sta interrogante no es tendenciosa. Es real, no puede negarse su factibilidad. Está fincada en situaciones verificables. Hasta donde es predecible, con datos del subsecretario de Prevención, Hugo López-Gatell, para septiembre el ambiente de riesgos para la salud prevalecerá. Ante esto, cómo conducir responsablemente la casi inevitable reunión de 200 mil personas en el Zócalo y el posterior desfile con semejante aglomeración.
El significado de una supuesta cancelación es profundo y quizás inútil ante el incontenible fervor público. Esa suspensión heriría al sentido de patria, aumentaría la angustia al subrayar el alcance de la desgracia y proyectaría un futuro nebuloso. Esa fiesta que es la exaltación misma de México es única en el mundo: un jefe de Estado, sin importar quién sea, convoca a la nación entera y ésta se enciende por encima de todos y de todo. Una fiesta que no tiene igual. El desfile es muestra de la marcialidad de la patria, su prestancia, decoro y orgullo. De aceptarse la idea de la suspensión como premisa, nos llevaría a aplicar nuestro esfuerzo de inteligencia para, mediante un ejercicio en sentido reversivo, deducir qué experiencias le esperan al país en estos meses, los que la autoridad técnica sanitaria ha anticipado como difíciles.
No es recorrer el calendario cívico en sentido inverso. Es la obligación de todos de reflexionar en lo personal, familiar, comunitario y oficial sobre el devenir y el cómo será encarado. Favorablemente esas preocupaciones empiezan a tomar presencia en la percepción social. Son ya una alerta, aunque su interpretación sea aún sólo emocional.
Nada terminará aquel 15 de septiembre.La fecha será sólo un mojón en la historia de la nación. Cómo debe deducirse lo que sobrevendrá es toda una tarea. Como deber oficial de proyectarlo y hacerlo real, el gobierno debe saber, actuar y decir qué pasa y qué haremos como país. Somos algo más grande que el Salón de la Tesorería, nuestro mundo es amplio y nos es propio a todos.
En esta responsabilidad los órganos de inteligencia del Estado cobran una especial importancia. El campo es amplísimo, multidisciplinario. Los obliga porque atañe como nunca a los altos intereses nacionales. Su aportación armónica es indispensable y totalmente posible con orden, método y responsabilidad.
Una cosa es cierta: la 4T tal como fue perfilada no se dará. Inevitablemente nada será igual. Llámenle idéntico, pero será otra cosa. Lo planteado en origen, no. Obran en esta reconfiguración factores externos: las como nunca trascendentales elecciones en EU enredadas hoy en la pandemia y la economía mundial y en particular el precio del petróleo.
Simultáneamente habrá componentes internos de muy compleja gobernabilidad social, salud, empleo, electorales, orden y paz pública, presupuestales y estructuras privadas fracturadas. Se acentuará el activismo legítimo y no de gobernadores y legisladores moviendo las aguas a su favor.
A todas estas ideas que son fácilmente imaginables, habrá que sumarle la acción de factores perturbadores de especies hoy ignoradas o no calculadas como nuevos sismos. La conducta social siempre respetable como principio es y será muy difícil de conducirse apropiadamente. ¿Y el gobierno? ¿Está bien tal como está? Habría que repensar proyectos, redefinir tareas, prioridades, reasignar recursos y por ende ajustar estructuras y ciertos actores. Tema que al presidente AMLO le disgusta.
Para efectos del esfuerzo de Inteligencia oficial, sería responsable reconocer que sus encomiendas, que no misiones, estructuras y recursos están hoy dispersos, carecen de un vaso contenedor, de dirección técnica y control armonizador. Relativamente eficaces en lo individual, en el conjunto juegan unos por ganarle al otro. Analícese el Culiacanazo.
Hoy como nunca urge a sociedad y gobierno el saber qué está pasando, razonablemente enterarse de qué haremos y qué toca a cada uno hacer. En términos figurativos y acudiendo a la historia, vale plantear si nos espera el New Deal que sacó a EU de la Gran Depresión mediante programas de urgencia para 100 Días y reformas keynesianas en todos los sectores o si nos espera la revolución cultural de China, que duró 10 años y que la estancó por décadas.
Si bien los apuntes de respuesta al qué pasará, qué hacer y quiénes son parte surgen de la perspicacia de las personas, ésta debe sistematizarse en las instituciones. Debe darse en concordancia y no en competencia. En el galimatías previsible de nuestra vida, se demanda del esfuerzo de Inteligencia oficial eficacia, armonía, coordinación y cooperación y ofrecer trabajos consensuados.
Algo, mucho, todo habrá de suceder entre este abril y septiembre y más sucederá después. Somos un pueblo como todos en el mundo, nada especial, pero hoy debemos hacer cosas extraordinarias.