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Obra colectiva: 20 años del Faro de Oriente
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ace 23 años inició una lenta pero decidida transformación de la vida social, política y cultural de la Ciudad de México. Con la llegada del primer gobierno electo en 1997, una opción de izquierda democrática, se vivió un ánimo renovador de las instituciones públicas, se replantearon las relaciones entre sociedad y gobierno y se impulsaron nuevas formas de participación ciudadana y cultural. En pocas palabras, se impulsó un nuevo proyecto de ciudad, en el que la vida cultural ha jugado un papel relevante.

En junio de 2000 se inauguró en los límites de Iztapalapa y Ciudad Nezahualcóyotl la Fábrica de Artes y Oficios (Faro) de Oriente, expresando esa energía social transformadora. Se convocó a muchas personas que coincidían en que era necesario combatir la añeja concentración de la infraestructura cultural de la ciudad, que expresaba y alimentaba una lacerante desigualdad social. La ciudad reclamaba una descentralización de los bienes y servicios culturales y nuevos espacios propicios para el intercambio, el aprendizaje y la recreación a través del arte y la cultura.

El Faro no es una casa de cultura, un museo ni un auditorio de usos múltiples. Este espacio integró de forma innovadora una plaza pública para conciertos masivos y otras actividades, espacios para múltiples servicios culturales (biblioteca, cineclub, galería, plaza digital, entre otras) y una escuela para todas las edades de talleres libres y gratuitos, inspirada en la educación popular y el aprender haciendo, que vinculó de forma virtuosa talleres de todas las disciplinas artísticas con talleres de oficios para la producción de artesanías. Una apuesta transgeneracional y multidisciplinaria que construye vasos comunicantes que bien pueden ir del arte conceptual a la cartonería, de la danza contemporánea al graffiti, de la guitarra clásica al náhuatl.

Pero lo más notable fue que en poco tiempo emergió una comunidad diversa y creativa, que con su trabajo y saberes le fue dando forma al Faro. Alumnos, talleristas, promotores culturales, usuarios y una infinidad de colectivos que llegaron con proyectos e iniciativas, construyeron un espacio incluyente y dinámico, que a la fecha se trasforma y se renueva.

La mayor dificultad que ha vivido el Faro, que depende de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, tiene su origen en la verticalidad de la administración pública, que no siempre ha respetado y comprendido la natural tendencia a la autogestión de este centro cultural, impulsada por la vitalidad de su comunidad. Apenas el año pasado, en un hecho inédito, esa dependencia y el Faro acordaron un mecanismo participativo para revisar todos sus supuestos organizativos y pedagógicos, lo que desembocó en un proceso democrático para elegir a su directora actual.

Sin duda, estos años el Faro aprendió de muchos otros proyectos semejantes, tanto de México como de países latinoamericanos, entre los que destacan Colombia, Argentina, Venezuela y Brasil. Los movimientos sociales y los gobiernos que han enfrentado el neoliberalismo han desplegado una gran inventiva para la organización y el trabajo de lo que se conoce como cultura viva comunitaria. A su vez, el Faro ha inspirado muchos otros proyectos, como la creación de otras seis Fábricas de Artes y Oficios y, en el último año, los Pilares (Puntos de Innovación, Libertad, Arte, Educación y Saberes) un proyecto prioritario del actual gobierno capitalino, que en poco tiempo dotará a la ciudad de 300 nuevos centros que conjugan educación, capacitación laboral y cultura comunitaria.

En la actualidad, la Red de Faros y los Pilares, así como muchos otros espacios culturales públicos o independientes del país, encuentran condiciones favorables para desplegar su capacidad transformadora en las comunidades con las que trabajan. Ideas y prácticas culturales en otros tiempos asediadas, hoy son convocadas a participar en el esfuerzo social e institucional de trasformación del país.

* Director general de Vinculación Cultural Comunitaria y director general de Grandes Festivales del Gobierno de la Ciudad de México, respectivamente.