no de los sitios de la Ciudad de México que guarda una rica y muy antigua historia es Tlalpan, ya que data de alrededor de los años 1000 a 600 aC, cuando se estableció en ese sitio un industrioso pueblo que ahora conocemos como Cuicuilco. Rodeados de bosques, pero alejados de las lagunas que daban fertilidad a los pueblos cercanos a ellas, los cuicuilcas diseñaron ingeniosos sistemas de riego. Crearon terrazas en las que sembraban maíz, chile, amaranto y calabazas, con tan buenos resultados que generosos excedentes les permitían comerciar con las comunidades aledañas.
Esto los llevó a desarrollar una próspera cultura que edificó magníficos templos y casas bardeadas, con patio y pozos-bodega de forma acampanada. Estaban en su apogeo cuando ocurrió un cataclismo natural que, a la manera de Pompeya y Herculano, habría de desaparecerlos de la noche a la mañana: la erupción del Xitle, pequeño volcán al pie del Ajusco, cuya lava ardiente se deslizó lentamente por la ladera de la sierra a una velocidad de 10 metros por hora.
Tardó cerca de cuatro años en enfriarse; primero se solidificaron las capas exteriores, mientras en el interior la lava continuaba fluyendo, lo que provocó –al enfriarse en distintos tiempos– multitud de cavernas que dieron origen a San Agustín de las Cuevas, nombre antiguo de Tlalpan. A principios del siglo XX importantes excavaciones sacaron a la luz la cultura de Cuicuilco. Los primeros trabajos los realizó Manuel Gamio en 1917.
La abundancia de lluvias en la región montañosa condujo los flujos de agua por la piedra porosa a las profundidades de la tierra, lo que dio vida a ricos manantiales y fuentes brotantes. Esto aunado a la fertilidad que brindaban a la tierra las cenizas del volcán que se habían convertido en abono lo hizo en un sitio propicio para la agricultura que llevó a que la región volviera a poblarse.
Al poco tiempo de la conquista comenzó la evangelización y se levantaron hermosos templos, la mayoría que todavía podemos admirar, por mencionar sólo dos: la parroquia de San Agustín, que se fundó en 1532, y la de Santa María Tepepan.
Otro atractivo es solazarnos con las viejas mansiones como la Casa de las Campanas, que fue el convento de las madres capuchinas. Aquí fue priora la célebre madre Conchita, de quien se dice fraguó el asesinato de Álvaro Obregón, que ejecutó León Toral, que le valió ser enviada a las Islas Marías.
Otra joya de Tlalpan es el mercado de La Paz, hermosa construcción de ladrillo que funcionaba desde el virreinato y que a fines del siglo XIX fue reconstruido con la colaboración de vecinos y el trabajo de los presos, que eran sacados para laborar. Porfirio Díaz lo inauguró en 1900. En los puestos de alimentos se come muy sabroso.
Hablando de la gastronomía tlalpense, cuenta la leyenda que el presidente Antonio López de Santa Anna, quien era muy afecto a las peleas de gallos y tenía su propio criadero, venía sin falta a las afamadas fiestas de San Agustín de las Cuevas; se sabe que solían durar varios días durante los cuales libaba sin interrupción. Una madrugada llegó medio crudo y pidió a la cocinera que le preparara algo de comer. Avezada en su oficio, la mayora improvisó un caldo de pollo con verduras, chiles, queso y aguacate que al general le supo a gloria y lo volvió a la vida; la felicitó y le preguntó el nombre del manjar, a lo que presta contestó: ¡Caldo tlalpeño, señor!
Todo esto y mucho más lo pueden ver en el programa Crónicas y relatos de México, sobre San Agustín de las Cuevas. Es uno de los 65 programas que realicé para Canal 11 en los cuales visito los lugares más interesantes de nuestra ciudad de prácticamente todas las alcaldías y algunos de los alrededores como Teotihuacan, los baños de Nezahualcóyotl y Chapingo. Ahora que no podemos salir es posible pasear por los lugares relevantes y bellos de la capital y conocer un poco de su historia, a la hora que queramos, por la magia de Youtube.