16 de mayo de 2020
• Número 152
• Suplemento Informativo de La Jornada
• Directora General: Carmen Lira Saade
• Director Fundador: Carlos Payán Velver
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Coronavirus: la vida sigue
Alejandra Olvera Carbajal Centro INAH Morelos
El siguiente texto es parte del trabajo realizado por el Colectivo de Estudios sobre el Patrimonio Biocultural de Morelos y regiones colindantes. La información corresponde al municipio de Tepoztlán, específicamente a Amatlán de Quetzalcóatl, comunidad de tradición cultural nahua, enmarcada por montañas sagradas para los amatlecos desde la época prehispánica.
Amatlán es un pueblo silencioso, comparado con el bullicio de Tepoztlán, en donde la mayoría de la gente se dedica a la agricultura y recientemente al turismo, pues mucha gente busca la tranquilidad y belleza de sus montañas. La cotidianidad de este poblado se rompió el 8 de abril, cuando en una asamblea comunitaria se decidió que al día siguiente se colocaría un cerco sanitario en la entrada del poblado ¿La razón? Tratar de frenar los contagios de COVID-19 que en esos días comenzaban a incrementarse en Cuernavaca, la capital del estado y también en la CDMX. A la fecha en la que se escribió este artículo, el cerco sanitario a la entrada de Amatlán continúa. Cabe mencionar que en las entradas de la cabecera municipal también se mantienen bloqueos que evitan el ingreso de gente que no acredite vivir en dicho municipio.
El silencio en las calles de Amatlán a veces se rompe por un auto que circula con una bocina amarrada al toldo y que transmite mensajes a la población invitándola a quedarse en casa y lavarse las manos con agua y jabón. La información sobre la pandemia que llega a esta comunidad rural generalmente es la que se escucha en programas de radio y televisión, además de lo que se puede leer en las redes sociales como Facebook y lo que se cuenta de boca en boca. Las personas en Amatlán están alertas; sin embargo, el “quedarse en casa” es difícil para la gente del campo, pues el trabajo en sus tierras no se detiene.
Don Isidro, campesino amatleco, compartió algunas de las problemáticas a las que se enfrentan él y sus compañeros que se dedican a la siembra del maíz criollo: “nosotros no tenemos así como una cuarentena restringida, o sea, que estemos en cuarentena sin poder salir. Nosotros sí podemos salir, podemos preparar la tierra, pero si esto se prolonga hasta mayo y junio, entonces sí nos afectaría porque no sembraríamos”.
La principal preocupación de los campesinos en Amatlán está ligada a la posible falta de fertilizantes, pues como narra Don Isidro, los programas de apoyo al campo facilitan el 50% de estas sustancias para la siembra y ante la emergencia nacional que ha causado el COVID-19, temen que el fertilizante no se les entregue a tiempo: “lo que nosotros pensamos ahorita que está la pandemia y nos tiene preocupados, es que ya se acerca el mes de mayo, que es cuando nosotros empezamos a preparar la tierra para la siembra. Entonces nosotros como campesinos estamos pensando qué va a pasar a futuro, que a lo mejor en mayo y junio no nos proporcionen el fertilizante, porque tal vez tengan cerradas las bodegas de químicos o los abonos orgánicos. Ahorita sÍ nos está preocupando. Cuando a nosotros nos dan el fertilizante, debemos tenerlo ya para principios de junio, porque nosotros sembramos del 9 de junio al 19 de junio o al 20 cuando ya es muy tarde. Nosotros ya deberíamos tener el fertilizante para que el maíz tenga la resistencia adecuada, porque si nos dan el fertilizante hasta julio, pues ya no nos serviría para nada. Los primeros 40 días del maíz son los más apropiados para el fertilizante, porque si no se empieza a hacer delgada la planta, empieza a perder nutrientes y ya no nos serviría mucho. Nosotros por eso metemos la documentación en este abril y mayo para que a principios de junio nos den el abono y a las primeras 4-5 hojas de haber germinado el maíz, es cuando hay que aplicar el fertilizante, para que tenga buena raíz, buena resistencia y de buena cosecha, porque si nos lo mandan muy tarde, pues ya no nos sirve mucho el fertilizante”.
La ausencia o el retraso de este apoyo, podría tener graves consecuencias en la producción del maíz que principalmente es para el autoabasto de las familias. Así lo narra nuestro interlocutor: “de hecho se sembraría menos, porque hasta la fecha no nos han bajado los fertilizantes, no nos han bajado los precios, entonces si no tenemos el apoyo del gobierno pues tendremos que sembrar, pero menos. Nos está costando mucho porque nosotros dependemos de eso, somos campesinos. La gente no conoce la magnitud del problema, pero nosotros sí y nos está preocupando”.
Las medidas de protección que se han establecido en Amatlán y en otras comunidades rurales, sin duda han ayudado a que no se dispare el número de contagios, sin embargo, en el campo aún se desconoce cual podría ser el balance total de los daños causados por Covid-19, pues es ahí en dónde principalmente se vive con desigualdades históricas, agravadas por la falta de servicios médicos y/o la carencia de agua potable. A pesar de eso, las comunidades cuentan con una herramienta que casi no se conoce en las ciudades: la comunalidad o el apoyo colectivo y recíproco; además de tener espacios productivos que son parte de la estrategia de vida campesina, como la milpa y los huertos. El gobierno de México ha anunciado apoyos al campo para los productores, pero estos apoyos deben llegar a tiempo, pues la siembra de temporal está condicionada a la presencia de lluvia, que ya comienza a llegar en muchos lugares. Cierro mi nota con esto que comparte Don Isidro y que da cuenta del sentimiento de abandono con el que han vivido los campesinos de todo México: “Yo he estado escuchando las noticias de que están apoyando a pequeñas, medianas y grandes industrias con algún recurso económico, algo que les dan solución el gobierno, pero directamente del campo no están hablando nada con esto de la pandemia, al campo no le están inyectando ninguna información, no le están dando una esperanza al campesino”.•
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