Tras la pandemia, reorganización, visión, unión y pasión
: El Triste
l miedo no anda en burro, dice el refrán, o ante una amenaza apura el paso. En Estados Unidos al que ande en la calle sin cubrebocas lo multan con 500 dólares, unos 12 mil 500 pesos, luego de que la obsesiva nación inundó al mundo de superhéroes, de soldados defensores de la democracia y salvadores del petróleo ajeno y, lo peor, de la peregrina idea de que consumir y desechar daba sentido a la vida. Como el toro bravucón, tuvieron que recular ante el cite del llevado y traído Covid-19.
En la columna anterior decía: “La pandemia taurina –virus mortífero que ha tergiversado el toreo al confundir bravura con repetitividad sin emoción– podrá empezar a controlarse si antes se replantea, en serio, otro modelo de gestión… Sólo los sistemas y organizaciones realmente estúpidos persistirán en los viejos errores y proseguirán con prácticas viciadas, responsabilizando al coronavirus de sus pobres o peores desempeños”.
Sin cubrebocas ambos, tuve oportunidad de saludar y conversar con Manuel del Prado El Triste, en su juventud novillero que actuó en la Plaza México, en la Santa María de Bogotá, en el Nuevo Circo de Caracas y en varios cosos españoles, asesor de toreros y gestor pero, sobre todo, hombre sensible y pensante, cuyo amor por la fiesta de los toros no le impide cuestionarla, como ocurre con tantos otros.
¿Cómo ves la embestida de este virus?, le pregunté de inicio. Incierta en extremo, pues va a impedir el lucimiento de los sectores, perjudicándolos a todos, respondió. Como siempre, habrá unos más afectados que otros, acoté. Desde luego, añadió, y aunque unos afirmen que los más perjudicados son los ganaderos por los enormes gastos que exige la crianza de los toros, me parece que en primer término lo van a resentir los toreros, que sólo por excepción reciben salarios dignos, por lo que las estrecheces son antes, durante y después de la pandemia. Sin embargo, empresas y ganaderos no podrán invocar el serio trastorno que está causando la cuarentena para persistir en sus mismos errores.
Urgen como nunca, enfatizó del Prado, toros y toreros que puedan y sepan dar espectáculo, que no es precisamente cortar orejas a toros tontos, sino ante reses con transmisión, y emocionar a la gente al grado de querer verlos de nuevo el siguiente domingo. Oficio tienen muchos toreros; celo y sello, unos cuantos. Porque en el toreo no sólo se trata de aprender, sino sobre todo de entender, como condición para mandar las embestidas con largueza, cintura, cabeza y sentimiento, no tandas de tres muletazos mecánicos más o menos ligados. Ya se vio que eso no basta para meter a la gente a las plazas.
No crees que… Mire, el espectáculo taurino arrastra muchos vicios que ya no pueden persistir, interrumpió Manuel encarrerado; faltan criterios para saber en qué y en quiénes invertir, unión y coordinación de esfuerzos, visión a corto y mediano plazos y lo que parece imposible: cómo recuperar la pasión, el hambre en los públicos de ver a toreros nuevos rivalizar ante la bravura. Faltan promotores naturales, hacedores de toreros y estímulos oportunos a los jóvenes que apuntan. Si alguien empieza a sacar la cabeza, las grandes empresas se lo quitan al que lo trae, y si éste se niega, el muchacho no vuelve a ver un pitón. Ojalá el certamen México busca un torero, que se inicia en junio, sea más abierto y no sólo para los amigos. Sería gravísimo para la fiesta si todo continúa como antes.
Oye, ¿no te perjudicará lo que estás diciendo? Engallado, El Triste respondió: estoy lo suficientemente jodido para que me puedan joder más.