n muchas culturas ancestrales el águila ha simbolizado la divinidad, poder, valor y fuerza y le han atribuido muchos significados. Las que florecieron a lo largo de miles de años en el territorio que hoy llamamos México no son excepción.
Los mayas le atribuían poderes mentales y telepáticos; su mirada fija, penetrante, que todo lo ve, representaba la inteligencia, contemplación, agudeza y penetración. Era una epifanía solar.
La vemos representada en pinturas y relieves en Teotihuacan y Tula. En Chalchihuites, Zacatecas, que floreció alrededor del año 700, aparece representada en una urna como símbolo fundamental.
En la cultura azteca o mexica, que dominaba gran parte del territorio a la llegada de los españoles, el águila tuvo una presencia primordial, ya que se asociaba al Sol, que era el poderoso Huitzilopochtli, la máxima deidad. La aparición de la majestuosa ave posada sobre un nopal fue el signo que había señalado para fundar su ciudad. Recordemos sus palabras: De verdad os iré conduciendo a donde habréis de ir, apareceré como águila blanca; por donde hayáis de ir, os iré voceando; id viéndome nomás; y cuando llegue allí donde me parezca bien que vosotros vayáis asentáros, allí posaré, ya no volaré; de modo que luego allí haced mi adoratorio, mi casa... y allí la gente hará casa, os asentaréís...
La portentosa deidad que encarnaba el águila también representaba la guerra: el Sol, el guerrero por excelencia, todos los días tenía que luchar contra sus hermanos, los poderes de la noche, representados por las estrellas los centzonmimixcoa y centzon huitznahuac
, y por los tzitzime
, los planetas, y al frente de todos ellos: la Luna, –la combativa Coyolxauhqui o Malinalxochitl.
Si el astro solar no vencía en esta lucha diaria los poderes nocturnos se apoderarían del mundo. Al desaparecer el Sol, las estrellas y los planetas descenderían a la tierra y se convertirían en fieras espantables que devorarían a los hombres y se acabaría el mundo. Por esa razón tenían que alimentarlo con corazones humanos para que tuviera la fuerza y emprender cada noche la descomunal batalla.
Un aspecto que hay que destacar es que esta guerra de vida o muerte no era sólo de dos fuerzas cósmicas por dominar el mundo, había un fondo ético: un combate entre las fuerzas oscuras del mal y las luminosas del bien representadas por el Sol.
A pesar de la cultura invasiva que trajo la conquista, en el escudo nacional, símbolo fundamental de identidad, aparece como figura central la mítica imagen del águila posada sobre el nopal devorando una serpiente.
El erudito arqueólogo Eduardo Matos nos comenta que las fuentes históricas y pictografías muestran al águila de diferentes maneras: en la pieza mexica Teocalli de la guerra sagrada aparece sobre el nopal con el símbolo de la guerra que sale del pico. En el Códice Mendocino se le ve sin nada en el pico y en el Durán hay dos láminas: en una devora pájaros y en la otra una serpiente, pero en ningún caso pierde su regia presencia.
Aunque se le haya despojado de sus connotaciones divinas sigue siendo admirada por el hombre. En México tenemos 22 especies y es de los grupos más vulnerables. La más famosa es el águila real, que aparece en el Escudo Nacional. Su importancia para la conservación de los ecosistemas es esencial, por lo que es muy preocupante que esté en peligro de extinción.
Un dato alentador es que en algunas zonas de la ciudad con grandes árboles, como en Polanco, se ven volar con frecuencia las que parecen ser águilas, no sabemos de qué especie, pero tienen todas las características que muestran las imágenes. Yo soy testigo de tres que vuelan muy cercanas alrededor de unos frondosos fresnos donde se aprecian en lo alto unos nidos grandes. ¿Se estarán volviendo urbanas?
Por cierto, hablando de aves, desde que comenzó el aislamiento en los espejos de agua del parque Lincoln, de la misma colonia, se ha asentado una pareja de patos con hermoso plumaje café y dorado.