19 de abril de 2020 • Número 151 • Suplemento Informativo de La Jornada • Directora General: Carmen Lira Saade • Director Fundador: Carlos Payán Velver

Salud rural y COVID


Elaboración: Sipae, agradezco el apoyo de Freddy Montenegro y Eliana Anangonó para la elaboración del gráfico.

Ecuador: dos miradas a la situación rural La crisis del modelo agroindustrial

Francisco Hidalgo Flor Profesor de Sociología Agraria en la Universidad Central del Ecuador, investigador de Sipae

La crisis mundial provocada por la pandemia del COVID–19 está dando la vuelta a todo; empezó siendo un problema sanitario, pero pone en cuestión al modelo civilizatorio de los pasados setenta años -de la posguerra de mitad del siglo XX para acá-, es decir, el capitalismo globalizado.

Esta crisis se presenta en algunas regiones y países con mayor complejidad y, al parecer, Ecuador está entre las de mayor drama: ¿quién no quedo estremecido con las imágenes que los medios de comunicación, nacionales e internacionales, transmitieron el 1 de abril, de la exposición de cadáveres en las vías públicas de la ciudad de Guayaquil y la quema de llantas en las barriadas que acumulaban muertos por varios días? Al momento de escribir este artículo se reconoce oficialmente que los datos generados tienen subregistro.

Una de las cuestiones que ha emergido en su gravedad es la problemática alimentaria: hay países enteros que tienen dificultad para acceder a alimentos, y en otros países hay zonas, como las barriadas populares, que tienen muchas trabas para acceder a alimentos; las cadenas privadas de expendio solo se ubican en zonas de ingresos medios y altos, pero no en los espacios donde viven poblaciones con ingresos bajos. A esto se añade que la situación sanitaria demanda alimentos frescos y sanos, no solo enlatados o envasados.

Es la consecuencia de setenta años de un sistema corporativo que construyó la concentración de la producción y del comercio alimentario, basado en una injusta e irracional división internacional, sostenida sobre la base de tratados comerciales, bajo auspicio de la OMC, que monopolizó fertilizantes y semillas, obligó a que las mejores tierras del mundo se orientaran a los productos que demandan los países centrales y las transnacionales de consumo, y volvieran dependientes de alimentos a la mayor parte de países en África, Asia y Latinoamérica.

Lo que es peor, en años recientes, con la promoción de los agrocombustibles, la producción fue para alimentar automóviles y para la monopólica industria de cárnicos.

Esta irracionalidad aleja la producción de alimentos de las necesidades de las poblaciones humanas circundantes, impone un modelo que obliga a los campesinos a abandonar sus cultivos tradicionales, al ritmo que multiplica el uso de fertilizantes y semillas importadas. Un ejemplo de ello es Ecuador, donde las mejores tierras del país, aquellas con mayor fertilidad de suelos, acceso a riego, ubicadas en las zonas planas y valles, conectadas con las principales vías de transporte y con apoyo estatal, están orientadas a productos que se consumen en Europa, Estados Unidos o China: camarón, banano, flores.

Los productos agrícolas para el mercado nacional se producen en tierras de poca fertilidad, con poco o ningún riego, alejadas de las principales vías, con escaso apoyo estatal, en unidades productivas pequeñas o medianas: maíz suave y duro, plátano, tomate, frejol, melloco, alverja, pimiento, cebolla, entre otros.

Ahora las bodegas de las grandes compañías, en puertos y aeropuertos están abarrotadas de productos que no pueden salir y que jamás tuvieron el propósito de consumirse en el país. Varados y pudriéndose. Los barcos llenos de petróleo sin tener a dónde ir. Y las empresas despidiendo a las y los trabajadores.

Mientras, en las ciudades, en las barriadas populares, las personas demandan alimentos para sostener su vida: frutas, hortalizas, cereales, leche, huevos, carne.

Algunos alimentos ahora tienen mayor demanda por su valor nutritivo, como la quinoa; por su aporte para enfrentar las enfermedades respiratorias: naranja, limón, miel, entre otros.

Del año 2000 para acá en Ecuador decreció la superficie de cultivos transitorios -destinada al consumo nacional-: se perdieron doscientas mil hectáreas. Mientras que, en permanentes -donde están la mayor parte de cultivos para la exportación-, se incrementó en ciento cincuenta mil hectáreas. Veamos el siguiente gráfico, elaborado sobre los datos de la ESPAC nacional

Otro tema por tratar es la cuestión del acopio y comercio de alimentos para los sectores urbanos de menores recursos económicos y para las poblaciones marginales, pues el neoliberalismo debilitó o eliminó los circuitos de mercados municipales o estatales.

Las principales cinco cadenas privadas de supermercados fueron las empresas que mayor utilidad generaron en la pasada década y media, luego de los bancos y las empresas petroleras.

La concentración del mercado en grandes cadenas oligopólicas de mercantilización incrementa la fragilidad del acceso a alimentos para los sectores periféricos y/o marginales. Lo que se agudiza si colocamos el requerimiento de alimentos sanos y frescos, sin químicos ni preservantes.

Es urgente e imprescindible trabajar en líneas de comercialización pública, a través de gobiernos locales y/o provinciales, que acerquen producción agrícola campesina y consumo en barrios populares.

Es emergente fortalecer el apoyo a los esfuerzos locales y regionales a favor de la agroecología.

Finalmente es necesario demandar una perspectiva estratégica, que reconozca que esta crisis sanitaria no es un caso aislado, que se encuentra enmarcada dentro de un conjunto de condiciones estructurales mundiales, que transforme el sentido esencial de las políticas públicas , que plantee desacoplarse del sistema alimentario global, revertir tierras dedicadas a cultivos de exportación a favor de cultivos para el mercado nacional y recuperar los saberes indígenas y campesinos de armonía entre la vida de los seres humanos con la naturaleza.

Definitivamente hay que dar la vuelta a todo, no se puede volver a la normalidad. •