Los partidos después del Covid-19
icardo Monreal, coordinador político del Senado, anunció que todas las fracciones parlamentarias (todos los partidos) han logrado una tregua para enfrentar la emergencia sanitaria.
Algún malicioso podría proponer que la tregua se prolongara hasta las elecciones de mitad de término con un gran ahorro de dinero y de energía. La idea de la tregua es buena, sobre todo pensando en el debilitamiento del sistema de partidos. Les vendrá bien un tiempo para pensar en su propia crisis.
En una última encuesta (A. Moreno, El Financiero, 13 de abril) 59 por ciento de los electores no están dispuestos a votar por ningún partido. Incluso Morena, que llegó a tener una preferencia de 46 puntos, está ahora en 18 por ciento, lo que es explicable por las reyertas por la dirección del partido. Los otros partidos están peor. El PAN apenas llega a 10 puntos y el PRI a ocho.
El agotamiento de los partidos puede explicarse por el efecto de la ley de hierro
(R. Michels), según la cual todos los partidos tienden a ser dominados por una oligarquía. Es evidente que esto es aplicable a los partidos mexicanos de esta hora. Puede pensarse que los partidos de oposición están afectados también por la depresión que les produjo la derrota de 2018 y que están maltrechos por la debilidad de su liderazgo. Por lo que toca a Morena, no ha sabido aprovechar a su fundador, a quien se le reconoce un buen desempeño en la Presidencia de la República. Este desprestigio de los partidos va acompañado por la poca popularidad de la democracia que antes de las elecciones de 2018 llegó a tener sólo 38 por ciento de apoyo en la población. La cosa ha mejorado un poco, porque las instituciones se han represtigiado debido a la acción del Ejecutivo. Como sea, el paisaje es desolador y muy peligroso, porque los vacíos políticos se colman al querer o no.
La solución de esta crisis estaría en que surgieran grupos y personalidades más jóvenes para romper el control de las oligarquías y proponer y aplicar políticas mas realistas, inteligentes y generosas. También podría pensarse en que surgieran nuevos partidos que dinamizaran la escena política. Pero al observar el horizonte tan imparcialmente como podemos, no podemos sentir mayor esperanza.