Lunes 8 de junio de 2020, p. 8
La buena fortuna ha desempeñado un papel crucial en la exitosa carrera del tenor Ramón Vargas tanto como reconocer sus límites personales y artísticos, según admitió; atribuyó a esos dos factores parte del secreto de su longevidad vocal.
Sinceramente, he tenido mucha suerte, porque me la he jugado más de una vez, pero hay una cosa de la que estoy muy consciente: es importante conocer nuestros límites, lo cual aplica para todo cantante, todo artista y, en general, toda persona
, sostuvo.
Si uno los conoce, no sale a exponerse donde no debe, no sale a buscar algo que no es, como hace un boxeador muy bueno que sabe que carece de pegada fuerte y, a partir de ello, debe saber manejar una pelea.
El cantante mexicano, considerado por la crítica especializada una de las principales figuras de la ópera internacional, sostuvo la tarde del sábado una charla pública con el presidente del Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León (Conarte), Ricardo Marcos González, y el especialista en ópera Gerardo Kleinburg, transmitida en directo.
Ésta sirvió como preámbulo del concierto virtual que el intérprete nacido en la Ciudad de México en 1960 ofreció la tarde de este domingo desde la sala del Banco Nacional de Austria, ubicado en la capital de aquella nación europea, para celebrar el 25 aniversario de Conarte.
Entrevistado por Ricardo Marcos y Gerardo Kleinburg, Vargas aseveró que lo más importante para un artista es dar los pasos adecuados reconociendo lo que puede hacer
, con especial enfoque en saber manejar sus capacidades y sacarle el máximo de frutos.
Ése es el secreto de mi longevidad vocal. Siempre digo que la voz es alfa y omega; es decir, la primera y la última letras del abecedario, y en medio de ellas están todas las demás letras, con las que uno debe encontrar el diálogo consigo mismo y lo que se quiere hacer.
Durante poco más de una hora, el tenor habló de los cambios que ha experimentado el mundo de la ópera, en los que en su opinión se ha relegado al cantante y la importancia de la voz para priorizar el aspecto escénico, lo cual opinó que no sólo evidencia ignorancia, sino que va en detrimento del género.
Expresó, asimismo, su incertidumbre sobre cómo incidirá la actual crisis mundial de salud en el futuro inmediato del arte operístico, aunque consideró que dará oportunidad de hacer otras cosas y rescatar música un tanto olvidada y óperas de cámara, además de que se montarán versiones más pequeñas.
Avizoró que, para bien y para mal, se incrementarán y promoverán las transmisiones de las óperas en línea, con que se dijo de acuerdo, si bien asumió que nada como gozar la experiencia del arte en vivo.
Entre otros puntos, Ramón Vargas recordó su acercamiento a la música y el canto, el cual tuvo lugar en su infancia, primero, en casa, donde escuchaba las canciones de Agustín Lara y a cantantes como Pedro Vargas, Jorge Negrete y Javier Solís, a quienes imitaba.
En esa misma época, contó, ingresó al coro de niños cantores de la Basílica de Guadalupe, al que considera su escuela y en la que aprendió música de corte religioso y conoció a autores como Bach, Mozart y Vivaldi.
Recordó que su debut profesional fue en Monterrey, a principios de la década de los 80, y que su llegada al Palacio de Bellas Artes, recinto al que asume fundamental para cualquier cantante mexicano, tuvo lugar en esos mismos años.