El coronavirus le pega a la gente débil: hondureño al ir a trabajar en CDMX
Domingo 12 de abril de 2020, p. 10
A la orilla de Río Churubusco, un pescador hondureño echa sus redes
para buscar el sustento del día. Se trata de Jorge Alberto Solano, quien junto con su sobrino Denuar, pide dinero a los automovilistas y se las arregla para subsistir el día a día en una época donde el miedo al Covid-19 ha dejado las calles de la capital cada vez más vacías.
Como miles de catrachos más, Jorge se vio obligado a salir de su país orillado por la inseguridad y la falta de oportunidades. Él, que se dedicaba a la pesca en su natal puerto caribeño de La Ceiba, se encontró un día con que su lancha había sido robada y quemada. Fue ese el momento en el que dijo a su esposa y sus tres hijos: aquí no podemos hacer nada. Miro que todo el mundo se va y voy a aprovechar
.
En una época y un entorno donde de por sí es complicado llegar a Estados Unidos sin documentos, Jorge y Denuar se encontraron con el muro del coronavirus, que hizo aun más difícil cruzar la frontera. Ahí decidió que más valía quedarse en México y poder trabajar en lo que sea que regresar a Honduras.
En plena emergencia sanita-ria, el migrante de 41 años y su sobrino de 12 caminan en busca de una moneda entre los pocos autos que circulan por División del Norte y Churubusco. Lo hacen sin tapabocas y sin asomo de preocupación por el coronavirus, una enfermedad para la cual –según ellos– los preparan sus genes y su resisten-cia innata.
Miedo no tengo. Como dicen en mi lugar: el coronavirus le pe-ga a la gente débil. Nosotros los negros somos fuertes y para que nos pegue eso, ¡jum!, ¡es clavo, es lío, pues! Porque nuestra sangre es demasiado fuerte. Como dice el dicho: al que le quiera pegar el virus, que le pegue
, dice Jorge con tranquilidad.
Pidiendo dinero y haciendo cualquier trabajo ocasional que salga, ambos consiguen lo suficiente para comer y hasta para cooperar en el pago de la renta de mil 500 pesos mensuales de un departamento que un amigo alquila, y donde se que-dan a dormir.
Dice el dicho que el que sale se rebusca, y el que no sale, no se va a rebuscar, porque el pisto no llega a la casa, y gracias a Dios, a nosotros nos está yendo bien
, cuenta.
Con o sin virus, Jorge y Denuar están resueltos a quedarse en México. “Hermanito, nosotros no somos ‘ojo grande’: con 150-200 pesos que llevemos a la casa, nuestra familia come. México me ha dado de comer y se ha portado bien conmigo, pero también hay estúpidos que te dicen: ‘váyanse a su país’. Uno se molesta, pero lo único que les digo es ‘gracias, papi, que le vaya bien’”.