Oferta, Demanda y Coronavirus (1/2)
a macrocuenta de la economía del país, Oferta y Demanda final, indica que ambos rubros totalizaron 33 billones 720 mil 216 millones de pesos en 2019, cifra -0.4% inferior en términos reales a la de 2018 (Gráfico 1).
De la oferta, como se sabe el Producto Interno Bruto (PIB, la oferta de bienes y servicios originados en el país) decreció -0.1% en 2019, y las importaciones, la oferta proveniente del exterior -1.1%. La producción interna (PIB) avanzó al 71.9% de la oferta (70.8 en 2018), y las importaciones bajaron al 28.1% (29.2 en 2018).
De la demanda, el consumo total representó el 55.3% y creció sólo 0.3% en el año; la inversión fija (formación bruta de capital fijo) representó el 15.0% de la demanda y decreció -4.9%; y las exportaciones (demanda externa) el 28.1% con un crecimiento de 1.1%
Del consumo total, el privado representó el 84.9% y creció 0.6% en 2019, y el consumo gubernamental el 15.1% restante con un decrecimiento de -1.5% (Gráfico 2). Del consumo privado (84.9% del total), 75.9 fueron bienes y servicios nacionales, y 10.6 importados
Comparando la variación de la oferta y la demanda finales en el primer año de los cinco sexenios recientes, sólo en dos hubo crecimiento (2.9% en 2007 y 1.5 en 2013) (Gráfico 3), y en tres decrecimiento (-7.7% en 1995, -0.5 en 2001, y -0.4% en 2019).
Comparando de igual forma la variación del consumo total, el desplome de -5.0% en 1995 (Gráfico 2) – cuando los inefables neoliberalitos nos recetaron el error de diciembre – es paradigmático de cómo quebrar una economía. Repudiaron a Keynes y éste regresó para espetarles ¡se los dije!. Y en efecto, tras analizar el gran crack de 1929 su conclusión, entre otras, fue que lo vital ante una crisis es mantener la demanda efectiva, esto es, el ingreso de las personas vía empleo u otras formas a fin de no romper la cadena de consumo y permitir la sobrevivencia de trabajadores y empresas, y la salida de la crisis. Para ello, ejemplificó, si fuera necesario el Estado debe contratar gente para cavar zanjas de día y gente para taparlas de noche.
Toda proporción guardada, con la pandemia de Covid-19 estamos cerca de convertir una crisis clínica en una económica y social, en un país como México con agudos problemas ocupacionales, de subsistencia, y millones de pequeños negocios frágiles con pocas probabilidades de sobrevivir ante una economía interna y externa que se enconcha, se enclaustra y desploma el consumo habitual. Los paros sin pagos deben detenerse y si son inevitables el apoyo gubernamental resulta indispensable (más allá de créditos) a fin de mantener y crear toda ocupación productiva e ingreso posible.
Es preciso que todos, gobierno en especial, empresas y sociedad evitemos el derrumbe de las economías frágiles, familiares o no, el desamparo, la angustia y la psicosis. El costo monetario de este rescate social puede ser muy alto en dinero, pero siempre será barato en términos sociales y económicos.
Tal vez, por ejemplo, sea oportuno regresar vía fiscal las gasolinas al precio de enero y aplicar ese ingreso a estos fines, o gravar la salida no justificada de capitales mexicanos al exterior, o realizar un sorteo de la solidaridad; también obtener recursos de organismos internacionales, posponer tal vez el Tren Maya, o incluso emitir bonos especiales para captar recursos en el mercado interno. Sobra exigir cero tolerancia y máxima reclusión para acaparadores, especuladores y otros parásitos endémicos.
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