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FMI: ¿más deuda? // Buitres al acecho

E

ncadenados –por no decir agarrados de santas partes– por la mafia bancaria trasnacional y los organismos financieros supuestamente globales, los países emergentes (moderno eufemismo para ubicar a las naciones del Tercer Mundo) registran un saldo de deuda externa sin precedente: 8 billones de dólares (millones de millones) al cierre de 2018, algo así como ocho tantos el producto interno bruto mexicano.

Ahogados en deudas (más el descomunal pago de intereses), con economías más que endebles, pobreza galopante y una espeluznante concentración del ingreso y la riqueza, en plena pandemia del Covid-19, y para enfrentar positivamente sus consecuencias, la recomendación de esa mafia y sus organismos financieros es endeudarse aún más… para crecer y reducir la pobreza.

Ahí está el reciente caso de uno de los jilgueros del Fondo Monetario Internacional, Alejandro Werner (subsecretario de Hacienda con Felipe Calderón y ahora director para el Hemisferio Occidental del FMI), para quien lo mejor que puede hacer el gobierno mexicano es endeudarse más frente a una crisis tan profunda, y que se anticipa transitoria, como la impuesta por Covid-19. Por ello, nuestro país debe tomar sus ahorros y su capacidad de endeudamiento para apuntalar programas de apoyo a empresas y familias; (eso sí) debe legislar para garantizar que estos recursos tengan una fuente de pago en el futuro ( La Jornada, Dora Villanueva).

Pues bien, tal recomendación (reiterada a lo largo de los años y llevada a la práctica por los gobiernos neoliberales) tuvo una consecuencia escalofriante: en la última década sólo la deuda externa de México (pública y privada) se incrementó 130 por ciento de 2008 (año de la sacudida económico-financiera global, antes de la pandemias de la influenza) a 2018, al pasar de poco más de 197 mil a cerca de 453 mil millones de dólares (de ellos, 93 mil millones son del sector privado, de los que dos terceras partes son a corto plazo; todas las cifras son del Banco Mundial, otro de los organismos que aconsejan seguir la ruta mencionada).

El débito mexicano creció y creció, la mafia bancaria y sus organismos globales se dieron vuelo, los gobiernos neoliberales nunca se salieron del huacal, pero ¿dónde quedaron las consecuencias benéficas de endeudarse velozmente, es decir, el crecimiento económico y la reducción de la pobreza? El primero se mantiene prófugo y la depauperación se registra a largo y ancho de esta República hipotecada. Pero el FMI asegura que lo conveniente es seguir por ese camino: contratar más deuda y legislar para garantizar su pago.

La recomendación no ha sido exclusiva para nuestro país. Por ejemplo, en el periodo referido la deuda externa de América Latina y el Caribe aumentó en una proporción similar a la mexicana y pasó de 851 mil millones de dólares en 2008 a un billón 900 mil en 2018. Y el resultado fue idéntico al de esta República hipotecada: crecimiento insuficiente o, de plano, ausente, pobreza galopante y una lesiva cuan creciente catarata de intereses.

Pero bueno, Werner dice que en general América Latina verá una recesión muy grave y los conflictos sociales no se descartan. En la historia del mundo estas grandes conmociones a veces generan movimientos sociales que dan cabida a transformaciones importantes y que generan una mayor demanda de las poblaciones hacia sus autoridades (ídem), y para ello qué mejor que seguir la ruta del endeudamiento.

Las políticas fondomonetaristas, con sus draconianos ajustes estructurales, modernizaciones, deuda galopante y conexos, destrozaron a las naciones que hoy pomposamente denominan emergentes, mientras los prestamistas –buitres de cuello blanco– se hincharon de ganancias y condicionaron a más no poder a esos mismos países a quienes prometieron salir adelante por medio del endeudamiento.

Las rebanadas del pastel

Con el corazón en la mano, el FMI anunció que “25 de los países más pobres del mundo no pagarán su deuda externa… por 6 meses”. ¿Cuánto? 500 millones de dólares, 0.0006 por ciento del débito total. Qué generoso.