a escorada nave trata de seguir a flote mientras entramos en los remolinos más oscuros de la doble o triple crisis que nos vuelve contemporáneos de todos los hombres. Como quería el poeta Paz, tal vez sin imaginar por cuál camino llegaríamos a tal vecindad. Los primeros y rotundos indicios de que la cosa va en serio y, por lo pronto, para peor, son los litigios dentro de nuestro vilipendiado sistema público de salud donde todos los días se oyen voces indignadas que revelan flagrantes insuficiencias en mate-ria de insumos
básicos, indispensables para desempeñarse con relativa seguridad en los pisos y pabellones donde la vida de muchos se dirime.
Sin embargo, mención aparte de los bárbaros incidentes en contra de médicos, enfermeras y hospitales, en la mayoría de la sociedad hay conciencia de la responsabilidad y entrega del cuerpo sanitario lo que no debería implicar una negación más o menos abierta de sus derechos humanos y, en particular, laborales, no pocas veces olvidados por autoridades y por supuestos representantes de los trabajadores de la salud.
Esta es una historia todavía por contar, aunque Ricardo Pozas la haya estudiado en profundidad hace años. Para mí, empieza en 1965 con el movimiento médico que conmovió a la clase médica
, como algunos galenos me enseñaron a llamarle, y dio oportunidad al presidente Díaz Ordaz para probar sus armas en el campo de batalla que siempre fue su tarea de gobernar. La conclusión: represión y persecución de doctores y afamados investigadores, acorralamiento de residentes e internos y una oportunidad más perdida por el Estado y las fuerzas políticas de entonces para replantearse sus visiones y enfoques sobre la política social, que ya encontraba en la cuestión presupuestal, insuficiente y opaca, sus muchas inconexiones y despropósitos.
Ahora, el Presidente reafirma sus decisiones en materia de política económica sin oír siquiera los planteamientos patronales, tajantemente descalificados a partir de un equívoco enorme: que los empresarios querían condonación de impuestos y rescates al estilo Fobaproa. Es probable que tal barbaridad haya sido cultivada en las cabecitas locas de algunas cúpulas soterradas del circo empresarial, pero lo que dijeron y escribieron sus organizaciones no fue eso. Proponen posponer pagos de obligaciones fiscales y obrero-patronales, diseñar acciones de protección al salario y la ocupación, que obligadamente pasan por la protección y el apoyo a las empresas, sobre todo medianas y pequeñas. Nada excéntrico y parecido a lo que se hace ya en otros lados.
Bajando al mar de fondo: el Presidente reafirma sus convicciones y decisiones, y la empresa y el capital convocan a elaborar un programa nacional, basado en un acuerdo de ese calibre al que seguramente se unirá el gobierno pronto
. Peor, ni Dante.
El desencuentro no tiene asideros. No deja de alarmar la proclividad del Ejecutivo y de algunos de sus compañeros de viaje para caer en parábolas paranoicas, descubrir complots y rebelar animadversiones nuevas y no tanto. El yo los conozco
presidencial, abre camino a la descalificación sumaria. La invención libre y poco imaginativa acompaña a seguidores y exegetas, de ocasión o convicción.
Las benditas
redes sociales del Presidente pueden estar sirviendo de arúspices posmodernos, pero lo menos que deberían hacer quienes las visitan es ilustrar a quienes, preocupados por su salud mental, no lo hacen. Por lo pronto, impera la confusión rayana en el culto a la improvisación y, sí, a la ocurrencia, como esa de encuestarnos sobre nuestro interés y lectura del ¡Financial Times!
Abruma, y por eso me abstengo por ahora, el cúmulo de oportunidades perdidas o desperdiciadas por el Presidente y su partido para hacer política nacional y hasta popular, que no populachera, amparados en la emergencia actual y proyectada para tejer un entendimiento económico y político nacional, rumbo a la reconstrucción de una economía mixta robusta, también irracionalmente vituperada por los de la revolución de los ricos que han estudiado Carlos Tello y Jorge Ibarra.
Todo esto y más, como el reto de nuestra penuria fiscal y la urgente reforma de la hacienda pública, se ha puesto sobre la mesa para todos, pero sobre todo para quienes, como el Presidente y seguidores, promueven una transformación de calado histórico. No se logrará en medio del pandemónium…