Opinión
Ver día anteriorMartes 21 de abril de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Ciudad perdida

Injusticia e impunidad, gérmenes neoliberales

E

l largo y tortuoso camino del neoliberalismo, más o menos 30 años en los que el abandono de los quehaceres fundamentales del Estado quedaron a la deriva y se enseñorearon la corrupción y la violencia, representados en México por el priísmo del salinato y los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón, llevaron a buena parte de los habitantes del país a un sendero en el que la única puerta de salida se llamaba Andrés Manuel López Obrador.

Era imposible seguir con lo mismo. El número de pobres aumentaba día con día, la violencia se alimentaba de la injusticia y la impunidad de un pacto no escrito en el que –en las aguas de la ley– no se mojaban los pies los amigos de los gobernantes ni se asustaban sus cómplices. La nación dejó de existir para dar paso a un gran negocio donde sólo mandaban los de mayores recursos.

Ya no había tiempo de considerar ideologías o posibles formas personales de gobernar, había que salir del hoyo, y dentro de los posibles presidentes de la República ningún representante de los partidos hegemónicos planteaba otra cosa que no fuera lo mismo: el mandato del mercado sobre la vida de la gente.

Entonces, el pueblo, burlado tantos años, decidió desde casi todas sus esferas sociales cambiar de rumbo. ¿Hacia dónde? Había suposiciones, ninguna certeza, pero el combate a las desigualdades desde un esquema de honestidad, y eso se supone que quiere decir, por ejemplo, cero impunidad, era la esperanza de salir del profundo hoyo neoliberal.

Hace un par de entregas, en este espacio argumentamos que Andrés Manuel López Obrador nos había engañado y que ahora le ponía alfombra roja a las televisoras que incluso habían operado para arrebatarle el triunfo electoral y para burlar la voluntad de un pueblo que buscaba la salida. La decisión de regalarles los tiempos del Estado para que los comercialicen, más que un acto de justicia podía interpretarse como una especie de soborno para evitar más ataques.

Pero hoy que nos enfrentamos al desafío que un locutor hace a las reglas esenciales para sobrevivir frente a una pandemia, como al parecer le fue ordenado, y que ha atacado a casi todo el mundo y tiene a más de 2 millones y medio de personas afectadas y cerca de 200 mil muertos, entendemos aquello de: A mis amigos, justicia y gracia, que no puede traducirse en otra cosa que impunidad.

Entonces, nos damos cuenta de que López Obrador nunca nos engañó, debo admitir mi error, nos engañamos nosotros mismos en la aterradora desesperación por salir de la trampa en la que nos habían metido los neoliberales. No había nada más. Necesitábamos cortar a como diera lugar.

Esto, desde luego, no quiere decir, de ninguna manera, que hagamos a un lado los ataques al gobierno desde la misma iniciativa privada, que son los más feroces de la historia, sino por el contrario, lo inaceptable es pensar que se está a punto o ya se pasó la raya en la que el Presidente de la República es el administrador de un grupo de señores adinerados, no todos; un grupo sin país, sin nación, pero con muchos dólares. Eso, no se vale.

De pasadita

Ya es hora de que se entienda que el Quédate en Casa no es una recomendación del gobierno de este país o esta ciudad; es una recomendación mundial, porque el mundo está viviendo una crisis sanitaria sin precedente cercano.

No podemos pedir a todo el mundo que lea y se entere; no es posible que a punta de ejemplos no vividos se pretenda hacer entender a una comunidad desafiante, pero lo que sí se puede hacer es saturar de enfermos graves –esos que fueron desafiantes– los hospitales para luego gritar que todo está mal. Si ese es el rumbo, mala cosa nos espera.

[email protected]

[email protected]