusión de las lenguas no castellanas en México que hizo Montemayor fue parte también de esta política escritural.

El lugar común dice que Monsiváis era una literatura en sí mismo. Pero hay un elemento que descuella en su escritura: lo masivo y lo popular. Sus misceláneas caminan en la vieja tradición de la crónica: un realismo no fincado en el retrato sino en lo que decía en uno de los ensayos de Aproximaciones y reintegros (2013), donde entreve toda la postura política de su ejercicio que parte de la lectura: por la literatura y únicamente por ella, podré deshacerme tanto de la solemnidad como del relajo y podré contribuir en una tarea urgente: crear y fortalecer el sentido crítico y el sentido del humor en el país. Es curioso que aunque Monsiváis se llamara a sí mismo doctor honoris causas perdidas, fue parte de luchas hoy fundamentales para la dignidad del país: la disidencia sexual y el feminismo.

Por su parte, Bolívar Echeverría fue uno de los pilares del marxismo crítico en México. Son fundamentales su recuperación de la parte emancipadora de la modernidad, la potencia de resistencia en lo barroco y su trabajo sobre el valor de uso. En un breve ensayo sobre Walter Benjamin titulado Arte y utopía, escribe: “en la dimensión discursiva, lo político se juega –y de manera a veces incluso más decisiva–, en torno a objetos aparentemente ajenos al de la política propiamente dicha”. Así, en su revisión de los resquicios a contracorriente en la modernidad, la escritura en Echeverría toma hoy un valor distinto, emancipador, frente a la viralización de las escrituras de la acumulación capitalistas de las redes de hoy.

Y es que todos ellos persistieron con su posición durante las décadas en las que parecía avasallador el triunfo del capital. Así, acompañaron en mayor o menor medida el cambio de época que fue la insurrección maya en Chiapas, la cual trazó la transición de siglo y un nombrarse a sí mismo desde abajo. Y aquí habría que hacer un pequeño paréntesis para recordar al portugués José Saramago, quien murió un día antes de Monsiváis. El Nobel de Literatura abiertamente comunista recorrió junto con el cronista mexicano Los Altos de Chiapas justo después de la masacre de Acteal y participó en la Marcha del Color de la Tierra al Zócalo capitalino.

Un año después de la muerte de todos estos escritores, el terror de la guerra calderonista fue nombrado por el movimiento emergente mismo. Desde entonces, los cambios de la política y la escritura son radicales. Ya sin patriarcas, con el papel del intelectual orgánico cuestionado, nació una generación de cronistas que, como Daniela Rea, escriben a contracorriente del lenguaje de guerra al entrevistar al dolor y relatan historias de organización y dignidad.

Si la figura del intelectual se desmoronó, ahora emerge la del influencer: aquel que desde cualquier rincón del espectro político recurre al uso mercenario de la palabra y la imagen. Ya sin intelecto, sin reflexión, sin oficio, conduce los afectos sociales hacia la ira y el vilipendio. Frente a ello, de quienes fallecieron hace 10 años, desvestidos ya de su pesada figura de patriarcas, es preciso retomar la ironía inteligente, la crítica profunda, el pensamiento y la proliferación resonante: que hablen los abajos largo y tendido en las escrituras; así como recuperar una postura que hoy parece irrisoria, tanto o más que en las décadas neoliberales: el ejercicio de la escritura desde la izquierda crítica.

*Cronista