19 de abril de 2020 • Número 151 • Suplemento Informativo de La Jornada • Directora General: Carmen Lira Saade • Director Fundador: Carlos Payán Velver

De chile, de dulce y de manteca


Los niños del éxodo

Nuria Ferreira Mañá Facultad de Ciencias Políticas y Sociales UAEMEX

Fiel al dicho “una imagen vale más que mil palabras”, el cine, sea ficción o documental, ha de ser ante todo imagen. Ha de estar compuesto de imágenes poderosas que puedan decirlo todo y que muchas veces ni siquiera necesitan de intervenciones habladas; imágenes que como en todo arte buscan transmitir sensaciones y emociones.

El documental “Los niños del éxodo”, de Wilma Gómez Luengo (2019, México, 83 minutos), nos empapa de imágenes. Las voces en off, que son testimonios de niños que aún no saben expresarse con elocuencia, afirman que “no les gusta su vida actual, que no les gusta dónde viven”. Son frases sencillas que, por sí solas, nos dejarían algo fríos pero el documental las acompaña de lo que realmente provoca la emoción y nos permite comprender lo que los muchachos no pueden expresar del todo: las imágenes de suciedad, de falta de luz natural, de focos que apenas alumbran, de escasez de muebles, de llaves de las que cae un mínimo chorro de agua, de insectos, de estructuras de hierro que parecen barrotes de cárceles, de un ambiente desangelado, todo lo contrario de lo que debió ser la alegre sala de fiestas Calypso, ahora refugio de desplazados.

En el género del documental es siempre necesario lo que se denomina “hilo conductor de la historia”, elemento que lleva de la mano al espectador a través de un relato coherente: En esta historia se aprecia un doble hilo conductor: el formado por los dibujos de los niños. A primera vista, parece que es fácil que un director consiga que un niño dibuje sus recuerdos y los muestre pero Wilma Gómez Luengo, directora y guionista, tuvo que entrevistarse y documentarse con especialistas en una técnica llamada “Arte-terapia” que se emplea con refugiados de todo el mundo. Con ello logró que niñas y niños se abrieran y accedieran a pintar y contar su historia ante un equipo de extraños y una cámara intrusa. Como segundo hilo conductor, observo la animación naif de la vida en Tierra Caliente, trabajo bellísimo, realizado con una mezcla de técnica como el cut-out o animación con recortes, el stop motion (cuadro por cuadro), el coloreado a mano y la composición en computadora. Pero en ese mundo animado de color no todo es el paraíso. Hasta el sol brillante y sonriente cambia su sonrisa por un gesto de dolor con la obligada marcha de los campesinos.

Esta es, sin lugar a duda, una historia de pérdidas: vemos cómo un niño debe elegir entre un muñeco o una prenda de vestir para llevarse consigo: tan chico, y ya debe realizar una elección esencial, casi de adulto. Los chicos y chicas entierran sus juguetes, para nosotros son solo muñecos pero para ellos son tesoros que algún día volverán a buscar.

Un niño, ya casi adolescente dice a cámara: “Se me ha olvidado todo”, es decir, ha perdido también sus raíces, ¿de dónde soy? Ya no soy de allá pero tampoco de acá. Por eso surge el mecanismo de defensa consistente en no querer recordar, porque si no, como dice otro muchacho “siento sentimientos” y al decirlo se esconde bajo su ropa, como si de un verdadero refugio se tratara.

Los espacios: existe una tendencia artística llamada “feísmo”, que consiste en conceder valor estético a lo feo. No es, desde luego, intención de la directora gozar de lo feo y de la falta de belleza al situarnos en la ciudad, con su tráfico, su contaminación ambiental y sonora, con miles de cables de luz enredados, sino establecer una comparación cuando la imagen nos sitúa en la sierra de Guerrero con su luz, sus espacios y sonidos, para después volver otra vez, al gris de la ciudad. Allí, donde jugar al aire libre es solo subir a la azotea.

Y, ¿cuál es la pérdida para los adultos desplazados? La alegría y la autoestima ante tanto abandono por parte de las autoridades: “Nuestra vida está en pausa” dice una mamá. En su tierra perdieron la libertad y tuvieron que marcharse, pero su vida actual también está aprisionada por la falta de oportunidades. Sabemos que cuando se elige un camino en vez de otro, además de perder, también se gana. ¿Qué ganan? - Seguridad, desde luego, ganaron seguir con vida, pero a costa de una total desarraigo, tanto físico como emocional. A los personajes adultos nunca los vemos, pero su presencia a través de la voz en off es fundamental, por dos motivos: para dar un mayor protagonismo a los niños y para salvaguardar su seguridad.

Los que no vivimos en nuestro país, guardamos la esperanza de volver algún día porque la nostalgia es un sentimiento muy doloroso que te hace ansiar hasta los olores de la tierra en que naciste. Pero si yo pienso en mi situación como emigrante, no la puedo comparar en absoluto con la de los desplazados, porque cuando anhelas tus orígenes, pero tu casa es bonita, tienes un trabajo, amigos y, sobre todo, no vives con miedo, toda nostalgia se aminora. En el caso de los desplazados, ¿cómo vivir con nostalgia y sin nada más que la incertidumbre ante el futuro?

Los protagonistas, en especial los adultos, añoran su lugar de origen y el tiempo feliz vivido en su hogar antes de ser forzados a marcharse. Ese tiempo antes de que la violencia y el miedo invadiera su tierra, cuando nadie quería llevarse a sus hijos de más de 12 años. En este sentido, llevamos muchos años oyendo hablar de los “niños soldados” de África y Asia, en el Chad, Angola, Burundi, Irán, Birmania, etc. Parece que eso nos queda muy lejos, y en realidad, lo tenemos muy cerca, ya no niños soldado, sino niños narco, reclutados en contra de su voluntad. Esa razón para huir de los orígenes, nos vuelve a mostrar el documental a través de imágenes poderosas cuando vuelve a la Sierra de Guerrero, pero esta vez de noche, mostrando presencias amenazadoras: nubes que se ciernen sobre el pueblo, grupos de árboles en semicírculo que parecen aprisionar a los poblados; puertas cerradas, verjas, otra cárcel.

En varias entrevistas, la directora de este documental afirma que los desplazados carecen de las leyes que los protejan. Así es: la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados atiende a los extranjeros que solicitan refugio, pero no a los desplazados internos. Existe una normativa jurídica e institucional para extranjeros, pero no para mexicanos. Este es un valioso y necesario documental, que nos da respuestas y logra que nuestra mirada ante los desplazados por la violencia nunca más sea de indiferencia.•