ebido al confinamiento obligado debido a la pandemia, no puedo hacer mi caminata diaria en la calle.
Debido a que comparto el jardín de la casa con mis perros, debido a lo activos que son, por decirlo de alguna manera, no puedo hacer mi caminata diaria en el jardín, el hermoso jardín, que me apasiona, que me presenta la vida, que contemplo sin descanso, que es mi descanso.
Debido a que tan obligadas son mis caminatas como obligado es mi confinamiento, pensé que lo indicado era componer mi caminata diaria en el estudio de W, en Cuernavaca, de grandes ventanales, con vista al cielo azul, azul, a las flores, al pasto, a la tierra, a los árboles, a las plantas.
Debido también a que el estudio de W es de dos pisos, pensé con gusto que el recorrido podía ser extenso, si nunca tan extenso como extensas eran, han sido, mis caminatas en circunstancias libres de impedimentos, libres del encierro al que estamos obligados hoy día los humanos, extensas caminatas como fueron, como han sido, las que me permiten salir a la calle sin riesgo, escoger rutas, estrenarlas o reconocerlas, gozarlas siempre.
Debido a los dos pisos que componen el estudio de W, pensé que recorrer la escalera entre los dos muros que la unen, de 15 escalones, aumentaría los beneficios de mi caminata.
Debido a la creciente necesidad que tengo de asir el pasamanos para trasladarme a lo largo de una escalera, agradecí que la escalera del estudio de W contara con pasamanos.
Debido a que tendría que tener libres ambas manos para poder asir el pasamanos que recorre de abajo arriba, de arriba abajo uno de los muros que flanquean la escalera, me pregunté, debido a que por tanto no podría usar mi masbaha, pues al cambiar de mano la masbaha corría el riesgo de perder la cuenta; me pregunté, digo, de qué manera haría el conteo de las vueltas que daría, y de qué manera calcularía el tiempo en el que las haría, de tal forma que la caminata obligada durara por lo menos media hora diaria, temprano, lo que, desde que empezaron las cuarentenas ampliadas, ha sido finales del invierno y principios de la primavera de 2020, de tal forma que tuviera lugar, entonces, digamos, a las siete horas, cuando ya hubiera amanecido y cuando, si miraba hacia el este, podría incluso ver la salida del Sol y gustosísima saludarlo.
Debido entonces a que no podría usar la masbaha para contar y medir y calcular, pensé que llevar puesta una camisa que tuviera botones me permitiría, al ir abotonando cada uno de arriba abajo con cada vuelta y, según cuántos botones tuviera la camisa, y según el tiempo que durara cada vuelta, al terminar un tanto irlos desabotonando cada uno, de abajo arriba, y pensé que lo mejor sería que los botones de la camisa fueran cinco, pues el cinco es un tanto que se presta mejor, para mí, al conteo, no sé bien por qué, pero así es.
Debido a que hay que dar la mayor cantidad posible de pasos en cada vuelta, debía recorrer la planta baja en su dimensión completa, recorriendo por la orilla la estructura de esquina en esquina, angulosamente, sin atajos, y recorrer de igual modo la planta alta, sin dejar fuera del recorrido la terraza rectangular de la planta alta, y tomaría las esquinas en ángulo, no en curva, para dar más pasos.
Debido a la familiaridad que mis repetidos recorridos me han dado con el estudio de W he sido la primera espectadora en apreciar y conocer a fondo los cinco cuadros, de 56 por 56 centímetros, en los que, a lo largo de la mañana, entrado el mediodía y rebasado el principio de la tarde, trabaja W por estos días, Frase dorada, Frase colorida, Frase plateada, Frase oscura, Frase final, de técnica mixta, sobre tela.
Debido a que mi confinamiento aquí ha sido un encierro a la intemperie, además de la descrita hago otra caminata al día, por el jardín, al caer la tarde, del brazo del propio W, lo que hace toda la diferencia, caminata feliz con la que cerramos el día dorado, colorido, plateado, hasta el final, cuando oscurece.