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Puntos sobre las íes

Recuerdos // Empresarios (CXXVII)

A

y... las envidias...

Todas las ilusiones de Conchita y Ruy de Camara, de presentarse; ella como gran figura, amén del cariño de los ex compañeros de este y su pléyade de amigos.

Resultó que todos los de a caballo se negaron a alternar con La diosa del toreo, y ella no cesaba de llorar, mas por lo que su apoderado estaba sufriendo, por lo que se oponían, esgrimiendo como razón que la ley portuguesa exigía que al celebrarse una corrida se incluyera la actuación de un rejoneador nacional. Así que, automáticamente, ella estaba fuera de los ruedos. Después de mucho cavilar y de darle vueltas al asunto, Ruy decidió entrevistarse con el ministro correspondiente para exponerle el caso ,y éste, por demás comprensivo, ordenó que se enviara una circular a todos los caballistas invitándolos a que torearan con Conchita y si nadie quisiera hacerlo, ella podría actuar sin ellos.

La empresa de Campo Pequeño, conforme lo decidido, lo comunicó a todos los rejoneadores lusitanos. Ninguno contestó y más tarde algunos dijeron que no habían recibido el escrito y se señaló la presentación de Conchita para la semana siguiente en una corrida nocturna. Poco antes de la anunciada corrida, se ofreció para acompañarla un antiguo rejoneador llamado Rufino da Costa, retirado años atrás, y con él partió plaza una noche en Campo Pequeño.

Dejemos la palabra, tal cual, a ella:

“El bravo toro de Pinto Barreiros que me tocó lidiar, mulato, listón, ojinegro y bajo de agujas, me proporcionó momentos tremendos. ¡Fueron 17 los rejones y banderillas que lo adornaban el morrillo al terminar la faena! Y como en el toreo, frente al toro, no existen injusticias, al término de mi actuación el público cobró con creces cualquier indelicadeza de sus toreros, pues no solamente me llamó a mí, sino que obligó a mi querido Ruy a que saliera conmigo a los medios y desde allí vistiendo él una vieja gabardina gris con la finura de quien lleva un manto de armiño, lo vi agradecer una apoteósica ovación.

“Bien contenta, salí de la plaza esa noche, mientras centenas de amigos y admiradores abrazaban emocionados a mi inolvidable mentor.

“Más tarde, a través de las temporadas, algunos caballistas fueron ofreciéndose para alternar conmigo, exigiendo apenas –también algunos– que sorteáramos los toros. Los sorteamos y en paz. Hasta hoy no comprendo el porqué de la oposición que me hicieron algunos hombres del bello traje Luis XV.”

***

“Después de la presentación en Lisboa, decidimos hacer un viaje a Sevilla, pues además de tener yo un enorme deseo de conocer la capital andaluza, Ruy necesitaba conversar personalmente con Marcial Lalanda, el célebre matador de toros que se había hecho cargo de mis asuntos en España.

“Aquí cabe explicar que mi futuro en España estaba lejos de ser un caso decidido. La ley española prohibía, hacía muchísimos años, la entrada de mujeres en el ruedo. Nosotros albergábamos la esperanza de un permiso, precisamente porque yo no era torera, mas sí rejoneadora, pero la verdad es que no había nada concreto al respecto.

“Por mi parte, confieso que, aunque hacía por no pensar en ello, vivía secretamente preocupada. Anhelaba entonces lo que más desea torero nacido en América: la aprobación del aficionado español. Si esta oportunidad se me negaba, sufriría una pena inenarrable. Hacía mucho tiempo y desde allende el océano, que idealicé mis primeras horas en Sevilla. Y los primeros minutos de aquellas estaban destinados a un rito especial: subir a La Giralda y desde allí ¡mirar La Maestranza!

No es de extrañar, por tanto, que al encontrarme en lo alto de la graciosa torre, mirando a la soñada Maestranza, sintiera un escalofrío de contento. Entonces –y no sé por qué– recordé el lejano tentadero de La Legua: por fin había llegado a mi meta. No conocía aún a nadie y nadie me conocía a mí, pero había llegado al fin de mi camino. ¿Me dejarían torear? ¡No me lo podrían negar, si era la ilusión de toda una vida!

***

¿Cuántas sorpresas esperaban a mis profanos ojos antes de acostumbrarse a la pequeñez de muchas cosas grandes de Europa?

(Continuará) / (AAB)