Militarización (no sólo con GN) // Transferencia de poder a Sedena // Reducción de lo civil // Regreso a la nueva normalidad
l presidente de la República salió ayer en defensa de su política de combate a la violencia adjudicada a grupos criminales. Aunque me critiquen de que quiero militarizar el país. Voy a insistir en que nos deben ayudar las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública; estoy convencido de que es necesario, y como no tengo problemas de conciencia, puedo plantearlo
, dijo durante su conferencia mañanera de prensa de este jueves.
La respuesta de Andrés Manuel López Obrador se produjo en medio de ciertos señalamientos que le son adversos en cuanto consideran que con el acuerdo publicado en días anteriores en el Diario Oficial de la Federación, basado a su vez en reformas constitucionales aprobadas por consenso en el Congreso federal y luego por la mayoría de los congresos estatales, se aumenta la militarización del país y se repite, con sus matices, la estrategia de recurrencia a lo castrense utilizada por Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto.
Las críticas a la nueva vuelta de tuerca provienen, por una parte, de grupos tradicionalmente opositores al andresismo, que reprochan al ahora mandatario los giros verbales que sobre la materia pronunció cuando era dirigente partidista o en otras de sus candidaturas presidenciales. También concurren en esos dardos contra el político tabasqueño organizaciones y voces cargadas a la izquierda, desde organizaciones sociales dedicadas a la defensa de los derechos humanos hasta agrupaciones cargadas a una izquierda no necesariamente electoral, que igualmente reprocha que los militares no hayan sido llevados de vuelta a sus cuarteles, sino que ahora se les ordene seguir en las calles.
La discusión de fondo debería ir más allá de los detalles procesales, jurídicos e incluso meramente operativos de la condición complementaria que ahora se asigna a las fuerzas armadas para ayudar a la Guardia Nacional en tareas de seguridad pública. Cierto es que no se ve una alternativa aceptable a la vista, que la descomposición de las corporaciones policiacas es extrema (ayer, AMLO habló de la Policía Federal como caso emblemático del fracaso de las políticas gubernamentales de saneamiento
y mejoría
en ese rubro) y que es creciente y evidente el dominio de cárteles y grupos delictivos hormiga a lo largo del país.
Pero a lo largo de esta administración se ha potenciado al Ejército de una manera que está a la vista. El general Luis Cresencio Sandoval y el canciller Marcelo Ebrard han recibido más encargos y comisiones de parte del Presidente de la República que el resto del gabinete. La diferencia está en que Ebrard depende absolutamente de la voluntad de AMLO, pues es prescindible e incluso puede tener expedientes oscuros que inhiban cualquier asomo de rebeldía. En cambio, el general secretario de la Defensa Nacional tiene una estructura que hoy es el mayor apoyo al Ejecutivo federal y sus polémicas políticas, y aun cuando es igualmente removible de su cargo, hacerlo implicaría una conmoción dentro de la institución castrense, que está acostumbrada a ver a sus jefes cumplir el sexenio completo.
El tema, pues, es la militarización y los históricos riesgos de que la violencia de soldados y marinos sea incontrolable por más que haya la mejor voluntad del supremo mando civil. Sí: la Guardia Nacional, absolutamente militarizada, y los riesgos específicos antes mencionados. Pero lo más preocupante, lo que eventualmente puede resultar más trascendente, es esa transferencia de poder desde lo civil hasta lo militar en materias laboral, de adquisición de equipos, de construcción de inmuebles y de vigilancia de ámbitos no castrenses. Nunca será buen negocio dar más negocios a los militares de los que estrictamente les corresponden.
¡Hasta el próximo lunes, con el país entero indagando significados, detalles y consecuencias del anunciado regreso a la nueva normalidad
que ya es otra!
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