medida que se ha desplegado entre nosotros la presente contingencia sanitaria se ha revelado como un auténtico desafío cultural para nuestra sociedad; nos ha obligado a resignificar múltiples aspectos de nuestra vida cotidiana, desde los tiempos y espacios laborales y recreativos, hasta los días festivos. En este marco, el próximo 10 de mayo se conmemorará un Día de las Madres distinto, la cuarentena obligará a muchas a celebrar sólo
con quienes tienen en casa. Sin embargo, para un grupo de ellas, las madres de los miles de desaparecidos de nuestro país, la cuarentena no sólo ha significado un aumento en las labores y responsabilidades domésticas, sino que ha levantado un enorme muro frente a ellas que ha multiplicado la de por sí ya difícil búsqueda de sus hijos. Para estas madres esta vez menos que nunca habrá un festejo, pues no descansarán hasta encontrar a sus desaparecidos.
Desde principios de 2020, la Comisión Nacional de Búsqueda, encabezada por Karla Quintana, dio a conocer que, de acuerdo con el conteo histórico, 61 mil 637 personas permanecen desaparecidas, y se han encontrado 3 mil 631 fosas clandestinas. El 53 por ciento de las personas desaparecidas tienen entre 15 y 34 años. Hablamos pues de 61 mil vidas, historias y familias afectadas; de madres que han perdido a sus hijos; de mujeres que perdieron a sus hermanos, y decimos mujeres porque son ellas quienes, mayoritariamente en México, buscan a sus familiares desaparecidos y luchan por reivindicar su dignidad: de los desaparecidos, de sus familias, la dignidad de todos.
Múltiples colectivos han denunciado el retraso e irregularidades que presentan las cifras oficiales de desaparición. Colectivos como VIDA, Data Cívica y el Observatorio Nacional Ciudadano han expresado inconformidades con la poca transparencia que se ha tenido respecto a la metodología para cuantificar la magnitud de la tragedia de la desaparición en nuestro país. Según éstos, el Registro Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas y No Localizadas lleva un año de retraso en la publicación de cifras, lo que retarda la formulación de estrategias y políticas públicas a partir del conocimiento de la situación y sus tendencias en los últimos años. Yolanda Morán, madre en búsqueda de su hijo desaparecido, ha denunciado la falta de cooperación entre estados, y estima que la cifra de desapariciones llega, en realidad, a más de 200 mil personas.
Las madres se enfrentan a un sinfín de trabas e irregularidades en el proceso de búsqueda de sus hijos; desde la omisión e inacción del Estado, las amenazas de grupos delictivos, la violencia que sigue en aumento y, ahora, la cuarentena, que ha puesto en suspenso las actividades de búsqueda, pero no ha significado un alto en las desapariciones, lo cual no ha hecho sino hacer más grande la legión de madres que no dejan de buscar a sus hijos, a pesar de todos los viejos y nuevos obstáculos. Tenemos miedo de enfermar, pero ya estamos enfermas de tanto dolor, de qué más nos podemos enfermar
, afirma María Isabel Cruz, quien busca a su hijo desde hace tres años y tres meses. “Nosotras como mamás estamos muertas en vida… tengo miedo, pero es por mis otros hijos y mis nietos”, señala una madre en Chilapa, Guerrero, quien denuncia la pasividad de los mandos policiales y fuerzas armadas que desde los hechos de Ayotzinapa vigilan el municipio. Dicho ayuntamiento fue testigo además de la masacre de músicos a principios del presente año y del reclutamiento infantil para su policía comunitaria. Otro caso notable es el de doña María Herrera, quien sufrió la desaparición de cuatro hijos entre 2008 y 2010 y quien ha sido un símbolo de la lucha por la dignidad para muchas madres en el país.
Cuando de digna muerte se trata, la lucha de las madres de desaparecidos cobra relevancia en tiempos en que los funerales y actos de despedida están prohibidos. La desoladora búsqueda de restos humanos bajo tierra se vuelve signo de esperanza para muchas madres y familias con el único propósito de reivindicar la dignidad de aquellos que hoy sólo son presentados como cifras. Y su esfuerzo a contracorriente cobra resultados, muestra de ello son los dos rencuentros que presenció en el mes pasado el Colectivo Voz de los Desaparecidos en Puebla, tras cuatro años y 10 meses de desaparición, respectivamente.
Este 10 de mayo las madres no marcharán por sus hijos, como acostumbraban hacerlo cada año, pero se realizará un acto similar a través de redes sociales. Su búsqueda continúa, a la par de las desapariciones que no cesan. Es momento de reconocer el papel de las madres como protagonistas de uno de los movimientos que, junto con el feminismo, más ha logrado visibilizar y urgir el desmantelamiento de las múltiples violencias que atraviesa nuestro país en medio del desgarramiento del tejido social. Son madres dignas, cuyo motor y esperanza es el amor por sus hijos, a quienes se ven obligadas a buscar incluso bajo tierra. Buscan a sus hijos y no necesariamente a los agresores; buscan justicia por amor y no por rencor.
La desaparición en México es otro síntoma de un país enfermo de violencia, que ni la actual pandemia ha logrado detener, ni superar en la magnitud de sus víctimas. Por ello, hoy es momento de recordar las palabras de la Quinta Brigada Nacional de Búsqueda de PersonasDesaparecidas: lo primero que desapareció en el país fue la justicia
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