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La amistad en tiempos del coronavirus
P

or su talento, por su originalidad, porque siempre los sentí y los viví como creadores libérrimos, dos hermanos, Jordi Soler y Álvaro Enrigue, marcaron mi vida. Los dos novelistas (resultó excelente la novela de Jordi Soler Rojos de ultramar) ejercieron sobre sus lectores no sólo curiosidad, sino fascinación. Conferencias, programas de radio, diatribas, happenings, los dos desde muy jóvenes abarcaron varios campos de la cultura mexicana con desparpajo y una enorme capacidad creadora. Ahora Jordi vive en España. De Álvaro Enrigue, autor de Muerte súbita e Hipotermia sólo supe de su estadía literaria en Nueva York.

Jordi Soler vive ya desde hace varios años en Barcelona y tiene un programa de radio que también puede escucharse por Internet. Él mismo lo describe como un formato profundamente mexicano que sorprende a sus radioescuchas españoles, quienes lo describen como una mezcla entre radio hablada y radio musical, cosa que no existe en España. Asimismo, mientras transmite para Aire Libre, Jordi trabaja en su siguiente novela y publica ensayos en diarios y revistas. Es fácil escuchar la transmisión de Jordi Soler de lunes a jueves de 14:00 a 15:00 por Aire Libre 105.3 FM. Ahora, en su tercera semana de cuarentena desde Barcelona, levanta el ánimo de sus oyentes. Informa: Yo, por ejemplo, sigo levantándome muy temprano y trabajo toda la mañana como si estuviéramos en un día normal. Todos los días, a las 8 de la noche, todos los habitantes de las grandes ciudades españolas salimos al balcón a aplaudir, a ovacionar a los médicos y enfermeras que tratan de combatir los embates de la pandemia. Hace tres semanas que hacemos esto. Hace una hora, por ejemplo, acabamos de salir, y a pesar de que lo hacemos cada noche, a mí, cada vez que salgo a aplaudir al balcón con toda la ciudad, me sigue emocionando, se pone la carne de gallina.

En México, Juan Villoro contó de su propia pandemia. Escritores, pintores, actores, bailarines y otros miembros de la cultura aún no se manifiestan, pero sería muy bueno que entre todos escribiésemos un diario. Sabemos que el notable flautista Horacio Franco se contaminó tras dar conciertos en Nueva York, pero ahora se recupera. Según lo cuenta por radio Jordi Soler, en Barcelona vio un grupo de pavorreales caminar pavoneándose por las banquetas, las ratas van saliendo poco a poco del subsuelo, toman el sol en la esquina y por las noches bajan los jabalíes de la Sierra de Collserola y se pasean en familias de tres o cuatro, por la calle Montaner y avenida Diagonal. La presencia de los animales le sugirió a Jordi Soler una de las grandes enseñanzas del coronavirus: somos una especie de la que el mundo puede prescindir. La naturaleza aprovecha nuestra ausencia para recuperar territorio. Si la cuarentena durara el tiempo suficiente, la ciudad terminaría sepultada por la maleza y habitada por animales de todas las especies (…)

“Estos días, de tanto ver la ciudad vacía por la ventana, he pensado que, si desapareciéramos, el mundo volvería a su estado original sin esa especie invasiva que todo lo toca, lo manipula, lo transforma, lo perturba. Sin nosotros, todo regresaría al orden primigenio.

La pandemia tiene ese efecto educativo secundario, nosotros somos simples invitados de la naturaleza, que tiene una ruta, un ritmo, una forma de imponerse. Si queremos seguir siendo habitantes del planeta más nos valdría empezar a respetar.

Juan Villoro, en cuarentena en México, recordó que “el ser humano siempre ha vivido entre epidemias y que, en buena medida, la epidemia fundamental somos nosotros, criaturas contagiosas. Ahora, lo que más puede ayudar es NO acercarnos a los demás. Nos hemos convertido en seres de peligro, pero siempre lo hemos sido a lo largo de la historia de la especie. En La guerra de los mundos, de H. G. Wells, los marcianos llegan al planeta tierra, con una tecnología muy superior se apoderan de todos los espacios y parecen a punto de dominar a sus enemigos; son los invasores perfectos, cuando de repente empiezan a morir porque no tienen anticuerpos para las bacterias y los gérmenes de la tierra. La enseñanza fundamental de H. G. Wells es que para que el ser humano sea resistente a las bacterias, muchos otros tuvieron que morir. (…) Esta parábola que escribió H.G. Wells sobre una invasión interplanetaria se aplica a lo que ahora vivimos, una pandemia diferente frente a la cual no hay protocolos médicos precisos ni tratamiento, pero que resistiremos ofrendando parte de nosotros para que los demás puedan vivir y para que, entre todos, podamos construir un porvenir que sea mucho mejor al que teníamos antes de la crisis.”

En la Ciudad de México, al modo de Jordi Soler, preguntamos a nuestros conocidos cómo la están pasando. Estamos muy tranquilos, respondieron Bárbara Jacobs y Vicente Rojo. La novelista y cuentista Silvia Molina aseveró lo mismo: Mi casa es muy grande y Claudio y yo estamos bien, una de mis hijas vive en Miami y parece que allá la cosa está muy difícil. Maricarmen de Lara, la cineasta de El país de no pasa nada y los documentales de Alaide Foppa y Paulina también está guardada en su casa, Marta Lamas imparte conferencias por Skype y responde a las preguntas de la revista El Hueso. María Consuelo Mejía, ex directora de Católicas por el derecho a decidir y defensora de los derechos de la mujer, atiende asuntos feministas, Nadine Gasman, maestra en Harvard y cirujana, dirige el Instituto de las Mujeres. La autora María Teresa Priego escribe el diario imaginario de una señorita que vivió en tiempos de Freud, Charcot, Rodin, Camille Claudel y asistió a los baños de aguas termales de Baden-Baden muy eficaces contra la neurosis. Ana Luisa Liguori, quien se ocupó de las becas de la Ford Foundation, recorre en bicicleta (con cubrebocas) las calles vacías de la ciudad, Carmen Boullosa, reconocida autora de la novela Mejor desaparece, prepara otra novela. Raquel Serur, nuestra embajadora en Ecuador, triunfa al repatriar a viajeros mexicanos varados, Carmen Gaitán, la excelente directora del Museo Nacional de Arte, planea futuras exposiciones; Mali Haddad reparte su bondad envuelta en papelitos de colores en los que pone dulces y galletas; Marta Acevedo es editora de libros para niños; Lucero González se dedica a fotografiar; la historiadora Marta Ferreyra protege a mujeres en el Inmujeres; Patricia Mercado, senadora, inició con Marta Lamas el Partido Social Demócrata. Chaneca Maldonado, una de las primeras publicistas mexicanas, defiende los derechos de los marginados. Todas se reúnen a comer los viernes en casa de Marta Lamas, fundadora de Semillas, de la revista Fem, de GIRE, miembro del comité editorial del FCE, profesora del ITAM y de la UNAM y madre de Diego Lamas Encabo.

Yunuhen González dice que los que viven como ella en San Bartolo, a 20 minutos del Desierto de los Leones, están en cuarentena, aunque las tiendas, pollerías, carnicerías estén abiertas. La alerta más bien se dio por los brotes de sarampión, no tanto por el coronavirus. Allá nadie ha dejado de trabajar. Muchos, casi la mayoría, trabajan ahora en su casa y si hacerlo resulta un éxito, a lo mejor en la Ciudad de México habremos ganado algo: el fin de la temible y abundante burocracia.