a forma en que está evolucionando la situación anticipa que el sistema educativo saldrá de la presente contingencia con varios discutibles aprendizajes. El primero, que a la sombra deuna situación crítica un grupode autoridades puede tomar decisiones inmediatas, verticales e impensables hasta hace poco. No sólo la del muy justificado cierre indefinido de cientos de miles de escuelas e instituciones, sino la muy discutible decisión de que las decenas de millones de estudiantes de todos los niveles deben continuar con el plan normal de estudios y, para eso, pasar a todo mundo y de un día a otro, a la modalidad de educación a distancia. De un mundo a otro.
Segundo, que esas decisiones se pueden mantener, a pesar de que carecen de sustento educativo. Porque ante un acontecimiento mundial y nacional inédito como es la pandemia, la conducción del sistema está decidiendo no hacer algo adecuado al momento, que permita a niños y jóvenes y sus familias analizar y procesar desde distintos campos del conocimiento ésta que es una experiencia crucial en sus vidas –como en estas páginas se ha propuesto. Decide también, con esto, abandonar educativamente hablando a sus familias y comunidades. Y decide no apoyar ni impulsar a los maestros que plantean alternativas de enfoques educativos, adecuados a la coyuntura y a las necesidades de conocimiento. Es decir, decide no educar.
Tercero, que la educación virtual o a distancia es equiparable a la presencial. Con el afán de impulsar la imagen de que el sistema está funcionando normalmente se olvida la diferencia fundamental que existe entre el mero aprendizaje y la formación integral basada en el conocimiento. Esto último, supone la construcción y apropiación colectiva de conocimientos que dan sentido y solidez a la vida personal, grupal y social y sólo puede ocurrir en un espacio social interactivo como la familia, escuela, universidad, comunidad. Y hoy, cuando cada vez más se entiende a la educación como transmisión de información, la educación a distancia viene a profundizar ese enorme equívoco. Con la contingencia y la experiencia masiva de la educación virtual, se apresura la progresiva integración de la educación a distancia como equivalente a la presencial y la escuela y la universidad como enseñadero. Como decían recientemente las autoridades de la UAM, al plantear la creación de programas a distancia: la modalidad extraescolar debe asumirse como equivalente a la modalidad presencial
. (Acuerdo directores 27/2/20: www.uam.mx).
Cuarto, que no se vulnera el carácter público de la educación cuando masivamente se sustituyen todas las aulas (cientos de miles), en su mayoría públicas, por las virtuales (softwares y dispositivos) que rentan o venden las grandes empresas tecnológicas. Un cambio súbito de tales proporciones amenaza con normalizar
la presencia de grandes empresas privadas en la educación (el caso de Banca Santander) y ya sin contingencia podrá avanzarse con gran soltura en este proceso de conversión de lo público a lo privado. Y habrá presión de esas compañías a que los planes de estudio sean amigables con el uso de sus tecnologías. Ni siquiera se dará oído a la demanda de que se sea el Estado, mediante las instituciones públicas, el que se encargue de crear estas tecnologías y ofrecerlas gratuitamente como parte del servicio educativo.
Quinto, que la educación a distancia puede utilizarse políticamente. No es difícil imaginar que una vez que el sistema ha tenido la experiencia piloto de la contingencia de 2020, gobernadores, autoridades de instituciones e incluso algún futuro gobierno federal considere utilizarlas para enfrentar las protestas magisteriales, los paros estudiantiles, las luchas por derechos –de las mujeres, por ejemplo– y las huelgas que ellos mismos no aciertan a solucionar. Crear clases extramuros virtuales
ante estos movimientos, sin embargo, sólo generaría peores conflictos y caos, pues enfrentará a grupos dentro de las instituciones y el sistema.
Finalmente, fortalece la noción de que es útil sobrevivir con promesas. La promesa implícita que han hecho las autoridades educativas es que con el uso de la educación virtual o a distancia los más de 30 millones de estudiantes no sufrirán retrasos en su formación, que ésta será de calidad, que no habrá exclusión y que estudiantes y maestros funcionarán adecuadamente en este nuevo ambiente. Pero las quejas, denuncias y protestas comienzan a aparecer por todos lados: niños y niñas pobres excluidos, maestros sobrecargados de responsabilidades y de trabajo, hogares de maestros y estudiantes, invadidos y obligados a asumir las condiciones que impone el uso yel costo de una tecnología muy poco eficiente y exámenes SEP, amenazan con generalizar la inconformidad y hacer responsables a quienes los metieron en el atolladero. Erraron el camino, el regreso no será fácil.
*UAM-Xochimilco