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Ciudad perdida

La IP, entre mentiras y patadas de ahogado

D

ía 14, fase II, periodo de emergencia sanitaria (Covid-19). El grito desesperado de la iniciativa privada por la situación actual, y por lo que ellos consideran el poco apoyo del gobierno federal, se ahoga entre sus mentiras, sus intereses mezquinos y su orientación ideológica, que sólo encuentra razón de ser en la idea de la ganancia de los pescadores en estos momentos de río revuelto.

El chillido de algunos empresarios –sobre todo los que pertenecen a la Coparmex– que rebota y se hace eco entre los negocios de difusión que ellos mismos manejan y a los que el gobierno ha favorecido, vuelve a levantar el discurso de la unidad nacional, siempre que a ellos les favorezca, insiste en aquello de un solo México en tanto que ellos sean los dueños, y exige la desideologización de las acciones de gobierno para que en el ámbito nacional sólo quepa, y se hegemonice, su idea: la de la derecha que gobernó y destruyó al país durante los pasados 30 años.

México ha probado, en esas tres décadas, que el gobierno de los empresarios ha dado como resultado un enorme déficit de servicios de salud pública, un sistema de seguridad corrompido, un sector educativo quebrado y un montón de empresarios muy ricos que buscan un lugar en las páginas de los medios que los reconocen como lo mejor del país.

El discurso del enfrentamiento entre los Méxicos que tanto gusta a las cúpulas empresariales sólo tiene validez cuando ellos son los buenos, o las víctimas, e invocan al horror del desempleo mientras el culpable sea el gobierno. Así han pasado de crisis en crisis, con el mismo discurso y con grandes ganancias.

Todos somos testigos de que durante todo un año la Presidencia de la República les abrió las puertas y les puso el escenario para que una y otra vez se tomaran la foto. Una y otra vez se habló de grandes inversiones y se contaba la historia de la familia feliz, pero tras bambalinas el desempleo crecía, las inversiones pactadas no llegaban y el virus aún no se hacía presente.

Podría ser que, por fin, el Presidente esté claro en que toda, o casi toda, la clase empresarial lo desprecia por todo lo que él sabe y ha dicho, y porque también desprecia a la clase política y no acepta que la injusticia social, de la que ellos siguen siendo los promotores, se remedie con fórmulas en las que ellos no lleven ganancia.

Ojalá en Palacio Nacional a nadie le tiemble la mano a la hora de buscar que esta crisis no sirva para alimentar las páginas de los reportes de las dependencias de la ONU, que hablan de los países con mayores índices de injusticia social. Los neofobaproístas buscan retornar a los esquemas de deuda y de desgracia para las mayorías. De esa ruina aún no nos levantamos.

De pasadita

Por lo pronto, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, se fajó los pantalones y después de hacer del conocimiento público que en lo que va del año la iniciativa privada ha dejado sin empleo a 50 mil personas, anuncia que los patrones que estén guardando sus ganancias para mejores momentos habrán de sufrir las consecuencias de su falta de voluntad empresarial.

La jefa de Gobierno busca romper con la cadena desempleo-violencia que después sirve de argumento a los desempleadores para quejarse de las acciones de la administración pública, y lo más importante, aunque ellos no lo crean, Claudia Sheinbaum tiene, no lo deben poner en duda, la mano muy, muy pesada. Ojalá lo entiendan.