Alarma
Todos los trabajos son esenciales, se lee en el cartel que portan manifestantes afuera del Congreso estatal en Sacramento, California, para protestar hace unos días contra las medidas de aislamiento para frenar los contagios del Covid-19.Foto Ap
ás de 33 millones de desempleados y cerca de 80 mil muertos, pero la Casa Blanca insiste en que han hecho una labor maravillosa en controlar el desastre que este gobierno ha provocado y que ha llegado a tener dimensiones económicas y de salud sin precedente en casi un siglo.
Expertos en epidemias han señalado que 90 por ciento de las muertes en este país podrían haber sido prevenidas si el gobierno federal hubiese implementado las medidas de mitigación dos semanas antes. Nunca en la historia del país ha habido un fenómeno tan severo de desempleo en tan poco tiempo. Tardó dos años después del quiebre de la bolsa en 1929 para llegar a una tasa de desempleo oficial de 15 por ciento, algo que se logró ahora en sólo dos meses.
Ante ello, por primera vez, algunos de los que votaron por este presidente empiezan a tener dudas. Aparentemente, cuando millones se quedan sin chamba, se enferman y/o pierden un ser querido por el mal manejo de una peste, es algo negativo para los políticos.
Aunque sondeos recientes muestran un deterioro del apoyo para el mandatario, quien supuestamente está de cada vez peor humor al ver esfumarse lo que pensaba sería una relección fácil, no es momento para el optimismo. De hecho, Estados Unidos está entrando tal vez en una de las fases políticas más peligrosas de su historia. Un borracho de poder es capaz de hacer cualquier cosa para seguir bebiendo su veneno (aun si no es cloro), advierten muchos, incluyendo republicanos, desde que llegó Trump al poder. Bernie Sanders y Noam Chomsky, entre otros, lo han bautizado como el presidente más peligroso
de la historia moderna del país.
Hay campos de concentración llenos de personas llamadas ilegales y ajenos, se ha secuestrado y colocado en jaulas a niños, hay uniformados parando a gente o tocando a sus puertas exigiendo: sus papeles, por favor
, hay una destrucción y perversión del sistema de justicia con el presidente y su procurador general interviniendo en casos legales para rescatar a sus colegas como acaba de suceder con el ex asesor de Seguridad Nacional, el general Michael Flynn; se ha cuestionado el patriotismo de los que se atreven a criticar o acusar al mandatario, los medios no alineados son calificados de enemigos del pueblo
, mientras la ciencia es descartada. El Ejecutivo comete repetidas violaciones de normas, libertades civiles y leyes constitucionales e internacionales (como anular el derecho al asilo). Mientras tanto, Trump ha calificado de muy buenas personas
a bandas de personas con esvásticas y armadas que ingresaron a capitolios estatales para exigir la anulación de las medidas de mitigación de la pandemia; en Illinois, contra el gobernador demócrata –y judío–, un manifestante llevaba una pancarta con el lema “ Arbeit macht frei”, la frase que estaba sobre las rejas de Auschwitz.
Personas muy buenas
no intentan determinar el curso de la política pública mostrando armas de fuego frente a funcionarios civiles y legisladores electos. “Los fascistas hacen eso.… Y eso es porque te gusta”, respondió al presidente, en un tuit, David Simon.
Por cierto, una nueva investigación publicada por la Reserva Federal de Nueva York concluye que los efectos de la influenza española
de 1918 ayudaron en nutrir el surgimiento y apoyo al Partido Nazi en Alemania ( https://www.newyorkfed.org/ research/staff_reports/sr921).
Es irresponsable ser alarmista durante una emergencia. Pero es igual de irresponsable no llamar las cosas por su nombre. Aquí hay un peligro real, donde la arquitectura democrática de este país, con todos sus defectos, está al borde de una crisis existencial. Y si es así, todos, dentro y fuera de este país, tienen que tomar una decisión sobre si serán o no cómplices del régimen encabezado por Trump. La historia está llena de las lecciones de momentos como éste. No es nuevo, y lo más preocupante es recordar qué tan rápido puede suceder lo peor.
Por eso es tiempo de sonar la alarma (y celebrar la resistencia).