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¿Dónde quedó el Estado?
L

a reforma del Estado. Casi toda la conversación pública en las últimas semanas se relaciona de distintas maneras con la debilidad, las deformaciones y las ausencias del Estado. El tema de su reforma es clave, porque sin ella difícilmente se podrán implementar muchas de las exigencias que ya estaban presentes en el horizonte y que se han agudizado con la pandemia. La pregunta clave es: ¿cuál Estado se busca reformar?

Los resabios. Rafael Segovia, en su texto La crisis del autoritarismo modernizador (1996), señalaba agudamente que la función del Estado mexicano ha venido creciendo, incluso en contra de su voluntad; la multiplicación y diversificación de los grupos sociales y económicos ha dejado a lo largo del camino modernizador una trama de residuos institucionales engastados en el aparato estatal. Tratar de librarse de ellos, añade el autor, equivale a arrancar una planta trepadora que sostiene el viejo edificio que en parte ha destruido.

La enredadera. Fernando Escalante añade que esos residuos institucionales eran, según Segovia, los instrumentos para articular y agregar intereses, para ordenar el proceso de cambio social, para hacerlo gobernable. Pero precisa que esos residuos institucionales a los que se refiere Segovia son, en realidad, los recursos de gobernabilidad del régimen revolucionario –el andamiaje político de la sociedad mexicana (2018).

La máquina disfuncional. Hoy, la pregunta relevante es por dónde avanzamos. No es que se haya dañado una pieza fácilmente sustituible, menos que la pieza dañada no se encuentre en el mercado. Ojalá sólo fuera que la máquina esté completamente deteriorada. Realmente se han dañado los mecanismos que permitían que la máquina funcionara y que podrían permitirle desempeñarse de otra manera.

La confianza. Uno de estos dos mecanismos es la dotación mínima de confianza entre los ciudadanos y sus gobiernos, y entre los ciudadanos mismos, que constituye el lubricante para que la maquinaria funcione. Por medio de diversas encuestas y análisis de opinión, se constata la baja confianza ciudadana y en continua caída con respecto a casi todas las instituciones en al menos los últimos 10 años. Una excepción en lo que va de este sexenio: la confianza en AMLO, con todos los matices y asegunes que se quiera.

La intermediación. El otro tipo de mecanismo es el que desempeña la función de agregación de intereses, que expresan demandas y propuestas y conduce a la representación política. Nuestro país transitó de un régimen autoritario con inclusión desigual a partir de mecanismos corporativos de representación a otro en donde esa intermediación política recayó en el sistema de partidos que terminó en oligarquía. En ambos casos, hay que decirlo, esa representación expresaba a parte de la sociedad.

Cuchos y chuecos. El hecho es que ambas formas de intermediación están severamente dañadas. Una porque el corporativismo se fragmentó y perdió en mucho su capacidad para influir en las decisiones políticas. Otra, porque generó un sistema de partidos sustentado en vetos cruzados y pactos de colusión, y que terminó colapsado en las elecciones de 2018. La máquina camina sin rumbo.

Precavernos contra reformas anteriores. La advertencia de Escalante es válida para cualquier tipo de reforma del Estado hoy, al señalar que la ilusión de que había un edificio resistente, sólido, capaz de sostenerse, fue seguramente lo que movió el intento de arrancar las trepadoras” (2018).

La crisis sanitaria y económica ha impulsado una gran cantidad de propuestas desde distintos ámbitos. Revisarlas todas con ojo crítico es indispensable para no caer en un monólogo. Pero más importante aún es preguntarse ante cada propuesta o conjunto de propuestas quién las va a ejecutar. Y aún los más neoliberales concluirán que el Estado tendrá un papel relevante.

De ahí que tenemos que preguntarnos por el estado del Estado mexicano.

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Twitter: gusto47